Un hijo modelo
Al conjuro del apellido Brendel -padre e hijo- y de un programa dedicado a Beethoven -que conclu¨ªa su miniserie dentro del Liceo de C¨¢mara- se moviliz¨® la filarmon¨ªa madrile?a como en las grandes ocasiones. Desde la boca del metro hasta la puerta del auditorio, se ped¨ªa una entrada por el amor de Dios, y si en lugar de ser el recital en la sala de c¨¢mara llega a tener lugar en la sinf¨®nica, se llena igual. O en el Bernab¨¦u. O en las Ventas. Pero fue donde fue, y quiz¨¢ gracias a eso el ambiente result¨® todo lo familiar que debiera. Por eso y porque la sombra del padre genial no ahoga la virtud del hijo con talento, sino la impulsa. As¨ª que freudianos y lacanianos, por una vez, todos de acuerdo.
Liceo de C¨¢mara
Adrian Brendel, violonchelo. Alfred Brendel, piano. Obras de Beethoven. Auditorio Nacional. Madrid, 2 de febrero.
Es verdad que parece dif¨ªcil un acompa?amiento pian¨ªstico m¨¢s cuidadoso, pero tambi¨¦n que el progenitor no sacrifica nada por resaltar la gracia de su v¨¢stago. El piano de aqu¨¦l est¨¢ tan presente como el violonchelo de ¨¦ste -que es lo que quer¨ªa Beethoven-, canta con ¨¦l y como ¨¦l y no se limita a alfombrarle el paso, lo que se puso de manifiesto en esa Sonata n¨²mero 1 que el teclado domina. Adrian Brendel, por su parte, sabe muy bien lo que hace. Pareci¨® quedarse un poco corto de expresividad en la dicha sonata, pero engrandeci¨® las Variaciones sobre el oratorio de H?ndel 'Judas Macabeo' y ofreci¨® toda una lecci¨®n en la maravillosa Sonata n¨²mero 5, ya no con su padre al tim¨®n, sino al alim¨®n los dos. Formidable, como ejemplo, el tercer tiempo -y su transici¨®n desde el segundo- con ese Allegro fugato que es y no es. En la propina schumaniana, el violonchelo vol¨® ya casi solo, levemente sostenido por un piano definitivamente confiado. Ah¨ª demostr¨® Adrian que es mucho m¨¢s que el hijo de su padre.
Punto y aparte merece la versi¨®n que se marc¨® Alfred Brendel de la sonata La tempestad. Cualquier calificativo parece peque?o ante semejante despliegue de musicalidad, de t¨¦cnica, de l¨ªnea. El concepto, desde luego, es irreprochable. A eso a?adamos la suavidad en las din¨¢micas, la pertinencia de cualquier acento, el modo de subrayar este o aquel detalle, y quedar¨¢ lo que habr¨¢ de permanecer en el recuerdo de los afortunados que tuvieron la suerte de acudir a este recital poco com¨²n. Adem¨¢s, la con frecuencia denostada sonoridad de la sala de c¨¢mara para el piano result¨® un aliado del int¨¦rprete cuidadoso y sin recursos extravagantes. El instrumento sonaba cercano y c¨¢lido, pleno y redondo, como si todo el mundo estuviera muy cerca, como en una casa de familia. Y qu¨¦ familia.
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