Gamberrada simp¨¢tica

Por empezar por donde se debe: si el lector es un amante del cine bien hecho, de una cierta dramaturgia ordenada, de un gui¨®n solvente y unos actores, digamos para entendernos, normales y al uso, ¨¦sta sin duda no es su pel¨ªcula. Porque casi nada de eso figura entre los logros de este primer largometraje de un deslenguado cortometrajista aragon¨¦s, Miguel ?ngel Lamata, un hombre cualquier cosa menos com¨²n: su desarrollo es espasm¨®dico, sus actores (algunos de ellos francamente bueno: sobre todo Aij¨®n, un verdadero hallazgo) campan por ah¨ª como amiguetes del dire (que es lo que, de paso, tambi¨¦n son), el gui¨®n encadena situaciones absurdas una tras otra.

Pero... hay un pero que, al menos para la cada vez m¨¢s desquiciada sensibilidad de este cronista, le acerca al producto y le hace verlo como algo m¨¢s que una simple gamberrada en la que Santiago Segura, siempre tan listo, ha decidido invertir sus cuartillos, am¨¦n de reservarse un papel de esos suyos, de los que le van como anillo al dedo. Y ese pero tiene que ver con el desparpajo, ciertamente ins¨®lito en una parodia gore como la que aqu¨ª nos convoca, con el que Lamata y su coguionista, otra vez Arj¨®n, juegan con el espectador, con la ficci¨®n, con el destino de sus propios personajes.

Y aunque el lector se resista a creerlo, de lo que en el fondo va un producto tan desastrado, una gamberrada tan aparentemente adolescente y descerebrada es... del lugar del espectador en la ficci¨®n, en cualquier ficci¨®n; del narrador como demiurgo que crea, reproduce y elimina a sus criaturas a su arbitrio. De, en definitiva, un meta-discurso sobre el cine de g¨¦nero que ciertamente se erige en rara avis en el actual panorama del m¨¢s descerebrado de los subg¨¦neros patrios, y que hace que, a partir de ahora, debamos tener al joven Lamata en nuestro m¨¢s curioso inter¨¦s. Continuar¨¢: seguro.