"Gracias a Dios y a la Revoluci¨®n"
Bienvenido a la Nicaragua Libre gracias a Dios y a la Revoluci¨®n", dec¨ªa una gran manta en el aeropuerto cuando lleg¨® el Papa. Si Juan Pablo II la ley¨®, ella le habr¨¢ dado m¨¢s disgusto del que ya llevaba dentro. Analistas religiosos en Espa?a observaron que estuvo muy efusivo y cari?oso en toda su gira por Centroam¨¦rica, acarici¨® a los ni?os, salud¨® a un jovencito o alguna jovencita y alg¨²n lisiado, pero no estuvo as¨ª en Nicaragua, sino que desde la llegada se mantuvo muy serio y muy r¨ªgido, sin ninguna espontaneidad afectiva, ning¨²n gesto que no fuera controlado. A¨²n antes del bochorno de la misa campal en la plaza.
De las primeras cosas del Papa cuando pis¨® suelo nicarag¨¹ense fue la humillaci¨®n que me hizo en el aeropuerto enfrente de todas las c¨¢maras de televisi¨®n. Aunque no me cogi¨® de sorpresa porque estaba preparado para ello.
"La noticia mundial fue 'el agravio que se hizo al Papa en Nicaragua'. El pueblo le falt¨® el respeto al Papa, es verdad, pero es que antes el Papa le hab¨ªa faltado al respeto al pueblo"
"Cuando pis¨® suelo nicarag¨¹ense ocurri¨® la humillaci¨®n p¨²blica que me hizo enfrente de todas las c¨¢maras. Estaba preparado para ello. El nuncio ya me hab¨ªa advertido de que eso pod¨ªa pasar"
El nuncio ya me hab¨ªa advertido que eso pod¨ªa pasar. El Papa no quer¨ªa que ninguno de los sacerdotes en el Gobierno estuviera recibi¨¦ndolo en el aeropuerto. Pero s¨®lo a m¨ª se aplicaba eso. El padre Escoto, que era el canciller, ten¨ªa que estar en una reuni¨®n de cancilleres en Nueva Delhi. Fernando, mi hermano, que despu¨¦s fue ministro de Educaci¨®n, no lo era entonces, sino que era un dirigente de la Juventud Sandinista. El padre Parrales, otro de los del Gobierno, ten¨ªa un cargo diplom¨¢tico en Washington. S¨®lo yo, como miembro del gabinete, deb¨ªa estar presente en el recibimiento. Les dije a los de la Direcci¨®n Nacional que no ten¨ªa ning¨²n inter¨¦s de estar all¨ª, y que mejor me negociaran por cualquier otra cosa. Porque para la venida del Papa todo era negociaci¨®n. Qui¨¦n subir¨ªa a la escalerilla del avi¨®n para bajar con Su Santidad. Si se quitaba el mural de los fundadores del Frente Sandinista que iba a quedar encima de la cabeza del Papa (no se quit¨®). Hasta lo m¨¢s nimio se discut¨ªa. Porque parece que cuando viaja un Pont¨ªfice nada es nimio. Y en cuanto a m¨ª, la Direcci¨®n Nacional no cedi¨®. Dijeron que deb¨ªa estar all¨ª, porque, adem¨¢s de ser un miembro del gabinete, era una gloria nacional.
Dudas sobre el viaje
Se amenaz¨® con que en ese caso el Papa no vendr¨ªa a Nicaragua. Pero hac¨ªa poco el presidente Reagan hab¨ªa visitado todos los pa¨ªses de Centroam¨¦rica salt¨¢ndose Nicaragua, y era muy feo que el Papa repitiera lo mismo. Al final el Gobierno propuso una soluci¨®n: el Papa pasar¨ªa saludando de lejos a los ministros, y as¨ª no tendr¨ªa que encontrarse conmigo. El cardenal Silvestrini, que era el segundo de la Secretar¨ªa de Estado, en la que el cardenal Casaroli era el secretario, vino una semana antes para afinar los ¨²ltimos detalles, y dijo que ¨¦sa era una soluci¨®n genial, y que as¨ª se har¨ªa. Pero el Papa lo dispuso de otro modo.
