Siempre Wittgenstein
Casi veinte a?os se hac¨ªa esperar la aparici¨®n de este texto en castellano. Ahora la sorpresa resulta doblemente agradable debido a esta espl¨¦ndida edici¨®n de Miguel ?ngel Quintana. Texto que hubo tambi¨¦n de esperar lo suyo (35 a?os) para abandonar por primera vez la penumbra de los diarios de Bouwsma. Recoge las conversaciones espor¨¢dicas, pero intensas, que ¨¦ste mantuvo con Wittgenstein durante los tres ¨²ltimos a?os de su vida: de julio de 1949 a enero de 1951. ?De d¨®nde la importancia de estas ochenta p¨¢ginas escasas?
El nombre de Wittgenstein es el indicador de uno de los caminos que ha de transitar cualquier lector que quiera entender algo de lo que ha sucedido durante el ¨²ltimo siglo en la cultura occidental. Sin embargo, tal lector se podr¨ªa topar acaso con dos dificultades en esa imprescindible andadura wittgensteiniana. Una de ellas comprehensiva y la otra inici¨¢tica. La primera es el exiguo n¨²mero de escritos que Wittgenstein mismo acept¨® enviar a la imprenta. Como es sabido, s¨®lo public¨® en vida un libro filos¨®fico, el famoso Tractatus, y apenas un art¨ªculo y una recensi¨®n. Por fortuna, esta carencia ha venido siendo subsanada en los ¨²ltimos cincuenta a?os por una intensa labor editorial, que ha sacado a la luz gran parte de sus dispersos y desordenados manuscritos, apuntes de lecciones, conversaciones, cartas, diarios...
?LTIMAS CONVERSACIONES
L. Wittgenstein y O. K. Bouwsma
Traducci¨®n y edici¨®n de Miguel ?ngel Quintana Paz
S¨ªgueme, Salamanca, 2004
192 p¨¢ginas. 14,42 euros
mal que bien reunidos y ordenados por sus albaceas literarios. La segunda dificultad a que aludimos quiz¨¢ pueda compendiarse en la pregunta: ?qu¨¦ texto de Wittgenstein, si es que hay alguno, permitir¨¢ comenzar a abrirse paso en su intrincada selva de un modo serio, accesible, que proporcione desde el comienzo un atisbo, al menos, del sentido global o general de esa aventura?
El libro que aqu¨ª nos ocupa puede constituir una brillante soluci¨®n a los dos aprietos se?alados. Es de agradecer a Bouwsma, un fil¨®sofo estadounidense con cierto renombre hace algunos lustros, que despu¨¦s de conocer a Wittgenstein en 1949 aprovechase la complicidad que se estableci¨® entre ambos, pusiera empe?o en hablar con ¨¦l y fuera transcribiendo las numerosas charlas que mantuvieron en diferentes lugares hasta s¨®lo dos meses antes de la muerte del vien¨¦s. Gracias a esa paciente tarea (que Bouwsma cumpli¨® con tal meticulosidad que a menudo parece transmitir la presencia viva del peculiar comunicador Wittgenstein) disponemos hoy del testimonio m¨¢s omnicomprensivo, aunque escueto, del pensamiento wittgensteiniano que cabe encontrar en su obra publicada. Tan ¨²til para legos como para iniciados.
En efecto. Bouwsma y Wittgenstein no se conoc¨ªan en absoluto (ni siquiera se hab¨ªan le¨ªdo apenas) antes de su encuentro en Ithaca (Nueva York) en 1949. Por consiguiente, en las conversaciones que mantuvieron, Wittgenstein se vio obligado a hacer un compendio de su pensamiento ante Bouwsma sin dar nada por supuesto. Ello brinda al lector principiante una ocasi¨®n magn¨ªfica de hacerse con una introducci¨®n b¨¢sica al pensamiento de Wittgenstein de la mano del propio Wittgenstein. Y con el valor a?adido de que, gracias a la pluralidad de temas y conversaciones, esa introducci¨®n no descuida ninguno de los ¨¢mbitos (lenguaje, conocimiento, cultura, religi¨®n, est¨¦tica, ¨¦tica, pol¨ªtica) que hab¨ªan ocupado y preocupado a ¨¦ste durante su vida. Vida que, por el conocimiento del c¨¢ncer que ya le aquejaba y por el curso natural del mismo que eligi¨®, sin intervenci¨®n alguna, sab¨ªa que iba acabando. Otro valor a?adido m¨¢s, por tanto: el de un balance ¨²ltimo de su pensamiento ante la sinceridad que debe imponer la conciencia clara y serena -al menos en 1950 y 1951 en las conversaciones de Oxford- de la proximidad de la muerte.
Ah¨ª reside tambi¨¦n el inte-
r¨¦s de este libro para los conocedores de Wittgenstein, que, pese a su conocimiento, siempre encuentran inevitablemente dificultades en un ¨²ltimo juicio global sobre los definitivos intereses wittgensteinianos. Adem¨¢s, gracias al modo peculiar con que Bouwsma, por decirlo as¨ª, le tira de la lengua, Wittgenstein explicita aqu¨ª sus opiniones sobre muchos de los asuntos acerca de los que previamente hab¨ªa mantenido un p¨²dico y paradigm¨¢tico silencio. (Recu¨¦rdese su famoso adagio: "De lo que no se puede hablar, hay que guardar silencio"). De modo que los fil¨®sofos que, sin conocimiento de este texto, lamentaran hasta ahora que ese silencio hubiese sido en exceso tajante (habida cuenta, adem¨¢s, de que el propio Wittgenstein dijo alguna vez que en ¨¦l se encerraba lo que consider¨® m¨¢s importante) podr¨¢n encontrar en estas ?ltimas conversaciones una ocasi¨®n magn¨ªfica para atisbar por d¨®nde flu¨ªan sus ideas al respecto. Ocasi¨®n que, aunque mucho m¨¢s expl¨ªcita y coherente en ellas, estas conversaciones comparten parcialmente con los aforismos varios de Cultura y valor (Espasa Calpe, 1995) y con los impresionantes diarios de los a?os treinta en la caba?a de Noruega.
Precisamente las magn¨ªficas notas que Ilse Somavilla puso a la edici¨®n de ¨¦stos (Movimientos del pensar, Pre-Textos, 2000) dan una idea exacta del estilo desacostumbrado de las que acompa?an al texto que nos ocupa. Se trata de anotaciones amplias a p¨¢ginas enteras, extraordinariamente informativas, elucidatorias, amplificativas, contextualizadoras, que, junto con la introducci¨®n, componen ellas mismas pr¨¢cticamente otro librito introductorio al universo wittgensteiniano. Como los temas son tan variados, el ¨ªndice que los recoge es de agradecer doblemente. Considerada en general, esta edici¨®n, junto con la publicaci¨®n el a?o pasado de Mente y mundo, de John McDowell, comporta otra sorpresa agradable m¨¢s que a?adir a las que se?al¨¢bamos al principio: que la editorial S¨ªgueme haya comenzado a ampliar felizmente sus tradicionales intereses filos¨®ficos editoriales.
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