La nueva vida del 'Enola Gay'
La exhibici¨®n del avi¨®n que lanz¨® la primera bomba at¨®mica desata la pol¨¦mica en el estreno del Museo del Aire en Washington
La pasi¨®n por volar ha encontrado un albergue gigante y espectacular en una nueva sede del Museo del Aire y el Espacio que se inaugur¨® este lunes en Washington. Todo resulta grandioso en el Centro Steven F. Udvar-Hazy, un megahangar del tama?o de tres campos de f¨²tbol de largo, uno de ancho y diez pisos de altura. Este aeropuerto de visita ha costado 311 millones de d¨®lares y acoge por ahora, enteros y relucientes, 82 artefactos voladores. Pero s¨®lo uno, el bombardero at¨®mico Enola Gay, ha provocado la pol¨¦mica e incidentes porque no se cuenta su historia al completo.
La sede central del museo, en el centro de Washington, se hab¨ªa quedado peque?a para su ¨¦xito. Este curso en ejercicio ha recibido m¨¢s de 10,8 millones de visitantes. Es el museo, probablemente, m¨¢s visitado del mundo y el m¨¢s importante de EE UU. Exhibe 59 aparatos y varias muestras que evidencian la especial relaci¨®n de los norteamericanos con la aviaci¨®n y la aventura espacial. Pero los responsables del centro, ligado a la prestigiosa instituci¨®n Smithsonian, hab¨ªan acumulado en sus almacenes 350 artefactos voladores que no pod¨ªan ser disfrutados por escasez de espacio.
El proyecto de expansi¨®n empez¨® a fraguarse hace m¨¢s de 20 a?os. No ha sido f¨¢cil. El Gobierno Federal, en este caso, apenas dio el empuj¨®n de partida. La mayor¨ªa han sido recursos privados. Las obras comenzaron finalmente en 2000 tras encontrar la localizaci¨®n perfecta. Cuando se llega al portal del recinto, a 48 kil¨®metros de Washington y nada m¨¢s atravesar el l¨ªmite del aeropuerto internacional de Dulles, aviones en servicio de American Airlines, British Airways o Air France te dan la bienvenida a su futura casa con una demostraci¨®n en vivo de un buen aterrizaje.
El Centro Steven F. Udvar-Hazy, denominado as¨ª en homenaje al millonario que don¨® los primeros 65 millones de d¨®lares para empujar el proyecto, es un enorme hangar alargado, con un vest¨ªbulo de gala y una torre de control para divisar el panorama. El interior, dise?ado por ordenador con tres niveles de rampas y puentes para observar los aparatos desde todos los ¨¢ngulos, ofrece tres ¨¢reas tem¨¢ticas: aviones civiles y comerciales, militares y espaciales. Nada m¨¢s entrar, el visitante se tropieza con el morro afilado de un aut¨¦ntico Lockheed SR-71 Blackbird, capaz de atravesar costa a costa los Estados Unidos en 1 hora, 4 minutos y 20 segundos. Hay aviones de guerra alemanes y japoneses. Ninguno espa?ol. Air France ha cedido el primer Concorde comercial. Y se ha buscado un alojamiento especial para un Enterprise.
Pero la pol¨¦mica se ha volcado en el papel jugado en la II Guerra Mundial por un bombardero B-92, el Enola Gay, que por primera vez se ense?a totalmente restaurado tras una labor de casi 20 a?os y 300.000 horas de trabajo de 200 personas. "El Enola Gay est¨¢ ahora en gran forma", explica a EL PA?S Frank McNally, portavoz del centro, que elude la controversia y prefiere presumir "del esp¨ªritu de desaf¨ªo al espacio, sin fronteras y sin generaciones, que nutre a cualquier visitante". Los responsables del centro defienden que s¨®lo pretenden destacar ahora sus cualidades t¨¦cnicas. Hace unos a?os, el museo expuso la cabina del Enola Gay. Grupos pacifistas y ex veteranos protestaron para conseguir, al menos, que se contase la historia del avi¨®n y sus consecuencias con alguna referencia a las 230.000 v¨ªctimas que causaron las bombas que arroj¨® sobre Hiroshima. El lunes, ante las 7.000 personas presentes en la inauguraci¨®n, un peque?o grupo de activistas y supervivientes japoneses corearon consignas contra ese parcial olvido y dos de ellos arrojaron una botella de tinta roja sobre su lomo.
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