Lleg¨® Beethoven y cambi¨® la historia

Habr¨ªa que preguntarse por qu¨¦ no mantuvieron las mismas posiciones en Beethoven, quiz¨¢ porque hubiera chocado m¨¢s de la cuenta, por la falta de costumbre de ellos mismos y, desde luego, del p¨²blico, qui¨¦n sabe. El caso es que el cuarteto americano mostr¨® por qu¨¦ se ha confirmado como uno de los m¨¢s s¨®lidos del panorama mundial en un matrimonio a cuatro duradero y fecundo. Su discurso surge con una extra?a facilidad y una formidable transparencia basadas, c¨®mo no, en una t¨¦cnica individual sencillamente asombrosa.

El Emerson sorprendi¨® en su d¨ªa por su formidable Beethoven. La versi¨®n que firm¨® el mi¨¦rcoles del Cuarteto op. 131 fue conmovedora. La modernidad de la pieza, su audacia, los gui?os tras la apariencia de alguno de sus grandes fraseos, las fugas y las variaciones que son y no son, la complejidad de su planteamiento r¨ªtmico, la emoci¨®n del tiempo lento, nada qued¨® fuera de una disecci¨®n primorosa del que fue el cuarteto preferido por su propio autor. Es imposible subrayar los momentos mejores, porque todos lo fueron en una lectura magistral, personal¨ªsima -y basta comparar en casa con quien se desee: el Alban Berg o el V¨¦gh, por ejemplo-, desde el hoy propio, de una obra que sigue sorprendiendo como lo hiciera el primer d¨ªa, de uno de los monumentos mayores de la historia de la m¨²sica.