Fr¨ªo en la cama
Suele suceder a principios del invierno. Un d¨ªa hay un cambio radical de tiempo y, de buenas a primeras, las temperaturas bajan bruscamente. Esa noche te acuestas raudo y veloz porque ya al desvestirte notas que la habitaci¨®n est¨¢ como un car¨¢mbano. Lo primero que haces, una vez te has tapado hasta la coronilla, es hacerte una bola y adoptar posici¨®n fetal para que no escape ni un solo ¨¢tomo de calor. Al rato de estar respirando cubierto de mantas empiezas a ahogarte y ya al l¨ªmite, con la cara roja como un tomate, por fin sacas la cabeza de la monta?a de mantas. Sin tiempo casi de percibir el alivio del ox¨ªgeno que entra en tus pulmones, notas que la postura de ovillo hace que te duelan todas las articulaciones del cuerpo. Entonces te das cuenta de tu error. Est¨¢s en un callej¨®n sin salida: si intentas estirarte te enfrentas a la helada cama y si no los dolores ¨®seos no te dejan pegar ojo. As¨ª que decides ir poco a poco y, como si metieras la punta del dedo gordo del pie en una piscina, vas avanzando mil¨ªmetros en la cama. A todo esto ya son las 12:30 y al d¨ªa siguiente te levantas a las 7:00. En ese momento ves claro que tendr¨ªas que haberte puesto unos calcetines, pero ahora ?cualquiera se levanta a por ellos!. Por fin consigues estirarte del todo. En esta nueva posici¨®n que podr¨ªamos definir como postura-palo, sabemos que la movilidad se reduce a esa l¨ªnea. Cansado y cabreado por no haberte abrigado m¨¢s, acabas durmi¨¦ndote a las mil. Y es que algunas veces preferimos luchar est¨²pidamente contra los elementos antes que admitir que nos hemos equivocado y rectificar a tiempo. Superar el ego, ¨¦se es el reto.
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