Hait¨ª no puede esperar
Estados Unidos se ha sumado a Francia para pedir al presidente haitiano, Jean Bertrand Aristide, que abandone el poder, cuyos resortes ya no controla, para evitar as¨ª una abierta guerra civil en el pa¨ªs caribe?o, sumido en la anarqu¨ªa despu¨¦s de tres semanas de rebeli¨®n. Par¨ªs traslad¨® ayer la propuesta a una delegaci¨®n gubernamental haitiana en la confianza de que un acuerdo de m¨ªnimos entre los bandos en lucha permitir¨¢ el despliegue urgente de una fuerza civil de la ONU en la malhadada ex colonia francesa.
Aristide, que suscitara en tiempos grandes esperanzas, es hoy radicalmente impopular por su deriva dictatorial, la manipulaci¨®n de las elecciones y la corrupci¨®n de un r¨¦gimen incapaz de sacar a ocho millones de haitianos de una indescriptible miseria. Este caldo de cultivo explica la escasa resistencia a los milicianos que avanzan hacia Puerto Pr¨ªncipe. Washington, donde el antiguo cura izquierdista no goza de simpat¨ªas en la Administraci¨®n republicana, ha vuelto la espalda a su petici¨®n de ayuda militar. Anoche barajaba el posible env¨ªo de una flotilla para intervenir directamente en la crisis.
Pero con ser deplorable la ejecutoria del acosado presidente -a la postre elegido en dos ocasiones y cuya partida parece inevitable-, ser¨ªa ingenuo presumir la decencia de sus adversarios. Los enemigos de hoy y antiguos aliados de Aristide son b¨¢sicamente una partida de dudosos ex soldados -el ej¨¦rcito fue desarticulado hace 10 a?os, tras la invasi¨®n ordenada por Clinton para reponer a Aristide contra una junta castrense- apoyados por abiertos delincuentes que cabalgan en la ola del descontento popular. Su legitimaci¨®n internacional autom¨¢tica es impensable.
La prioridad absoluta en este escenario de caos y violencia es humanitaria: impedir una matanza de inocentes y capear la hambruna que planea sobre el pa¨ªs, del que intentan huir como pueden miles de haitianos. Un compromiso b¨¢sico entre los combatientes, como el que est¨¢n forzando Francia y EE UU, permitir¨ªa al Consejo de Seguridad despachar a la isla una fuerza de paz. Despu¨¦s son imprescindibles un Gobierno provisional, el desarme de los pistoleros de ambos lados y una autoridad electoral.
La tragedia de Hait¨ª, que estalla c¨ªclicamente y se remonta a su nacimiento independiente hace 200 a?os, requiere en cualquier caso soluciones duraderas. ?sta es la ocasi¨®n para poner los cimientos de una reforma pol¨ªtica y econ¨®mica del fracasado Estado y su sometimiento a reglas estrictas aceptadas por la mayor¨ªa. A Washington, absorto en otros frentes, le corresponde un papel crucial en esa tarea. Por su condici¨®n de superpotencia vecina y por su capacidad ¨²nica para influir sobre los acontecimientos.
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