Despu¨¦s de todos los saludos de protocolo, incluyendo los de la guardia de honor y la bandera, el Papa le pregunt¨® a Daniel , que lo llevaba del brazo, si pod¨ªa saludar tambi¨¦n a los ministros, y, naturalmente, le dijo que s¨ª; y se dirigi¨® a nosotros. Flanqueado por Daniel y el cardenal Casaroli, fue dando la mano a los ministros, y cuando se acerc¨® donde m¨ª yo hice lo que en ese caso hab¨ªa previsto hacer, prevenido ya por el nuncio: y fue quitarme reverentemente la boina, y doblar la rodilla para besarle el anillo. No permiti¨® ¨¦l que se lo besara, y blandiendo el dedo como si fuera un bast¨®n me dijo en tono de reproche: "Usted debe regularizar su situaci¨®n". Como no contest¨¦ nada, volvi¨® a repetir la brusca admonici¨®n. Mientras enfocaban todas las c¨¢maras del mundo.
Un periodista del Atlantic Monthly escribi¨® que yo le cont¨¦ que mi mam¨¢, dolida por el incidente, me hab¨ªa dicho: "Cre¨ªa que te tratar¨ªa como un padre", y le contest¨¦: "Me trat¨® como un padre, pero no como una madre". Francamente no me acuerdo de eso. Me parece que todo esto fue bien premeditado por el Papa. Y que las c¨¢maras de televisi¨®n estaban sobre aviso. Esta imagen fue difundida por el mundo entero, y lo sigue siendo todav¨ªa: ahorita mismo, veinte a?os despu¨¦s, me informan que la han vuelto a sacar con motivo de un reciente viaje del Papa.
En aquella ocasi¨®n, el norteamericano Blase Bonpane escribi¨® una carta abierta al Papa dici¨¦ndole que era un esc¨¢ndalo lo que hab¨ªa hecho conmigo, y que me deb¨ªa pedir perd¨®n p¨²blicamente. Y le reclam¨® el que al mismo tiempo que a m¨ª me hubiera hecho ese rechazo en Nicaragua, en El Salvador se hubiera abrazado con el asesino de monse?or Romero. En realidad era injusta la reprimenda del Papa, porque yo ten¨ªa regularizada mi situaci¨®n con la Iglesia. Los sacerdotes con cargos en el Gobierno los ten¨ªamos con autorizaci¨®n de los obispos, y ellos hab¨ªan hecho p¨²blica esa autorizaci¨®n. (Hasta despu¨¦s fue que el Vaticano nos prohibi¨® tener esos cargos).
Y la verdad es que lo que m¨¢s disgustaba al Papa de la revoluci¨®n de Nicaragua es que fuera una revoluci¨®n que no persegu¨ªa a la Iglesia. ?l hubiera querido un r¨¦gimen como el de Polonia, que era anticat¨®lico en un pa¨ªs mayoritariamente cat¨®lico, y, por tanto, impopular. Lo que menos quer¨ªa era una revoluci¨®n apoyada masivamente por los cristianos como la nuestra, en un pa¨ªs cristiano, y, por tanto, una revoluci¨®n muy popular. ?Y lo peor de todo para ¨¦l es que fuera una revoluci¨®n con sacerdotes!
