La vacuna Carod
Lo menos fingido de este carnaval es la cara de asombro que se le ha quedado a Carod Rovira: no entiende que le forzasen a dimitir por haber hecho algo que aparentemente todos -todos los que ¨¦l conoce- ve¨ªan bien. ?No hab¨ªa asentido la multitud cuando Gemma Nierga inst¨® a los pol¨ªticos a buscar el fin del terrorismo mediante el di¨¢logo?
La elasticidad de ese t¨¦rmino permite interpretarlo indistintamente como: 1) di¨¢logo con ETA, a fin de averiguar qu¨¦ quiere y convencerle de que podr¨¢ alcanzarlo m¨¢s f¨¢cilmente si renuncia a la violencia. Es la interpretaci¨®n de Carod. 2) di¨¢logo entre partidos, en particular con los nacionalistas vascos. A esta segunda acepci¨®n se aten¨ªa por ejemplo Xavier Bru de Sala cuando sosten¨ªa (La Vanguardia, 26-10-02) que "hay que estar ciego, o querer estarlo, para no ver que el modo de acabar con ETA es darle al PNV lo que pide (m¨¢s lo que pueda pedir)".
La f¨®rmula Carod no es tan novedosa como parece creer. Fue reiteradamente ensayada en los a?os 80, pero hasta sus defensores m¨¢s entusiastas tuvieron que concluir que no hab¨ªa nada que hacer por ese lado; que los intentos de convencer a ETA mediante el di¨¢logo no s¨®lo no acercaban el fin de la violencia sino que eran interpretados como una prueba de que con ella se puede condicionar la pol¨ªtica: como m¨ªnimo, acelerar las contradicciones entre los partidos; como m¨¢ximo, obtener concesiones que avalaran la eficacia de la lucha armada y la necesidad de su continuidad.
A partir de Ermua (1997) exist¨ªa un amplio consenso sobre la conveniencia de cerrar toda v¨ªa de negociaci¨®n pol¨ªtica; cuando ETA comprendi¨® que era definitivo gir¨® hacia la estrategia de frente nacionalista plasmada en Lizarra. Ese pacto tuvo efectos negativos, pero tal vez fue una experiencia necesaria para convencer al PNV de que ni siquiera llevando las concesiones pol¨ªticas hasta el l¨ªmite (renuncia al autonomismo) desistir¨ªa ETA. Josu Jon Imaz admite ahora que en Lizarra su partido cometi¨® el error de "mezclar paz y proyectos pol¨ªticos". No es poca cosa: por sostener algo similar expulsaron del PNV a Emilio Guevara.
Sin embargo, hay cierta incoherencia entre esa autocr¨ªtica y la defensa del plan Ibarretxe. El lehendakari lleva a?os diciendo que el verdadero objetivo de su plan es "erradicar la violencia de ETA de una vez y para siempre", pero para conseguirlo aplica la segunda interpretaci¨®n catalana del t¨¦rmino di¨¢logo: que los no nacionalistas acepten su programa m¨¢ximo. En un folleto del Gobierno vasco difundido a fines de 2002 se resum¨ªa su "iniciativa para la convivencia" en diez puntos que ven¨ªan a ser un compendio de las reivindicaciones nacionalistas: reconocimiento jur¨ªdico de la identidad nacional vasca y del derecho a consulta, relaciones con Navarra y Pa¨ªs Vasco franc¨¦s, poder judicial aut¨®nomo, selecciones deportivas, gesti¨®n de la Seguridad Social, voz propia en Europa...
Esa era la situaci¨®n a comienzos de a?o. El Pacto Antiterrorista hab¨ªa cerrado la esperanza etarra de que un cambio de mayor¨ªa pudiera significar la vuelta a la ¨¦poca de la negociaci¨®n; y el PNV de Josu Jon Imaz, aunque manten¨ªa el plan Ibarretxe, se consideraba vacunado contra la tentaci¨®n de pactar con ETA e incluso rechazaba la oferta, avalada con el se?uelo de una posible tregua, de incorporar a los ex batasunos a sus listas en candidaturas unitarias por la autodeterminaci¨®n. En esas condiciones, Catalu?a aparec¨ªa ante los encapuchados como el eslab¨®n d¨¦bil; como la ¨²ltima esperanza de ser tomados en serio.
El balance de la operaci¨®n puede no ser tan beneficioso para ETA como se ha dicho. Su interlocutor ha quedado fuera de juego. Si lo que pretend¨ªa Carod era (como escrib¨ªa el domingo en Deia el ex diputado abertzale Letamend¨ªa) "reforzar su perfil propio en el tripartito" y "presionar al PSC y a trav¨¦s de ¨¦l al PSOE" para que rompiera el Pacto Antiterrorista, ha fracasado en ambos objetivos. Su sucesor, Josep Bargall¨®, declaraba el martes que "las cosas se aprenden con la pr¨¢ctica (...) Yo ahora s¨¦ que esto, siendo conseller en cap, es evidente que no se pod¨ªa hacer". Y Pasqual Maragall, tras recordar que "un mill¨®n de catalanes pidi¨® di¨¢logo tras el asesinato de Ernest Lluch", ha dicho que "hoy no pedimos di¨¢logo; hoy pedimos acabar con el terror. El ¨²nico di¨¢logo posible es cu¨¢ndo y d¨®nde entregan las armas". Tal vez el efecto de la iniciativa haya sido, por tanto, extender a Catalu?a la vacuna contra la tentaci¨®n de las soluciones imaginativas; en ese caso, la operaci¨®n Carod le habr¨ªa salido a ETA por la culata.
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