Los misterios brujos del baile sevillano descongelan Nueva York
Manuela Carrasco y Juan de Juan arrasan en Flamenco Festival USA
Embrujo, misterio, majestad, poder¨ªo...; todos los t¨®picos del arte sevillano aparecieron juntos el jueves por la noche en Nueva York para descongelar a una ciudad sitiada por el fr¨ªo polar, llena de hielo y nieve sucia en las aceras. Lleg¨® el Flamenco Festival USA al City Center y 2.500 neoyorquinos de todos los colores, religiones y lenguas gozaron de una larga sesi¨®n de calefacci¨®n bailada y cantada a lo grande.
Israel Galv¨¢n es un revolucionario duro que amaga el baile cl¨¢sico y lo hace pedazos
Encendi¨® las calderas con sus pies de metralleta el joven Juan de Juan (1979); las atizaron Israel Galv¨¢n (1973), con su baile kafkiano-conceptual, y Roc¨ªo Molina (1984), con su delicadeza ir¨®nica, y las revent¨® del todo la trianera Manuela Carrasco (1958), que bail¨® como lo que es: la diosa del baile gitano.
La ola ¨¢rtica de ocho grados bajo cero ha convertido el paseo por la ciudad de la rasca -?oh, cielos!- en una temible carrera de patinaje y un martirio para las orejas, pero en peores plazas han toreado los flamencos. Cuando despu¨¦s de casi tres horas acab¨® la Gala Sevilla, la gente se levantaba enloquecida, gritaba oles a Manuela Carrasco y al maestro Chocolate (que acababan de parar el tiempo por siguiriyas), y se dir¨ªa que los aplausos sonaban a comp¨¢s: el muy sofisticado y entendido City Center, donde bailan el American Ballet Theatre y la compa?¨ªa de Marta Graham, parec¨ªa un colmao antiguo.
Para completar la metamorfosis s¨®lo faltaban el tabaco y el fino, aunque en el descanso se sirvi¨® un vino espa?ol (c¨¢ntabro, para mayor exotismo) en el ambig¨² mientras un grupo de unos cuarenta adictos fumaba en la puerta jug¨¢ndose la pulmon¨ªa en cada calada.
La cuarta edici¨®n del Flamenco Festival empez¨® como acab¨® la tercera: lleno total y ¨¦xito apote¨®sico. Unas calles m¨¢s al sur est¨¢ Broadway con sus musicales, pero de las limusinas y el metro sal¨ªan a las 19.30 sobre todo aficionados al flamenco: japoneses, rusos, negros, mulatos, indios, rubios, mujeres de bandera, una pareja de franceses, bailarinas flacas con pinta de bailarinas buenas, una septuagenaria vestida de encajes de lagarterana con sombrero cordob¨¦s, Paquito D'Rivera y se?ora, el alcalde de Sevilla, el c¨®nsul de Espa?a en la ciudad y hasta una homeless con bolso-vivienda pero desesperada por encontrar una entrada de sobra.
Una pasi¨®n que el conocimiento no quita, como se vio en el respeto y la sensibilidad con que recibieron el riesgo y la maravillosa anarqu¨ªa de Israel Galv¨¢n, un raro espl¨¦ndido, un revolucionario duro que amaga el baile cl¨¢sico y lo hace pedazos. Galv¨¢n sale vestido como para matarlo, pero en cuanto despliega ese arte extra?o, a medias intelectual y enamorado, dan ganas de llev¨¢rselo a casa. Taconeos sincopados que suenan a Stockhausen, punterazos vanguardistas, medios tonos y fraseos a medias, requiebros de un surrealismo como sin terminar, parones y braceos llenos de humor y sabor, carreras suicidas, escobillas matizadas que recuerdan al laboratorio enduendado de Morente, ramalazos de baile primitivo-contempor¨¢neo-corralero-femenino... Descifrar este ultramoderno mundo (por algo Galv¨¢n coreografi¨® El proceso) requiere un psicoan¨¢lisis, no una cr¨®nica. Pero el flamenco no es de entender, sino de disfrutar, y la gente aplaud¨ªa conforme, dici¨¦ndole al de al lado: "Very modern".
Tampoco anda corta de talentos distintos la malague?a Roc¨ªo Molina, casi una adolescente que baila con un empaque, una madurez y una iron¨ªa tan profundos que a veces parece que parodiara a todas sus maestras.
El tercero en comparecer fue Juan de Juan. Y ah¨ª el p¨²blico se venci¨® del todo. M¨¢s estilizado en su baile y su figura, muy en el estilo Farruquito, se ve que ha superado su largo tiempo de fogueo con Canales. Juan se entrega sin freno y ha mejorado en brazos y comp¨¢s, aunque apuesta casi todo a su prodigioso y efectista trabajo de pies. Arm¨® el taco por alegr¨ªas vestido como para una boda, guapo a reventar, sonriente y sudando las chorreras a conciencia. Su taconeo es impresionante, esos pies parecen misiles tierra-tierra, y eso gusta mucho.
La segunda parte, demasiado larga (algunos se largaban al hielo), supuso el regreso a las esencias m¨¢s rancias y ver¨ªdicas. El t¨²nel del tiempo y el recio vino cant¨¢brico del descanso nos trasladaron al baile gitano en estado original. Manuela Carrasco es la faraona Nefertiti, la emperatriz del pelo azul. S¨®lo necesita plantarse all¨ª con su estampa picassiana y levantar esos dos (?o son cuatro?) brazos de Dios. Pero, adem¨¢s, es que esta vez bail¨® para morir. Por sole¨¢ y sobre todo por siguiriyas, llena de garra y embrujo, hizo m¨²sica inimitable con los pies y cre¨® bellezas con las manos. Manuela acab¨® con el cuadro. Y eso que el cuadro era la leche: T¨ªa Juana la del Pipa al cante por cazallas; Susi al rajo m¨¢s dulce; Chocolate con la garganta echando chispas de fragua; el trueno de Enrique el Extreme?o en su poder¨ªo abrumador... Y las fabulosas ancianas T¨ªa Curra y T¨ªa Antonia, con esa patada por buler¨ªas que s¨®lo se ve en las bodas.
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