?Las fronteras de Europa, s¨ª o no?
Todas las mesas est¨¢n ocupadas, constato al entrar en el caf¨¦ del CCCB. Me instalo en una mesita donde dos mujeres j¨®venes sorben sus t¨¦s perfumados y abro una revista con un art¨ªculo sobre Tzvetan Todorov. "?Vas a su conferencia Las fronteras de Europa, esta noche?", me pregunta una de las dos mujeres en un catal¨¢n te?ido con un ligero acento, y tras una pausa nos cuenta que ella se siente europea porque la cultura de Europa es la que se ha impuesto en su pa¨ªs, Argentina. La otra chica, una catalana, le replica diciendo que ella siente lo contrario: es una europea, pero su identidad est¨¢ arraigada m¨¢s en el Mediterr¨¢neo que en el coraz¨®n de Europa: "En Grecia o en Israel me encuentro en mi casa; en Francia o Alemania no tanto". Fronteras, identidades... pienso y me pregunto por la de Tzvetan Todorov, un exiliado b¨²lgaro que desde hace 40 a?os reside en Francia.
En el CCCB se habla de viejas y nuevas fronteras, y de c¨®mo las que emergen ponen en peligro la defensa de valores universales
En su presentaci¨®n del fil¨®sofo, historiador y ling¨¹ista, el director del CCCB, Josep Ramoneda, contesta mi t¨¢cita pregunta: tras cuatro d¨¦cadas de vivir en Francia, Tzvetan Todorov ya no encuentra en Bulgaria sus puntos de referencia. Todorov inicia el ciclo internacional Fronteres, que organizan el CCCB y la Fundaci¨® Collserola, en el que cada lunes, hasta finales de marzo, desarrollar¨¢ su punto de vista un conferenciante: M. Cruz, F. Fern¨¢ndez Buey, D. Landes, G. Corm, D. Schnapper, R. Bartra, E. Weizman, M. Foucher, B. Badie, Z. Bauman.
El progreso de las ciencias sociales y el desmantelamiento de las estructuras coloniales son el inicio de una interrogaci¨®n progresiva sobre la idea de la frontera, de modo que los l¨ªmites que hab¨ªan sido considerados "naturales" comienzan a entenderse como resultado de un proceso de construcci¨®n pol¨ªtica, social y cultural, dice el programa de mano. Los temas de las ponencias giran en torno a las preguntas b¨¢sicas de la contemporaneidad: ?c¨®mo se ha transformado la idea de frontera?, ?qu¨¦ fronteras persisten y qu¨¦ otras van apareciendo?, ?en qu¨¦ medida las fronteras emergentes pueden poner en peligro la defensa de unos valores universales? Pienso en la mundializaci¨®n, ese proceso que hace que las fronteras geopol¨ªticas y simb¨®licas se disloquen y nazca el espacio imaginario de la ciudad global, mestiza, en la que la frontera deja de ser un lugar de paso y se convierte en espacio donde residir y, por lo tanto, convivir; cualquier lugar puede ser el umbral entre un nosotros y los otros.
As¨ª, pues, ?qu¨¦ es Europa?, se pregunta Todorov al empezar su ponencia, y ?qu¨¦ es Europa en la era de la globalizaci¨®n? ?Son s¨®lidas sus fronteras? Y en el fondo, ?es necesario que Europa tenga fronteras? ?Cu¨¢l es la solidez de Europa, si durante la guerra de Irak la poblaci¨®n de la Uni¨®n Europea estuvo de acuerdo en rechazar la acci¨®n militar estadounidense, sin que esa opini¨®n mayoritaria se tradujera de alg¨²n modo en la postura de algunos pol¨ªticos, de manera que la Europa pol¨ªtica qued¨® dividida en dos mitades?
Todorov hace un repaso hist¨®rico de las fronteras europeas: en la edad de la religi¨®n, la frontera b¨¢sica era la que separaba el cielo de la tierra, los fieles de los infieles. La Europa moderna, la de los Estados-naci¨®n, sacralizaba la patria y exaltaba la muerte a su servicio. Nuestra actualidad, la era del individuo, tiene como m¨¢ximo valor la libertad individual y es una fiesta del florecimiento del individuo. En ella se habla de diluir las fronteras sublimando la amistad y el encuentro entre los pueblos. ?Es recomendable hacerlo? No, sostiene Todorov: la visi¨®n individualista de la desaparici¨®n de las fronteras es una visi¨®n poco realista, y m¨¢s, es una idea peligrosa: hay que saber proteger sus valores.
Todorov vuelve a la cuesti¨®n de qu¨¦ es Europa tratando de definir la cultura europea. La pluralidad, la aceptaci¨®n del extranjero, es uno de los signos distintivos de Europa, dice, al igual que lo es el sentimiento de pertenencia, de identidad cultural. El imperialismo europeo produce el antiimperialismo, cualquier tesis genera su ant¨ªtesis; en Europa encontramos la negaci¨®n de cualquier tesis. Entonces los oyentes nos preguntamos: si toda afirmaci¨®n encuentra su negaci¨®n, ?cu¨¢l es la esencia de nuestra cultura? La respuesta no se hace esperar: no hay esencia en la cultura europea, afirma Todorov.
En cuanto al presente y al futuro de Europa, Todorov desea que los pa¨ªses europeos, unidos en una potencia, ejerzan pac¨ªficamente su influencia en el mundo. Unidos, subraya, y es que aislados los individuos y las naciones no significan nada, son granos de polvo destinados a diluirse en el barro. Todorov propone una Europa, basada en la sociedad del bienestar y una buena jurisdicci¨®n, que frenar¨ªa los da?os de la globalizaci¨®n y los agravios de la mercantilizaci¨®n, una Europa convertida en una potencia tranquila. ?Por qu¨¦ una potencia? Para poder abstenerse, si lo desea, de colaborar con EE UU. Pero para que Europa llegue a ser una potencia, afirma, debe serlo tambi¨¦n militarmente, para poder defenderse a s¨ª misma y a sus valores. Y por ello mismo necesita fronteras exteriores.
Tras esa intensa sesi¨®n nos reunimos varios amigos a tomar un refresco. Los temas de la charla se reflejan en nuestro debate inflamado en que los elogios a las ideas expuestas chocan con expresiones de desencanto. Un colega las resume con su exclamaci¨®n: "Toda la vida luchando por abolir tanto las fronteras como el poder militar, ?y ahora resulta que ambos son imprescindibles?". Pienso que, como todo pensador l¨²cido, Todorov ha despertado en su audiencia nuevas preguntas y dudas. Y en mi cabeza resuenan sus palabras: "M¨¢s que buscar vivir en el cielo hay que intentar prevenir el infierno". Una sola frase, toda una lecci¨®n.
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