No era ¨¦sa la posici¨®n del cardenal Casaroli, el secretario de Estado. Yo hab¨ªa sido recibido por ¨¦l en el Vaticano, tal vez como un a?o antes. Su ornamentado despacho estaba exactamente debajo del despacho del Papa, en el piso inferior. Comenz¨® dici¨¦ndome que yo sab¨ªa la posici¨®n del Vaticano con respecto a los sacerdotes en puestos de gobierno; pero que ¨¦l cre¨ªa que Nicaragua pod¨ªa ser una excepci¨®n, porque era una cosa nueva; ¨¦l sol¨ªa decir en el Vaticano: "En Nicaragua todo es nuevo". Me pregunt¨® por Solentiname, y cuando le dije que deseaba renunciar para volver all¨ª, vi la preocupaci¨®n en su rostro. Me dijo que una decisi¨®n de esa clase no deb¨ªa hacerse con ligereza; deb¨ªa ser pensada bien, y consultada. Vi que le impresion¨®, y como que era algo en lo que no hab¨ªa reparado mucho, cuando le dije que los cargos de los sacerdotes en la revoluci¨®n no eran meramente honor¨ªficos, sino de los m¨¢s fundamentales en una revoluci¨®n. El de canciller era el ministerio m¨¢s importante en un Gobierno, como era el suyo de secretario de Estado. A Fernando le hab¨ªan encomendado la formaci¨®n de la juventud, que era el futuro de la revoluci¨®n. El de Cultura era el ministerio ideol¨®gico de la revoluci¨®n: encargado de las publicaciones, literatura, cine, teatro, artes pl¨¢sticas, m¨²sica, bibliotecas, casas de cultura. Y me volvi¨® a decir que mi ida a Solentiname deb¨ªa ser bien meditada. A ¨¦l tambi¨¦n lo que m¨¢s le gustaba era dar clases de filosof¨ªa, pero deb¨ªa renunciar a eso por el trabajo que le hab¨ªa tocado en el Vaticano. Me dijo que al marxismo lo conoc¨ªa bien, porque hab¨ªa sido nuncio en los pa¨ªses socialistas por ocho a?os, y que ¨¦l no tendr¨ªa objeci¨®n a un marxismo que no exigiera tener que ser ateo, y le dije que ¨¦se era el marxismo de la revoluci¨®n de Nicaragua.
La gran misa
La noche antes de la gran misa del Papa en Managua, en la misma plaza, y mientras se hac¨ªan all¨ª los ¨²ltimos arreglos, Gobierno y pueblo celebraron juntos los funerales de 17 muchachos de colegio que hab¨ªan sido asesinados por la Contra. Fue ¨¦ste el primer ataque fuerte de la Contra en Nicaragua; todav¨ªa no se hab¨ªa conformado bien el ej¨¦rcito y la defensa la hac¨ªan los j¨®venes, que no ten¨ªan mucha experiencia militar ni buenas armas (cuando los atacaron ni siquiera hab¨ªan colocado postas). La sangre estaba a¨²n fresca, y se esperaba del Papa al menos una palabra a favor de la paz.
En los otros pa¨ªses de Centroam¨¦rica que visit¨® el Papa la concurrencia fue de 75.000 a 100.000 personas, ?pero en Managua fueron 700.000! Hab¨ªan viajado d¨ªas para ver y escuchar al Papa. Vinieron de cada rinc¨®n del pa¨ªs en camiones repletos. Toda Managua estaba llena de esos camiones transportando gente. Las masas estaban desde muy temprano en la ma?ana aguantando el sol abrasador de todo el d¨ªa. Se hab¨ªa decretado feriado para la venida del Papa y se dispuso transporte gratis en todo el pa¨ªs, aun desde los sitios m¨¢s remotos.
En todas partes se hicieron comisiones con la autoridad civil, la autoridad militar y el cura del lugar, para facilitar el viaje a todo el que quisiera ir a Managua, y para dar el transporte m¨¢s c¨®modo a las personas de m¨¢s edad o con alg¨²n impedimento; lo que cost¨® m¨¢s de un mill¨®n de d¨®lares a la empobrecida Nicaragua. El Gobierno hizo todo lo posible para que la plaza de Managua, en la misa del Papa, se llenara de gente; porque llenarse de gente ser¨ªa llenarse de revolucionarios.
