Sara Baras enamora a Nueva York
La bailaora mezcla fibra, m¨¦todo, clase y tac¨®n para seducir a un p¨²blico rendido
El City Center entero puesto en pie. Ovaciones, jaleos, bravos, gritos a lo Jos¨¦ Luis Moreno... Aquello era el delirio. En apenas 100 minutos, Sara Baras y su compa?¨ªa convirtieron el templo neoyorquino de la danza en un manicomio. La gente sal¨ªa de la bombonera Calle 55 abajo moviendo las manos as¨ª, marcando la farruca as¨¢... La bailaora gaditana (San Fernando, 1971), que ya conquist¨® el a?o pasado la ciudad con Mariana Pineda, volvi¨® el viernes con Sue?os, un espect¨¢culo anterior, sin argumento, mucho m¨¢s flamenco y remozado para la gran ocasi¨®n. Y form¨® un alboroto extraordinario.
El ¨ªnclito Chencho Arias ten¨ªa esta vez raz¨®n: "Ten¨ªamos que haber abierto con esto, ten¨ªamos que haber abierto con esto", dec¨ªa el embajador a los responsables del Flamenco Festival USA nada m¨¢s acabar la actuaci¨®n. Dejando aparte la licencia del plural, una cosa es verdad: Sara Baras nunca falla. Es un reloj, una m¨¢quina de bailar enamorada por completo de lo que hace, una currante incansable con m¨¢s fibra que Fernando Torres y que se lesiona menos que Roberto Carlos, una artista de clase indiscutible que vende maravillosamente su arte, que sabe como nadie lo que el p¨²blico quiere ver y se lo da con una entrega total, sudando lo que haga falta, sin esperar a que venga el duende de no se sabe d¨®nde (la vieja coartada de los seudoprofesionales), sino yendo a buscarlo en cada momento.
Adem¨¢s, es simp¨¢tica, humilde, lista como el aire, guapa de dar envidia, una de esas personas que se mete a la gente en el bolsillo en 30 segundos. Una artista, en fin, a la medida de Am¨¦rica: en los ¨²ltimos 14 meses ha hecho 350 representaciones de Mariana Pineda por todo el mundo, ha ganado el Premio Nacional de Danza y ha tenido tiempo de ensayar cinco horas diarias sus viejos Sue?os para ajustarlos al nuevo reto: la conquista del Imperio.
Arropada por seis m¨²sicos (fant¨¢sticos Jos¨¦ Motos en la percusi¨®n y las guitarras de Jos¨¦ Mar¨ªa Banderas y Mario Montoya), cinco bailaoras que nunca pierden paso, dos bailaores pintones y una pareja c¨®mplice en el escenario y fuera de ¨¦l (Jos¨¦ Serrano, al que ella ha pulido hasta convertirlo, en tres a?os, en una especie de clon), el Ballet Flamenco Sara Baras ense?¨® su capacidad para zamparse con patatas lo que venga.
Hasta cierto punto, Sue?os es flamenco de dise?o para grandes masas, bien pensado, cuidado, iluminado, ejecutado, vestido y rematado. Cierto es que en varios n¨²meros, Sara y Serrano abusan de los taconeos, y de los finales trepidantes y espectaculares, y de los desplantes mirando al tendido en busca del aplauso f¨¢cil. ?Pero es eso pecado mortal o una herramienta m¨¢s del artista que trata de triunfar en el circo de fieras del show-business?
Quiz¨¢ ni siquiera eso importe (en esto s¨®lo tiene raz¨®n el que paga el importe). Pero el caso es que Baras tiene un don muy raro: se las apa?a para ser ovacionada nada m¨¢s salir al escenario en Nueva York, antes incluso de bailar, y para dejar satisfechos a los flamencos m¨¢s cabales. Tal vez porque ella tambi¨¦n lo es. Y junto a la infalible oferta tres x uno (Baras + Serrano + Grupo por el mismo precio) y el bello envoltorio de color, luz y sonido, hay flamenco de verdad, baile de verdad en su propuesta.
La mejor prueba fue la farruca, baile de extrema dificultad que Baras ataca vestida con pantal¨®n en homenaje a Carmen Amaya. El City Center sigui¨® en un silencio sepulcral su valiente y contenida puesta en escena. Primero con dos bailaores, luego sola con dos guitarras y un viol¨ªn, finalmente sin guitarras ni nada, pel¨¢ y mond¨¢, Sara Baras hizo ah¨ª un baile grande, lleno de emoci¨®n, arrebato, flamencura. Y el estallido final en bravos y aplausos dur¨® lo suficiente y fue tan espont¨¢neo como para pensar que sal¨ªa del coraz¨®n y no de la cartera (las entradas cuestan entre 30 y 70 d¨®lares).
Al final, la cola de 30 personas en los camerinos, esperando un aut¨®grafo o una sonrisa de la bailaora gaditana, significaba una cosa: all¨ª dentro hab¨ªa una estrella.
Babelia
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