'Mois¨¦s y el Fara¨®n' inicia entre v¨ªtores la temporada de la Scala
Mil¨¢n se despide del teatro de los Archimboldi
El teatro de la Scala de Mil¨¢n inici¨® el pasado domingo la temporada con Mois¨¦s y el Fara¨®n, de Gioachino Rossini, una superproducci¨®n densa, coral y larga (m¨¢s de cinco horas) que el p¨²blico acogi¨® con entusiasmo. Los 12 minutos de aplausos premiaron, sobre todo, al director, Riccardo Muti, y al sensacional coro del teatro. Era el ¨²ltimo estreno en el exilio suburbial del teatro de los Archimboldi.
El a?o pr¨®ximo, si los trabajos de modernizaci¨®n se ajustan a los plazos y no se agravan los end¨¦micos conflictos internos en la instituci¨®n, se regresar¨¢ al Piermarini, el venerable edificio de la piazza de la Scala.
La catedral de la l¨ªrica italiana, y el propio Muti, arriesgaron con la elecci¨®n de la obra. Moise e Pharaon ou le passage de la mer Rouge, t¨ªtulo completo de la pieza, era la versi¨®n francesa que Rossini efectu¨® del Mois¨¦s que ¨¦l mismo hab¨ªa compuesto, a?os antes, para el San Carlo de N¨¢poles. Los parisinos de la ¨¦poca (1827) apreciaban los temas egipcios desde la expedici¨®n napole¨®nica a El Cairo y reclamaban, adem¨¢s, grandes montajes, con decorados fastuosos, danzas y multitudes sobre el escenario. Muti y Luca Ronconi, responsable de la puesta en escena, optaron por respetar la partitura y el esp¨ªritu de la obra. El peligro era doble: por un lado, la superproducci¨®n agrandaba el margen de error; por otro, se quebraba una norma seg¨²n la cual a la peculiar audiencia de los estrenos, no necesariamente mel¨®mana, conven¨ªa ofrecerle cosas breves y relativamente sencillas.
Muti y Ronconi salieron con bien del empe?o. Los decorados y la escenograf¨ªa resultaron brillantes (se opt¨® por una simbolog¨ªa cat¨®lica: un ¨®rgano de iglesia, columnas neocl¨¢sicas y hasta un obispo como testimonio silencioso) y, sobre todo, eficaces para contener el desarrollo de una historia abundante en voces y movimientos corales (en ciertos momentos hab¨ªa m¨¢s de un centenar de personas en escena) que, en la versi¨®n francesa, hab¨ªa dejado de centrarse en el amor imposible de Anais, la hermana de Mois¨¦s, y Amenofis, el hijo del Fara¨®n, para abarcar la lucha por la libertad del pueblo hebreo. El delicado momento de la partici¨®n de las aguas, el paso de los hebreos y la mortandad del ej¨¦rcito fara¨®nico se resolvi¨® con precisi¨®n t¨¦cnica e imaginaci¨®n.
Los cantantes pertenec¨ªan a la cantera de la Scala. El bajo ruso Ildar Abdrazakov desempe?¨® con nota el papel de Mois¨¦s, duro por la ausencia de arias y por su funci¨®n narrativa; el bar¨ªtono Erwin Schrott (Fara¨®n) y el tenor Giuseppe Filianoti (grand¨ªsimo en su interpretaci¨®n de Amenofis) crearon el momento m¨¢gico de la velada con su dueto del segundo acto. La soprano Barbara Frittoli (Anais) sali¨® como pudo del aria culminante de la obra, la dificil¨ªsima Quelle horrible destin¨¦e, y recogi¨® los ¨²nicos abucheos de la noche, pudorosamente sepultados bajo una ovaci¨®n de sus muchos admiradores locales.
La inclusi¨®n de 27 minutos de danza en el acto tercero constituy¨®, tal vez, una crueldad innecesaria. Los bailes introducidos para el gusto decimon¨®nico parisino suelen suprimirse en las adaptaciones modernas de Mois¨¦s y el Fara¨®n. La coreograf¨ªa concebida por Micha van Hoecke, con momia danzante incluida y movimientos presumiblemente inspirados en las figuras humanas de los jerogl¨ªficos, era, adem¨¢s, peculiar en extremo. En opini¨®n de Paolo Isotta, cr¨ªtico del Corriere della Sera, ni las peores gimnasias fascistas fueron tan "in¨²tiles y rid¨ªculas" como aquella coreograf¨ªa. Que, por otro lado, recolect¨® largos aplausos y cari?osos v¨ªtores a los tres bailarines principales: Luziana Savignano (Isis), Roberto Bolle (Mois¨¦s) y Desmond Richardson (Fara¨®n).
Como es costumbre, la noche de estreno congreg¨® a pol¨ªticos, empresarios y famosos vestidos con sus mejores galas. Pero el presidente del Gobierno, Silvio Berlusconi, prefiri¨® no ir a la ¨®pera y anunci¨® que ver¨ªa una pel¨ªcula de humor en uno de sus cines, sin duda para cultivar tanto el negocio como la imagen populista.
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