Lo peor de todo
Uno esperaba dedicar su columna del s¨¢bado a la reflexi¨®n, bonito tema. Esa jornada cuatrienal que el sistema democr¨¢tico ofrece para la reflexi¨®n merec¨ªa un art¨ªculo. Ese forzarnos a sopesar la labor de un Gobierno y las ofertas de los aspirantes a reemplazarlo, todo en un solo d¨ªa, como quien trata desesperadamente de aprenderse un temario la v¨ªspera del examen, merec¨ªa una peque?a reflexi¨®n de urgencia. Esa oportunidad de detener la marcha, pararse al borde del camino y hacer balance, cuenta y raz¨®n de nuestra asendereada vida a lo largo y lo ancho de los ¨²ltimos a?os puede dar mucho juego, y mucho que pensar.
Ya lo dec¨ªa el sabio: es peligroso asomarse al interior. Quiz¨¢s por eso los pol¨ªticos se aseguran de que reflexionemos solamente unas horas en un d¨ªa, justo antes de votarles, no vaya a ser que las neuronas se nos revolucionen y demos, como Alonso Quijano, en orates. Uno puede ponerse a reflexionar sobre las elecciones y terminar pensando, por ejemplo, en su contrato laboral, en la factura estupefaciente que acaba de pagar en el taller mec¨¢nico o en el extra?o comportamiento de su mujer desde las ¨²ltimas vacaciones en Fuengirola.
Uno quer¨ªa hablarles de estas cosas aprovechando un s¨¢bado de calma, pero no puede ser. Ha pasado lo peor, lo que todos sabemos, lo que nadie quer¨ªa pensar, lo del 11 de marzo en Atocha. Otro n¨²mero negro y otra letra. El 11-M ser¨¢, a partir de ahora, el D¨ªa Europeo de las V¨ªctimas del Terrorismo. As¨ª se ha decidido en el Parlamento de Estrasburgo.
Ha pasado lo peor. Y lo peor son los muertos, esos casi 200 cad¨¢veres y esos 1.400 heridos y esas familias desmembradas, heridas para siempre, sin sutura posible. Otra siembra feroz de carne rota sobre las v¨ªas del tren: currelas y estudiantes que viajaban en un ferrocarril de cercan¨ªas, que se hab¨ªan levantado con el alba y que, seguramente, ni siquiera se hab¨ªan podido despedir de sus parejas, sus padres o sus hijos. Los muertos de Madrid son los muertos de siempre, las v¨ªctimas de siempre, los inocentes de toda la vida. Ni un solo promotor de los conflictos que, con raz¨®n o sin ella, sirven de justificaci¨®n a estas matanzas est¨¢ muerto, como no sea de muerte natural. Las v¨ªctimas son siempre las mismas; siempre son inocentes. Los corazones siempre son ajenos; la sangre que bombean siempre es la de otro. La sangre derramada y la sangre que se da: la de los ciudadanos que anteayer trasfund¨ªan la suya a manos llenas. Siempre la misma sangre. La mejor.
Lo peor es que ma?ana, de alg¨²n modo, toda esa sangre va a manchar m¨¢s de dos y de tres papeletas. La maldita violencia, hija del miedo, lo emponzo?a absolutamente todo. De eso sabemos algo en esta tierra. Eso es lo malo. Que la balanza electoral se incline por el peso de la sangre hacia uno u otro lado. Eso es lo peor.
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