La Espa?a de ellos
A ra¨ªz de la reciente escaramuza dial¨¦ctica -un cruce de art¨ªculos, m¨¢s alguna carta- librada entre el fil¨®sofo Fernando Savater y el escritor Suso de Toro en las p¨¢ginas de EL PA?S, ha vuelto a aflorar en este diario uno de los debates pol¨ªtico-intelectuales m¨¢s genuinos de la legislatura que agoniza: aquel que pretende discernir si el crecimiento o la radicalizaci¨®n de los nacionalismos perif¨¦ricos (plan Ibarretxe, ascenso y llegada al Gobierno de Esquerra Republicana...) son una respuesta reactiva al discurso neocentralista y a la pr¨¢ctica reespa?olizadora del Gobierno de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar o si, por el contrario, los planes del lehendakari y el auge de Esquerra responden s¨®lo a la naturaleza intr¨ªnseca -descuartizadora y reaccionaria, off course- de ambos sujetos, de modo que el Partido Popular no tiene, en este terreno, ning¨²n papel provocador que reprocharse. El pasado viernes, un lector alineado con las tesis del fil¨®sofo donostiarra reprobaba a Suso de Toro por criticar una "Espa?a m¨ªtica", un fantasma que carecer¨ªa de partidarios, y a?ad¨ªa: "No veo a nadie aqu¨ª cantando las glorias del Cid ni de Isabel la Cat¨®lica".
Pues bien, si ese amable lector o si el mism¨ªsimo Savater no ven, no perciben el rancio y agresivo relente espa?olista que emana del PP desde hace por lo menos cuatro a?os, es que no miran ni huelen en la direcci¨®n adecuada. Es que no conocen, por ejemplo, el volumen que acaba de editar, bajo el contundente t¨ªtulo de Espa?a, un hecho, la Fundaci¨®n para el An¨¢lisis y los Estudios Sociales, la FAES; o sea, el poderoso think tank doctrinal de la derecha aznar¨ª, el laboratorio de ideas a cuyo frente va a ponerse el presidente del Gobierno tan pronto como haya completado su mudanza del palacio de La Moncloa.
Transcripci¨®n parcial de un ciclo de conferencias impartido en Santander y Bilbao el a?o pasado, el libro al que me refiero es, con alguna excepci¨®n, un arma arrojadiza, un instrumento de combate. La excepci¨®n ser¨ªa el texto plausible y bienintencionado que, sobre La propuesta constitucional de 1978, firma "Miguel Roca" (como puede observarse, el respeto de los editores por la pluralidad identitaria es exquisito en todos los detalles...). El combate tiene como enemigos a "los negadores de Espa?a", aquellos que "pretenden reducirla a un envoltorio jur¨ªdico" vaci¨¢ndola de contenido "afectivo, sentimental y cultural"; en una palabra: los nacionalismos perif¨¦ricos con sus "desmanes" y su "altaner¨ªa", con sus "atropellos" y sus "concepciones antidemocr¨¢ticas", esos que -en Catalu?a, por ejemplo- obran para que "unos Reyes Cat¨®licos, un Cid Campeador" no resulten "tan entra?ablemente nuestros (...) como un Jaume I o un Guifr¨¦ el Pil¨®s" (sic). Contra tales adversarios, las armas son de grueso calibre: se trata de "reivindicar el nombre de Espa?a", de afirmar que la naci¨®n est¨¢ por encima de la democracia ("la rebasa, la excede (...) S¨®lo son veinticinco a?os... frente a mil") y que su esencia inmanente es muy superior a contratos o voluntades circunstanciales.
Entre los cruzados de tan noble causa (es decir, los autores de ese libro-espingarda), y sin olvidar a P¨ªo Moa (ex miembro de los GRAPO hoy debelador de la Segunda Rep¨²blica por su falta de "sentido nacional") o a Enrique M¨²gica (que no necesita presentaci¨®n), me permito destacar a dos: uno es C¨¦sar Alonso de los R¨ªos, quien proclama "la evidencia de una naci¨®n espa?ola desde los romanos hasta hoy", descubre que, bajo el felipismo, hubo "un pacto entre los socialistas y los nacionalistas para enterrar la idea de Espa?a para siempre" y advierte, amenazador, que se acerca "el despertar de ese le¨®n dormido que ha sido y es una gran naci¨®n: Espa?a".
El otro punto fuerte del volumen es la contribuci¨®n del catedr¨¢tico Fernando Garc¨ªa de Cort¨¢zar, titulada -nada menos- La naci¨®n se hizo carne. En ese texto, quiz¨¢ por tratarse de un historiador de oficio, el autor se recrea y se embelesa glosando con l¨ªricos acentos las glorias hispanas desde el reinado de Argantonio en Tartessos hasta la Constituci¨®n de 1978, ensalza la id¨ªlica y nunca coactiva expansi¨®n de la lengua castellana, loa el "sentido pol¨ªtico" de los Reyes Cat¨®licos, "fabricantes de modernidad" y, saltando ¨¢gilmente por encima de ese agujero negro llamado franquismo, aterriza justo a tiempo para denunciar que, de 1975 ac¨¢, se han acentuado hasta el delirio "las supuestas identidades colectivas de Pa¨ªs Vasco, Catalu?a y Galicia" (sic), se han levantado unos nacionalismos "reaccionarios y ultraconservadores", un "totalitarismo nacionalista" al que es urgente poner coto.
Naturalmente, todos los autores citados y cualesquiera otros son muy libres, lib¨¦rrimos, para exponer y dar a la imprenta sus amenas teor¨ªas. ?Gu¨¢rdenos Dios de coartar o restringir el sagrado derecho a la cursiler¨ªa, a la sandez o al rid¨ªculo! ?Acaso ser¨ªa justo condenar al mutismo perpetuo a personalidades de la talla del ministro Trillo-Figueroa, de la ministra Garc¨ªa-Valdecasas, del presidente murciano Ram¨®n Luis Valc¨¢rcel, del graf¨®mano y ex recluso P¨ªo Moa? Que hablen pues, que escriban y que vendan... No, el problema no es ese. El problema reside -verbigracia- en que, con una espuerta de dinero p¨²blico a su disposici¨®n, el mismo se?or Garc¨ªa de Cort¨¢zar que pontifica para la FAES y a mayor gloria del PP irrumpa en el prime time televisivo y nos endilgue, bajo el t¨ªtulo de Memoria de Espa?a, una versi¨®n cara, pretenciosa y falsamente moderna de la historia escolar franquista de los a?os cincuenta. El problema es que mientras ciertos partidos, instituciones o autores llevan -o llevamos- el sambenito de "nacionalistas", otros partidos, otras instituciones y otros autores lo son hasta el paroxismo, y ejercen de tales con tanta sa?a como descaro, de un modo tan implacable como eficaz.
Joan B. Culla i Clar¨¤ es historiador.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.