Irak: rebeli¨®n ante el escarnio
Ahora resulta que los servicios de inteligencia no sirven y se quieren ir de rositas como si en Irak no hubiera pasado nada. Ahora va a resultar que todo ha sido un tr¨¢gico error. Seguro que a no mucho tardar los numerosos medios de comunicaci¨®n controlados por el tr¨ªo de las Azores comenzar¨¢n a extender la especie de la "tragedia iraqu¨ª". Tragedia, como si de un desastroso fen¨®meno natural se tratara, un terremoto, un cataclismo de gigantescas proporciones que escapa al control humano. Pues no. Lo de Irak tiene responsables muy definidos, con nombres y apellidos concretos. La gran supercher¨ªa, el conjunto de mentiras y de falsas pruebas, fue elaborada de forma supuestamente cuidadosa y difundida urbi et orbe. Entre otros, esos nombres son los de Bush, Cheney, Rumsfeld, Powell, Wolfowitz y Blair, quien, tontamente, incluso se sirvi¨® (sin mucha inteligencia) de una tesis doctoral de un estudiante para embrollar m¨¢s el asunto. En fin, ahora va a resultar, como dice el amigo Jos¨¦ Mar¨ªa Ridao, que los poderes del Estado se dividen en legislativo, ejecutivo, judicial... y servicios de inteligencia.
A prop¨®sito, y de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar ?qu¨¦? Baste mencionar el servilismo de que ha hecho gala en este asunto, bien ejemplificado con el viaje n¨²mero quince que acaba de realizar a Estados Unidos (Sharon, aliado estrat¨¦gico preferido, s¨®lo lo ha hecho nueve veces, si contamos el programado para finales de febrero). Brillante y muy europe¨ªsta pol¨ªtica exterior, que entiende de modo tan sui generis el inter¨¦s nacional de Espa?a. Satisfecha y orgullosa puede estar la ciudadan¨ªa espa?ola de disponer de un presidente de Gobierno que zanja las aristas morales que presenta la cuesti¨®n de la expulsi¨®n de emigrantes con un lapidario: "Ten¨ªamos un problema y lo hemos resuelto". O que, cuando los mismos Bush y Blair no tienen m¨¢s remedio que aceptar comisiones de investigaci¨®n (aunque probablemente en ellas intentar¨¢n desviar la atenci¨®n de sus trufadas decisiones pol¨ªticas hacia los supuestos errores de los centros de espionaje), se limita a declarar: "Hicimos lo que ten¨ªamos que hacer". Concluyente.
Y sin embargo, el tr¨ªo de las Azores est¨¢ a la defensiva. Arrogancia, chuler¨ªa, desprecio por la oposici¨®n y por la opini¨®n p¨²blica en general, tan en boga hace un a?o, comienzan a dar paso al disfraz de lagarterana. Al "solemne", "hist¨®rico" discurso de Aznar en el Parlamento del imperio, asisti¨® ¨²nicamente el diez por ciento de los parlamentarios, de ellos s¨®lo una decena del Partido Dem¨®crata. En el hipot¨¦tico caso de que ganara nuestras elecciones del 14-M (en realidad deber¨ªamos reivindicar todos nuestro derecho a votar en las presidenciales imperiales de noviembre, tal como all¨ª se las gastan contra todo el planeta), Rajoy deber¨ªa llevar a cabo una inmersi¨®n de ingl¨¦s para informar a John Kerry que lo que Aznar dijo a Bush en la intimidad ya no vale.
?Le hac¨ªa falta al imperio la presencia del proc¨®nsul hispano en la sede central con un discurso preb¨¦lico, b¨¦lico y posb¨¦lico de veinte minutos ante varios centenares de estudiantes, funcionarios, diplom¨¢ticos, una cincuentena de parlamentarios y un periodista del Washington Post? Tal como se est¨¢n poniendo las cosas, el emperador, al que le crecen ahora los enanos, probablemente cre¨ªa necesitarlo. Ahora que el emperador est¨¢ a punto de exclamar "?T¨² tambi¨¦n, Powell?"; ahora que ha de escuchar a Rumsfeld, en escandalosa huida hacia el absurdo, que "no se ha probado la inexistencia de armas de destrucci¨®n masiva"; ahora que su fiel director de la CIA, Tenet, escurre el bulto afirmando que el servicio nunca habl¨® de "amenaza inminente", el proc¨®nsul, a quien probablemente le encantar¨ªa presentarse a los comicios imperiales, le echa un cable propugnando una Europa atl¨¢ntica y una Hispania norteamericanizada. Cuando el propio emperador ha cambiado el chip y alude a "capacidades militares" de Sadam, el proc¨®nsul, de firmes convicciones y certezas absolutas, contin¨²a con el mismo disco e instruye a sus funcionarios para que, en ejercicio de cinismo inmisericorde, sostenga que en la provincia no hay responsabilidades que asumir y que hay que exigirlas a Naciones Unidas.
