Luces y sombras de la Constituci¨®n
Nada hay tan enga?oso", escribe Alejandro Nieto en un libro colectivo que analiza las sombras del sistema democr¨¢tico espa?ol, "como los textos de una norma constitucional cuando se manejan separados de su contexto". La Constituci¨®n no puede explicarse sin tener en cuenta los condicionantes con los que naci¨®: el pacto de amnist¨ªa -con el efecto colateral de la amnesia- gobernado por el recuerdo de la Guerra Civil como superego colectivo; el papel del "partido militar" (en expresi¨®n de Juan Ram¨®n Capella); las demandas sociales y nacionales de la agitada transici¨®n, y las presiones de "la Iglesia cat¨®lica, los empresarios, los colegios profesionales, que eran muy pesados" (Gregorio Peces-Barba). Del mismo modo, la Constituci¨®n es tambi¨¦n el modo como se ha aplicando en cada momento, es decir, c¨®mo desde el poder pol¨ªtico se aprovechan sus grietas y las ambig¨¹edades. Desde los nacionalismos perif¨¦ricos se ha se?alado muchas veces el papel determinante del Tribunal Constitucional que marca con sus interpretaciones momentos de avance y retroceso en funci¨®n del talante de su presidente, nada ajeno al estado de esp¨ªritu del gobierno del momento. El propio Alejandro Nieto se?ala c¨®mo el control del poder -principio b¨¢sico del ordenamiento democr¨¢tico- ha sido bloqueado sistem¨¢ticamente por cuantos han gobernado aprovechando que la Constituci¨®n "ha establecido mecanismos suficientes de control del poder, pero no se ha preocupado de garantizar su operatividad real". Algo parecido ha ocurrido en el territorio de la justicia, donde como explica Perfecto Andr¨¦s Ib¨¢?ez la politizaci¨®n de los principales ¨®rganos judiciales ha provocado un anormal desplazamiento de la vida pol¨ªtica hac¨ªa el ¨¢mbito judicial.
Sorprende, sin embargo, que Roberto Blanco Vald¨¦s, que traza un minucioso retrato de la Constituci¨®n, perfectamente entramado con el contexto, constate que la Constituci¨®n, "por fortuna, va camino de desaparecer, es decir, de convertirse en invisible". No es ¨¦sta la impresi¨®n que transmite un clima pol¨ªtico tenso, con dos propuestas de reforma institucional sobre la mesa y con el constitucionalismo convertido en patriotismo, es decir, en arma de combate.
El Estado espa?ol -dice con rotundidad Blanco Vald¨¦s- es un Estado federal: "Tan peculiar y diferente a los dem¨¢s existentes en el mundo como muchos de esos otros son distintos entre s¨ª". Las razones de Blanco Vald¨¦s podr¨ªan resumirse as¨ª: adem¨¢s del poder local existen en Espa?a otros dos niveles de poder, el central y el auton¨®mico (el federal y el federado), que se organizan con un complejo entramado que hace de las comunidades aut¨®nomas Estados peque?os dentro del Estado; las competencias exclusivas y compartidas que permiten legislar y administrar a las comunidades aut¨®nomas dibujan un principio de divisi¨®n claramente federal; y los necesarios mecanismos de garant¨ªa federal regulan y garantizan las competencias, con un Tribunal Constitucional que cuida la correcta aplicaci¨®n de la Constituci¨®n y los Estatutos. Por todo ello, el federalismo, que algunos partidos tienen en su programa de m¨¢ximos, seg¨²n Blanco Vald¨¦s, ya existe.
Dice Manuel Ram¨ªrez, un
hombre al que le duele Espa?a, que no es lo mismo durar que vivir. Y las dificultades para la vida -es decir, para pensar en futuro- de la Constituci¨®n de 1978, de la lectura de su libro, podr¨ªan reducirse a dos: "La muy escasa preocupaci¨®n de nuestro actual r¨¦gimen pol¨ªtico por sembrar, cultivar y fortalecer la alternativa de una mentalidad democr¨¢tica", fruto de "la permanencia de varias generaciones formadas en los anteriores esquemas valorativos". Y el peligro de la "desvertebraci¨®n de Espa?a", fruto de "la general mediocridad" y de las exigencias de un consenso que impidi¨® que "se pudiera hacer todo lo deseable, suponiendo que fuera deseable".
Ram¨ªrez comparte la extendida opini¨®n de que los gobernantes de la transici¨®n no han sabido crear la cultura democr¨¢tica que este pa¨ªs no ten¨ªa. Y se muestra radical, yo dir¨ªa, dolidamente radical frente a las concesiones que el Estado ha ido haciendo a las autonom¨ªas. Construyendo un doble muro argumental contra las pretensiones de los nacionalismos perif¨¦ricos: del inexplicable t¨¦rmino nacionalidades "se ha pasado a naciones, sin m¨¢s, que es algo que en nuestra Constituci¨®n actual no cabe" a pesar de la excesiva generosidad del art¨ªculo 143; los que piden dejar Espa?a, "piden lo que el Estado espa?ol no puede dar. El principio de la indisoluble unidad de la naci¨®n espa?ola preside todo el entramado institucional". El libro de Ram¨ªrez no es un an¨¢lisis de la Constituci¨®n sino un relato de la Espa?a de estos a?os que termina dram¨¢ticamente porque "no podemos permanecer ciegos" ante la desmembraci¨®n de Espa?a.
Las leyes, ni siquiera la mejor Constituci¨®n, no resuelven nunca los problemas, a lo sumo ayudan a encarrilarlos. Pensar que la realidad es lo que dice una constituci¨®n es la fantas¨ªa de todo patriotismo (el constitucional y el otro). La realidad, 25 a?os despu¨¦s, la ha definido ?lvaro Rodr¨ªguez Bermejo en este mismo peri¨®dico: "Seguimos sin una idea com¨²n de lo que es Espa?a". ?Y si esta idea no existiera, ni pudiera existir? La Constituci¨®n habr¨ªa tenido el valor de haber permitido vivir en democracia sin una idea com¨²n de Espa?a. ?No se puede reformar para poder vivir otros 25 a?os as¨ª, en vez de utilizar como armas arrojadizas la idea de Espa?a ¨²nica e insuperable que algunos ven en la Constituci¨®n y su contraria?
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