Mayor¨ªa
Unos amigos m¨ªos tienen un hijo de tres a?os que suele jugar sentado en la alfombra frente al televisor. Cuando el presidente Aznar aparec¨ªa en cualquier telediario con voz desga?itada o con su tonillo displicente apuntando con el dedo, la criatura se cre¨ªa directamente amenazada y, de repente, con un reflejo condicionado lanzaba el juguete que ten¨ªa en las manos contra la pantalla en defensa propia. En este pa¨ªs los p¨¢jaros disparan ya a las escopetas. El psic¨®logo no ha logrado darles una explicaci¨®n l¨®gica a los padres, puesto que el ni?o es pac¨ªfico y gordinfl¨®n gracias a la papilla que toma, pero les ha consolando diciendo que ya queda poco para que cese esa agresividad infantil, porque Aznar se va. Hay personas que poseen la rara virtud de sacar lo peor que cada uno lleva dentro. Son como esos terribles espejos de probador que te hacen sentir un miserable mientras te pruebas unos pantalones o como esos perros que s¨®lo se te acercan para olisquearte el trasero. Con esta t¨¦cnica pol¨ªtica el presidente Aznar se ha construido su pedestal de estadista. Es un creativo a contradi¨®s. Su espa?olismo chulesco ha hecho que brotaran como hongos los independistas en Catalu?a y en el Pa¨ªs Vasco; cuanto m¨¢s fuerte ha abrazado a Espa?a contra su coraz¨®n falangista m¨¢s la ha cuarteado; sus insultos de gallo de pelea han despertado en los suyos la necesidad de sacar tambi¨¦n los espolones para no ser menos cuchilleros que el jefe, con lo cual ha convertido la pol¨ªtica en un espacio agresivo donde mandar s¨®lo significa mandar y nada m¨¢s que mandar con el ¨²nico objetivo de derrotar al enemigo para curarse as¨ª de las frustraciones personales. Aznar se va. Esa es la primera victoria. Quienquiera que gane las elecciones, se trata ahora de que el hijo de mis amigos pueda seguir jugando tranquilamente con su tractor de pl¨¢stico en la alfombra sin brotes de ira. Es dif¨ªcil que se repita un personaje tan esquem¨¢tico y autoritario como Aznar, que ha solapado su car¨¢cter esquinado a dos legislaturas presididas por el bienestar econ¨®mico, pero una nueva mayor¨ªa absoluta del Partido Popular ser¨ªa una desgracia para Espa?a. La derecha ya detenta el poder real por s¨ª misma desde los tiempos de Recaredo. Si a esta prepotencia natural se le concede adem¨¢s con los votos, el arma decisiva para confeccionar a su antojo y provecho todas las leyes, la losa que nos va a caer encima ser¨¢ insoportable. O se desarma a la derecha en las urnas o nos vemos asilados en Andorra.
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