?EE UU en declive?
Hace unos meses, el ex presidente Bill Clinton volvi¨® a su alma
m¨¢ter, la Universidad de Yale, para pronunciar un importante discurso sobre la pol¨ªtica de EE UU ahora y con vistas al futuro. Con gran correcci¨®n, no lanz¨® ning¨²n ataque personal contra el presidente Bush, ni hizo comentarios puntillosos sobre la forma de llevar la guerra de Irak. Pero s¨ª hizo una serie de observaciones sobre el futuro a largo plazo del mundo y el lugar de EE UU en ese futuro, que se me han quedado grabadas y me han hecho pensar mucho. Sus comentarios m¨¢s contundentes ten¨ªan que ver con la eterna b¨²squeda de EE UU de la seguridad absoluta. No se trataba s¨®lo de aplastar a Al Qaeda o mantener a raya a Corea del Norte, por importante que esto sea. Se trataba del largo plazo, cosa en la que los pol¨ªticos de la mayor¨ªa de los pa¨ªses rara vez piensan. En palabras de Clinton, el aut¨¦ntico gran desaf¨ªo para los l¨ªderes de EE UU era crear "un mundo con normas, asociaciones y h¨¢bitos de conducta en el que nos gustar¨ªa vivir cuando ya no seamos la superpotencia militar, pol¨ªtica y econ¨®mica" del planeta.
EE UU deber¨ªa plantearse qu¨¦ tipo de orden internacional desea cuando aparezcan nuevas fuerzas mundiales y su posici¨®n hegem¨®nica se vea modificada
?C¨®mo puede un estadounidense pensar que haya un tiempo en el que su pa¨ªs no sea la naci¨®n dominante? A franceses, rusos, chinos y ¨¢rabes s¨ª les gustar¨ªa
Unos chicos listos del Pent¨¢gono han encargado un estudio sobre el declive de las grandes potencias para aprender c¨®mo mantenerse en lo alto un poco m¨¢s
Vaya, nunca hab¨ªa o¨ªdo a un pol¨ªtico estadounidense enunciar una idea semejante, que en muchos c¨ªrculos podr¨ªa ser considerada her¨¦tica. ?C¨®mo puede un estadounidense pensar que haya un tiempo en el que EE UU no sea la naci¨®n dominante? Est¨¢ claro que a los franceses, rusos, chinos y ¨¢rabes les gusta so?ar con tal situaci¨®n, pero no a un ciudadano estadounidense, y menos a¨²n si es un antiguo comandante en jefe. El concepto de Clinton est¨¢ en completo y profundo desacuerdo con la declaraci¨®n sobre la estrategia general a largo plazo de EE UU que se detalla en el famoso documento Estrategia para la seguridad nacional de septiembre de 2002. En aquel documento, la Administraci¨®n del presidente Bush sosten¨ªa que las Fuerzas Armadas estadounidenses deb¨ªan hacer todos los esfuerzos necesarios para impedir que cualquier otra naci¨®n "sobrepase, o iguale, el poder de EE UU". ?sta es, despu¨¦s de todo, la justificaci¨®n de un presupuesto de defensa que se ha disparado por encima de los 400.000 millones de d¨®lares (320.000 millones de euros) al a?o y que es mayor que el gasto combinado de los 12 pa¨ªses que nos siguen en la lista de gasto en defensa. Por tanto, parece ins¨®lita la idea misma de aceptar el fin de este predominio, y m¨¢s a¨²n la de prepararse para hacer que esto suceda. ?Ha pensado alguna vez de esta forma un dirigente o un pa¨ªs en la historia? ?Por qu¨¦ deber¨ªa hacerlo EE UU?
De hecho, hay una analog¨ªa bastante parecida con los debates sobre pol¨ªtica exterior que tuvieron lugar entre aquellos dos estadistas brit¨¢nicos rivales, Benjamin Disraeli y William Gladstone, desde la d¨¦cada de 1860 hasta la de 1880. Disraeli, conservador e imperialista exacerbado, recalcaba la necesidad de mantener fuerte el Imperio Brit¨¢nico, de utilizar la "diplomacia de los ca?ones" contra los reg¨ªmenes recalcitrantes del mundo no occidental, y de hacer adquisiciones territoriales estrat¨¦gicas (como en ?frica occidental, Malaisia, Fiyi, Afganist¨¢n). Por el contrario, el l¨ªder liberal, Gladstone, no s¨®lo denunciaba la grandilocuencia y codicia imperialista, sino que tambi¨¦n instaba a reconocer la importancia de los acuerdos y tratados internacionales. ?l estaba de acuerdo (por utilizar una de sus frases favoritas) en que "las grandes potencias ten¨ªan grandes responsabilidades", pero sent¨ªa que hab¨ªa una raz¨®n adicional por la cual todos deb¨ªan trabajar juntos, recortar su gravoso gasto en armamento y crear un orden mundial estable y pr¨®spero, basado en el Estado de derecho. (No es de sorprender que Woodrow Wilson tuviera un retrato de Gladstone en la Casa Blanca). M¨¢s a¨²n, Gladstone fue, que yo sepa, el ¨²nico estadista de la etapa media victoriana que intuy¨® que EE UU sobrepasar¨ªa un d¨ªa al Imperio Brit¨¢nico, comercial y estrat¨¦gicamente, y que tuvo temple para afrontarlo. ?C¨®mo ser¨ªa, se preguntaba, el sistema ideal internacional cuando Gran Breta?a dejara de ser el n¨²mero uno, quiz¨¢ de 30 a 50 a?os? No era una pregunta tonta.
