Las armas y el hombre
Habr¨¢, finalmente, gente de armas en los aviones civiles; y pondr¨¢n misiles en los aviones de pasajeros para defenderlos de posibles ataques. Una locura invade Estados Unidos. Una locura cuerda, dir¨ªamos: una manera legal y doctrinal de exaltar el miedo como parte de la "agresividad necesaria" y de la inmunidad del obediente. Tiene riesgos, pero es la filosof¨ªa dom¨¦stica del pa¨ªs: la venta libre de armas: que en cada casa pueda haber al menos una, es una base de la constituci¨®n no escrita, y los pacifistas no han conseguido desterrarla: entre otras cosas, porque la fabricaci¨®n y venta de armas es uno de los grandes negocios del pa¨ªs.
De ah¨ª salen los ni?os que matan alg¨²n profesor y varios alumnos en sus colegios en un d¨ªa de mal humor, los francotiradores o los honestos ladrones que s¨®lo quieren comer algo, pero matan a quien se niega. Pero el que asalta tiene una profesi¨®n tr¨¢gica all¨¢ y ac¨¢; otra cosa es el aficionado o el ama de casa que dispara su escopeta en la noche contra la sombra de un gato, forman parte de una tradici¨®n que empez¨® con la carrera hacia el Oeste y extermin¨® a los ocupantes del pa¨ªs, les desprestigi¨® con sus novelas y pel¨ªculas y les tiene encerrados en "reservas" para que no se extingan y se reproduzcan en cautividad. Quiero decir con estas notas apresuradas y, por lo tanto, no enteramente justas que esta expansi¨®n del miedo tiene precedentes, y que todo ello conduce a la gobernabilidad: antes, del pa¨ªs en expansi¨®n; ahora, del imperio global.
Es militar asustar al enemigo; es pol¨ªtico asustar al ciudadano propio. Cualquiera de nuestro pa¨ªs, relativamente tranquilo, donde las oposiciones siempre arrojan a la cara de los gobernantes la cuesti¨®n de la "inseguridad ciudadana" (el invento de la derecha contra Felipe Gonz¨¢lez), tiene ante s¨ª cientos de pel¨ªculas, ya a domicilio, donde las armas y el hombre producen el terror necesario de cada d¨ªa; ahora escasean las de monstruos o extraterrestres, y basta con las de soldados, personas aparentemente como nosotros, y sus armas. Envidi¨¢bamos el palacio, el mayordomo, el yate y la girl; ahora, el ¨²ltimo modelo de fusil.
("Las armas y el hombre": es el primer verso de la Eneida, "Canto las armas y la virilidad": yo, no. Georges Bernard Shaw tampoco: en 1894 escribi¨® una comedia con ese verso como t¨ªtulo -pasaba, ya, en los Balcanes, pobre tierra-y era pacifista: contaba que el comandante en jefe brit¨¢nico le acus¨® de "negar la existencia del coraje, el patriotismo, la fe, la esperanza y la caridad").
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