?Qu¨¦ hacer con los inmigrantes 'sin papeles'?
Electoralista, insuficiente, injusta, inconcreta, crear¨¢ trabajadores de segunda clase...
La propuesta del presidente Bush de legalizar a m¨¢s de ocho millones de inmigrantes sin papeles no ha gustado a casi nadie. Es l¨®gico que as¨ª sea. Dejando de lado exabruptos como el del senador republicano que ha dicho que ser¨¢ como recompensar al que imprime billetes de banco en el garaje de su casa, el plan del Gobierno Bush crea inquietudes bastante serias entre los especialistas.
No se trata de una amnist¨ªa, similar a la que el presidente Reagan puso en marcha en 1986 y legaliz¨® a casi tres millones de inmigrantes (es curioso que los presidentes republicanos sean, aparentemente, los m¨¢s sensibles al problema de la inmigraci¨®n ilegal). El plan Bush plantea conceder a los ilegales la regularizaci¨®n, pero s¨®lo temporalmente: tres a?os renovables una sola vez. Durante este periodo de tiempo el trabajador extranjero podr¨¢ ir y volver a su pa¨ªs y gozar¨¢ de los mismo derechos que los trabajadores norteamericanos. Pero al final tendr¨¢ que volver a su pa¨ªs. No han faltado las voces que han se?alado las similitudes con el programa de braceros mexicanos vigente desde el final de la II Guerra Mundial hasta mediados de los sesenta y que tuvo m¨¢s sombras que luces. Cualquier especialista en migraciones sabe que los programas llamados de guest workers, o trabajadores invitados temporalmente, plantean un problema insalvable para el pa¨ªs de acogida. Al final, los "invitados" no se quieren marchar. No hay m¨¢s que recordar el origen de la mayor¨ªa de los trabajadores turcos en Alemania, invitados que nunca se fueron. ?C¨®mo hacer que se vayan cuando termina el periodo legal? Se puede cargar la responsabilidad sobre el empresario, estableciendo un sistema de pagos y penalizaciones si el trabajador no vuelve a su pa¨ªs de origen, pero la mayor parte de los empresarios poco pueden hacer si los trabajadores deciden dejar la legalidad y volver a la sombra. Otra posibilidad es poner la presi¨®n en el propio trabajador, detrayendo de su salario una cantidad que cobrar¨¢ en su pa¨ªs de origen al regreso. ?ste fue el sistema seguido con los braceros mexicanos y muchos de ellos se vieron estafados, pues nunca disfrutaron de su dinero retenido. En ambos casos, el Gobierno debe dedicar m¨¢s fondos y personal a la b¨²squeda y expulsi¨®n de indocumentados cuando expira su permiso. La experiencia hist¨®rica ense?a que ning¨²n sistema es eficaz. Los permisos temporales no solucionan el problema de la inmigraci¨®n ilegal. A corto plazo reducen el n¨²mero de trabajadores irregulares si ¨¦stos ven ventajas en salir a la luz y disfrutar de ciertos derechos, pero la bolsa de sin papeles vuelve a aparecer cuando ¨¦stos deciden no marcharse. Si adem¨¢s, tal y como contempla el plan Bush, se les permite traer a sus familias durante su estancia como temporales, el fracaso en conseguir su retorno est¨¢ asegurado. Sin embargo, dentro de la vaguedad (calculada, sospecho) de la propuesta de Bush se habla de la posibilidad de que estos trabajadores temporales obtengan finalmente la ansiada green card americana, la residencia permanente. De confirmarse, estar¨ªamos ante una amnist¨ªa de ilegales retardada y encubierta para no encrespar los ¨¢nimos de las bases m¨¢s conservadoras del Partido Republicano y de los sindicatos.
Legalizar a millones de irregulares va a crear, asimismo, un problema a?adido a la ya saturada Administraci¨®n norteamericana encargada de gestionar los permisos de inmigraci¨®n. Requerir¨¢ m¨¢s presupuesto y m¨¢s personal y, adem¨¢s, el proceso deber¨ªa ser r¨¢pido, pues el solo anuncio de la propuesta del Gobierno hace que cada d¨ªa aumente la bolsa de ilegales.
Sin embargo, no todo es negativo en la propuesta inmigratoria de Bush. Puede ser un buen sistema para aquellos inmigrantes que simplemente busquen una estancia temporal. Aumentar¨¢ el salario de los trabajadores extranjeros legalizados (en California se calcula que un inmigrante legal gana en torno a un 40% m¨¢s que un ilegal). Permitir¨¢ los viajes de ida y vuelta entre el pa¨ªs de origen y destino, es decir, b¨¢sicamente entre M¨¦xico y Estados Unidos con la probable (esperemos) reducci¨®n de la mortalidad al cruzar la frontera, tr¨¢fico de ilegales y actividades il¨ªcitas de los coyotes. Y finalmente, el plan de Bush tiene la virtud de poner encima de la mesa electoral el problema de los inmigrantes sin papeles. Si llega a ponerse en pr¨¢ctica tendr¨¢ una forma muy distinta de la propuesta original, pues es previsible que el Congreso lo modifique sustancialmente, pero a partir de este momento republicanos y dem¨®cratas van a tener que sentarse a negociar qu¨¦ hacer con los inmigrantes irregulares. Al contrario que en Europa, donde en tiempo de elecciones los candidatos suelen ofrecer mano dura con la inmigraci¨®n ilegal y donde el perfil xen¨®fobo de muchas propuestas tiene tir¨®n electoral, el presidente Bush ha lanzado al ruedo pol¨ªtico una propuesta (con todos sus problemas) impensable en cualquier campa?a electoral europea: regularizar a los inmigrantes indocumentados. En el periodo electoral que se avecina, a muchos nos gustar¨ªa saber qu¨¦ piensan nuestros candidatos que hay que hacer con los inmigrantes sin papeles que trabajan en Espa?a.
Blanca S¨¢nchez Alonso es profesora de la Universidad San Pablo-CEU. Actualmente es visitante en el Institute for the Study of International Migration de la Universidad de Georgetown.
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