Ocaso imperial
Los criterios divergentes de los presidentes Bush y Clinton con respecto a la estrategia estadounidense a largo plazo se pueden contemplar bajo esta misma luz. Nadie que tenga sentido com¨²n dir¨ªa que EE UU se est¨¦ enfrentando ahora a su ocaso imperial, aunque sus fuerzas terrestres est¨¦n sobrecargadas en Irak y otros lugares problem¨¢ticos. Como ya he afirmado en otras ocasiones, parece ser m¨¢s fuerte ahora, si se compara con cualquier otra naci¨®n o grupo de naciones, de lo que era hace 20 a?os. Pero a medida que las grandes potencias caen (la Uni¨®n Sovi¨¦tica) y resurgen (China), nos recuerdan que el mundo nunca permanece inm¨®vil, especialmente en la esfera de la pol¨ªtica internacional. Cada una de estas visiones estrat¨¦gicas tiene sus defensores apasionados porque, a fin de cuentas, sus diferencias son muy profundas y se sit¨²an en el n¨²cleo del debate sobre la "condici¨®n excepcional" de EE UU. Pero el verdadero problema, tal y como yo lo veo, es que ambas escuelas de pensamiento tienen fallos. Una estrategia simplista de seguir siendo el n¨²mero uno a cualquier coste y no tomar nunca en consideraci¨®n un futuro alternativo va en contra de la historia. Es un privilegio que no ha sido otorgado a ninguna naci¨®n o imperio, y ser¨ªa una arrogancia pensar que EE UU vaya a ser diferente (¨¦sta podr¨ªa ser la raz¨®n de que unos chicos listos del Pent¨¢gono hayan encargado ya un estudio sobre el declive de las grandes potencias, para intentar aprender la forma de mantenerse en lo alto un poco m¨¢s de tiempo).
En cualquier caso, parad¨®jicamente, la pol¨ªtica comercial de EE UU y los flujos de capital privado est¨¢n ya provocando cambios profundos en el equilibrio de poder mundial a largo plazo, especialmente con el auge de Asia. A no ser que la escuela partidaria de "permanecer en lo alto" quiera realmente emprender acciones preventivas, no queda m¨¢s alternativa que aceptar que China e India acabar¨¢n por alcanzarnos. ?Se podr¨¢n retener por la fuerza las ambiciones de 3.000 millones de personas cuando ¨¦stas tengan los mismos niveles de ingresos que los estadounidenses? Es absurdo. Pero tambi¨¦n hay peligros en la escuela que aboga por "prepararnos para nuestra desaparici¨®n", por lo menos si se expresa de forma tan cruda. Retirar las legiones y adoptar el aislacionismo como propone el antiguo candidato a la presidencia, Patrick Buchanan, producir¨ªa inestabilidad en muchas partes del globo. Cuando Gladstone se pronunci¨® abiertamente a favor de retirarse de varios lugares, o de compartir el poder de Gran Breta?a, lo ¨²nico que hizo fue animar a rusos, alemanes y franceses a aumentar la presi¨®n. Cuando ¨¦l redujo dr¨¢sticamente los presupuestos de la Armada, otros incrementaron los suyos. En un mundo an¨¢rquico, la magnanimidad y el idealismo se ven muy limitados si no est¨¢n atemperados por la apreciaci¨®n de la vigencia permanente de la realpolitik.
Sin embargo, a fin de cuentas, sigue siendo muy valiosa la idea de que EE UU deber¨ªa plantearse muy seriamente qu¨¦ tipo de orden internacional desea cuando entren en juego nuevas fuerzas mundiales y su actual posici¨®n hegem¨®nica se vea modificada. Este planteamiento no tiene por qu¨¦ ser negativo (es decir, c¨®mo frenar el naciente poder de la India), sino m¨¢s bien muy positivo: c¨®mo dar m¨¢s poder a los organismos internacionales como la ONU para que puedan solucionar los conflictos con m¨¢s eficacia; c¨®mo alterar la composici¨®n del Consejo de Seguridad para otorgarle mayor autoridad y respeto; c¨®mo librar al mundo de la horrenda pobreza y desesperaci¨®n que alimentan tanta ira contra Occidente; c¨®mo mejorar el entendimiento cultural en lugar de los profundos prejuicios ¨¦tnicos y religiosos; c¨®mo trabajar mejor dentro (en vez de fuera) de las instituciones globales. S¨ª, algunas de estas cosas suenan peligrosamente gladstonianas o wilsonianas, y todas y cada una de estas l¨ªneas de acci¨®n deben ser ponderadas en funci¨®n de los progresos reales que se obtengan y sin abandonar las defensas de EE UU. Pero, francamente, no hay otro camino, o, por lo menos, no a largo plazo. El panorama estrat¨¦gico mundial cambia de vez en cuando, y seguir¨¢ haci¨¦ndolo en el futuro. En lugar de dejarnos llevar por el p¨¢nico y empezar a andar en c¨ªrculo, ?no nos convendr¨ªa m¨¢s plantearnos de vez en cuando la pregunta del presidente Clinton?
Traducci¨®n de News Clips.
? Tribune Media Services International 2004.
Paul Kennedy es catedr¨¢tico Dilworth de Historia en la Universidad de Yale y autor de 'Auge y ca¨ªda de las grandes potencias'.

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