Una fiesta

El Teatro Real se ha vestido de fiesta para celebrar los ¨²ltimos compases de 2003. Ha recurrido para ello a la zarzuela, pero no a un t¨ªtulo cualquiera, sino a uno de los m¨¢s ingeniosos del g¨¦nero chico. Tra¨ªdo por los pelos, se ha montado un homenaje a Jos¨¦ Luis Alonso, y, en cierto modo, se ha querido perfilar con esta iniciativa la posibilidad de iniciar una tradici¨®n musical de fin de a?o a la espa?ola. La fiesta ha sido m¨¢s bien "ecol¨®gica", y en su sello pol¨ªticamente correcto ha tenido un toque enternecedor, entre otras razones porque los m¨¢ximos responsables del teatro se han implicado hasta las cejas en la propuesta, y as¨ª In¨¦s Arg¨¹elles ha actuado en el espect¨¢culo como barrendera, Emilio Sagi de mozo de producci¨®n y el serio L¨®pez Cobos ha salido a saludar con trenzas y plumas. Fant¨¢stico.

En el m¨¢s puro estilo de El murci¨¦lago, de Johann Strauss, se ha introducido en la trama una situaci¨®n que posibilite, en clima de sorpresa, la actuaci¨®n de artistas no anunciados: nada menos que una audici¨®n para aspirantes a la compa?¨ªa l¨ªrica del empresario Cherubini. Isabel Rey y La S¨¢nchez (Ana Mar¨ªa S¨¢nchez) estuvieron desternillantes. La vedette Esperanza Roy sac¨® a relucir su clase en la interpretaci¨®n del fragmento m¨¢s conocido de La corte del fara¨®n, Mar¨ªa Jos¨¦ Montiel hizo una Habanera, de Carmen, llena de fogosidad, y Carla Morrera, de 8 a?itos, deslumbr¨® con los aires gitanos de Sarasate.

L¨®pez Cobos se enfrentaba por primera vez a una zarzuela. Frase¨® con gusto, imprimi¨® un sello elegante a la partitura y busc¨® con fruici¨®n el detalle. La orquesta respondi¨® con fidelidad y el coro estuvo excepcional. El motor de la funci¨®n fue Luis ?lvarez como Cherubini. Guillermo Orozco y Mar¨ªa Rodr¨ªguez formaron un d¨²o correcto musicalmente, y el terremoto de Trinidad Iglesias se movi¨® con comodidad en su registro un tanto desmesurado.