Cree el proc¨®nsul que puede sortear las mentiras durante largo tiempo propagadas esgrimiendo lo que estima argumento clave: era necesario invadir Irak para combatir el terrorismo internacional, incluido el que padece Hispania, y aniquilar a Al Qaeda. Pero ¨¦sa era otra farsa y casi todos lo sab¨ªan antes de la invasi¨®n. No s¨®lo Al Qaeda no moraba en Irak, sino que era la primera en querer desembarazarse de Sadam, al que consideraba enemigo del islam. Hoy -en un Estado mesopot¨¢mico echado a pique por el tr¨ªo, hundido pol¨ªticamente, desquiciado socialmente y enervado ¨¦tnicamente- Al Qaeda campa por sus respetos, mata soldados de la coalici¨®n, trastoca sus planes y evidencia la patra?a de Bush, Blair y Aznar de que el fin de Sadam significar¨ªa un considerable avance en la lucha contra el terrorismo. Antes al contrario, la invasi¨®n y trituraci¨®n de Irak ha supuesto un retroceso de la misma.
Sin embargo, por mucho que a los s¨²bditos de Hispania nos repugne el papel servil del proc¨®nsul, conviene resaltar lo sustancial de todo este lamentable y vergonzoso asunto. La responsabilidad inicial, directa y global es del emperador, de su n¨²mero dos y del c¨²mulo de funcionarios ultraconservadores que le rodean, aunque tal vez fuera m¨¢s propio invertir el orden de la numeraci¨®n. Conviene asimismo insistir ante la opini¨®n p¨²blica en que la guerra contra Irak -como muy autorizadas fuentes han recordado desde hace tiempo- fue programada antes del famoso 11 de septiembre y en realidad supuso el primer ejercicio pr¨¢ctico de la filosof¨ªa de la ultraderecha norteamericana, comenzada a elaborar hace m¨¢s de una d¨¦cada y rubricada por el emperador el 20-9-02 con el pomposo t¨ªtulo "Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos de Am¨¦rica".
Cheney, Powell y Wolfowitz son los iniciadores de la saga, pero el m¨¢s perspicaz ha sido Powell, quien, en funci¨®n de las circunstancias, se ha mostrado como cambiante guadiana. Se trata de un plan al servicio de los EE UU para dominar el mundo, independientemente de amigos o enemigos. Washington debe preservar su preponderante superioridad militar y, ahora que ya no hay URSS, impedir el surgimiento de nuevos rivales. Sus prescripciones no son que deben ser m¨¢s poderosos, ni siquiera los m¨¢s poderosos, sino absolutamente poderosos. De ah¨ª la importancia de la intervenci¨®n unilateral cuando sea necesario. Bush padre fue captado por el equipo y el 2-8-90 proclam¨® que "el peligro de guerra global ha disminuido sustancialmente, pero hay que considerar la posibilidad de que serias amenazas para la seguridad norteamericana surjan en latitudes inesperadas".
El clan no pudo prosperar con Clinton, pero hallar¨ªa su oportunidad con Bush hijo, que autoriza los descabellados prop¨®sitos estrat¨¦gicos contenidos en el documento mencionado. La agresividad unilateralista que destila, su desprecio por el sistema de derecho internacional y de Naciones Unidas, que los propios EE UU contribuyeron brillantemente a crear en su d¨ªa, su tinte visionario de anhelada misi¨®n hist¨®rica contra tirios y troyanos, concebida como creaci¨®n de un "nuevo orden de relaciones internacionales" al servicio de Washington, asust¨® y preocup¨® incluso a fieles aliados e hizo escribir a The New York Times que "suena a pronunciamiento del imperio romano o de Napole¨®n".
Debe pues quedar claro que el "episodio" iraqu¨ª es tan s¨®lo una pieza de esa estrategia y que por ahora -si John Kerry no lo remedia; afortunadamente crecen sus posibilidades- nos encontramos a merced del concepto de seguridad dise?ado por los halcones del imperio, esos que pretenden imponernos un supuesto nuevo esquema de relaciones internacionales que incluye (otra supercher¨ªa) la creaci¨®n a bombazos de la "democracia" en Oriente Medio. Todo ello sin contar con aliado alguno ni con el resto del planeta, en esta fase de "fin de la historia" en que se empe?an en decir que nos encontr¨¢bamos. Como ellos la conciben, la seguridad deja de ser colectiva y deviene derecho absoluto que desprecia e impide los derechos de los dem¨¢s. Persiguen enterrar el entramado institucional por todos asumido y vendernos un sarcasmo de orden internacional que consagra, unilateralmente, su hegemon¨ªa en defensa de sus intereses en cualquier parte del mundo. En las provincias debemos intentar la rebeli¨®n y, ya que no podemos hacerlo en el imperio, votar correctamente al menos en Hispania.
Emilio Men¨¦ndez del Valle es embajador de Espa?a y eurodiputado socialista.
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