Jos¨¦ Ignacio Urenda o la dignidad
Por una de estas parad¨®jicas conjunciones del destino, el d¨ªa en que el socialista Pasqual Maragall ha llegado a la presidencia de Catalunya ha muerto uno de los mejores socialistas que ha dado este pa¨ªs.
Hijo de militar republicano, Jos¨¦ Ignacio Urenda fue detenido diversas veces por el r¨¦gimen de Franco. Juzgado por un tribunal militar, fue condenado a tres a?os de c¨¢rcel (que cumpli¨® parcialmente en los penales de Carabanchel y Soria). Entonces era un estudiante de Derecho. Procedente de los ambientes cristianos, hab¨ªa fundado con algunos compa?eros diversos grupos pol¨ªticos que desembocaron en el Front Obrer de Catalunya (FOC, hermano del FLP, el c¨¦lebre Felipe).
En esta corriente izquierdista circula en los a?os sesenta una de las ramas m¨¢s activas del socialismo catal¨¢n y espa?ol (formaron parte de ella, entre otros muchos: P. Maragall, I. Molas, J. A. Gonz¨¢lez Casanova, N. Sartorius y J. R. Recalde).
Si el papel pol¨ªtico de Urenda en estos grupos era decisivo, mucho m¨¢s lo fue durante el proceso de creaci¨®n del PSC en los setenta. Su participaci¨®n en Converg¨¨ncia Socialista fue capital. Colabor¨® en el dise?o estrat¨¦gico, concit¨® sinergias entre los l¨ªderes del Moviment Socialista y los del FOC, escribi¨® papeles, coordin¨® grupos de independientes y le sobr¨® energ¨ªa para convertirse en uno de los m¨¢s apreciados propagandistas en las comarcas del interior (especialmente en Girona, en donde le ador¨¢bamos).
Colabor¨® despu¨¦s en la creaci¨®n del PSC-Congr¨¦s e impuls¨®, finalmente, la unificaci¨®n del socialismo catal¨¢n. En esta ¨¦poca era abogado en ejercicio, especializado en fiscalidad.
Ya en la etapa democr¨¢tica, se interes¨® por los problemas del cintur¨®n metropolitano, que conoc¨ªa a trav¨¦s de informes, pero tambi¨¦n de primera mano, en infinitos paseos de observador preocupado. Elegido en la candidatura socialista de Barcelona, dirigi¨®, como vicepresidente, la Corporaci¨®n Metropolitana. Injustamente descabalgado de las listas municipales, quiz¨¢s por la pasi¨®n con la que se enfrentaba a los problemas de la periferia, estuvo vinculado a partir de 1982 al Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez, del que fue delegado en La Rioja.
Regres¨® a Catalu?a como gobernador de Lleida. Y, finalmente, al Ayuntamiento de Barcelona como comisionado del alcalde para los Derechos Civiles. Se jubil¨® siendo uno de los m¨¢ximos expertos en la nueva inmigraci¨®n.
Jos¨¦ Ignacio Urenda Bariego, un hombre discreto y cabal, ha pasado por la vida de puntillas, sin molestar a nadie, ayudando a quien se lo ha pedido (fuera un alto personaje, fuera el tipo m¨¢s desgraciado de la calle), comprometido hasta las cejas en aquellos interminables a?os del franquismo y trabajando con severidad y dedicaci¨®n obsesiva en cargos pol¨ªticos que no estuvieron a la altura de sus m¨¦ritos ni de su enorme talento.
Con frecuencia, los mejores, que acostumbran a ser los m¨¢s discretos, sufren la indiferencia y el olvido. Algo de esto le sucedi¨® a Jos¨¦ Ignacio Urenda, quien, sin embargo, nunca dio importancia a su aventura personal. Nunca hablaba de ella. Lo sabemos todos los que hemos disfrutado de su amistad, de su lucidez ir¨®nica, de su enorme cultura pol¨ªtica, de su fabulosa timidez, de su educad¨ªsimo desprendimiento.
Jos¨¦ Ignacio Urenda ha sido un hombre digno. Nunca antepuso su ambici¨®n personal a las necesidades objetivas. Nunca pele¨® para conseguir un cargo. Nunca se jact¨® de su compromiso. Era un hombre reservado y circunspecto. Odiaba exhibir sus flaquezas. Las domestic¨® hasta tal punto que nunca nadie, ni sus m¨¢s ¨ªntimos, le conocimos una. Muri¨® leyendo La Odisea.
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