As¨ª fue que en la plaza hubo 700.000 personas. Nicaragua ten¨ªa entonces tres millones de habitantes, y eso quer¨ªa decir que una cuarta parte de la poblaci¨®n estaba all¨ª presente. Tambi¨¦n la derecha acarre¨® por su parte lo m¨¢s que pudo de gente, unas 50.000 personas lideradas por el padre Carballo, que entraron a la plaza desde la noche antes y ocuparon los lugares de adelante.
Nos extra?¨® que el Papa en su discurso en el aeropuerto hablara de aquellos que hab¨ªan sido impedidos de llegar a su encuentro como hubieran querido. Lo repiti¨® varias veces en la misa. Y pon¨ªa un ¨¦nfasis perverso en cada s¨ªlaba, para que se entendiera bien que eran muchos a los que no se les hab¨ªa permitido llegar. ?Acaso pod¨ªan haber llegado m¨¢s de las 700.000 personas? Como los discursos los tra¨ªa escritos, y hab¨ªan sido hechos en Roma, ?c¨®mo es que sab¨ªan desde antes que eran muchos a los que se les impidi¨® llegar?
El sudor nos empapaba a todos al comenzar la tarde de aquel 4 de marzo de 1983, pues marzo es el mes m¨¢s caliente de Nicaragua, y la temperatura puede haber sido de 40 grados: pero nadie sospechaba que los ¨¢nimos se iban a caldear mucho m¨¢s que esos cuarenta grados durante la misa del Papa.
Sorpresivamente, la misa comenz¨® con una alocuci¨®n del arzobispo Obando. Tanto que se esforz¨® la revoluci¨®n en colmar esa plaza de gente, y fue para que a esa gente le hablara ahora el archienemigo de la revoluci¨®n. En todas las negociaciones previas, en las que hasta lo m¨¢s nimio se discuti¨®, no se hab¨ªa contemplado que monse?or Obando hablara. Y Obando dio la bienvenida al Papa comparando su llegada a Nicaragua a la visita que una vez Juan XXIII hab¨ªa hecho a una c¨¢rcel de Roma. Me choc¨® esa comparaci¨®n de Nicaragua con una c¨¢rcel, pero m¨¢s me choc¨® el aplauso de la plaza. ?Era que el pueblo se hab¨ªa volteado contra nosotros?
Las lecturas de la misa no fueron inocentes. Se ve¨ªa que hab¨ªan sido escogidas exprofesamente contra los sandinistas. Del Antiguo Testamento fue le¨ªdo lo de la torre de Babel: los hombres que se quisieron igualar a Dios. Del Nuevo, lo del Buen Pastor: solamente Cristo lo es; los otros son ladrones y salteadores. El tema de la homil¨ªa papal fue el de la unidad de la Iglesia, lo que quer¨ªa decir un ataque a la llamada "Iglesia popular", o tambi¨¦n "Iglesia paralela": los cristianos revolucionarios a los que se acusaba de querer destruir esa unidad.
Fernando y yo est¨¢bamos sentados juntos en la tribuna del Gobierno, y poco antes de que empezara la misa lo llam¨® Daniel Ortega. Era para que le dijera a un grupito de te¨®logos que estaban listos a asesorar en caso de una emergencia, que no hab¨ªa nada que temer, que hab¨ªan le¨ªdo la homil¨ªa del Papa y que no ser¨ªa conflictiva. Pero resulta que no parec¨ªa conflictiva para quien la leyera r¨¢pidamente, pero s¨ª lo era pronunciada por el Papa. La agresividad no estaba en las palabras, sino en el tono acusatorio en que eran dichas y aun gritadas a veces. Una cosa era pasar los ojos por un texto al parecer inocuo, y otra o¨ªrlo vociferado por el Papa.
Era evidente que el Papa odiaba la revoluci¨®n sandinista, y hab¨ªa llegado a Nicaragua a pelear. Lo desconcertante era que en cada final de frase la plaza estallaba en aplausos y en vivas al Papa. Hubo un momento que pens¨¦ que la revoluci¨®n se ven¨ªa abajo. Me dije que de seguir eso as¨ª, a todos los de esa tribuna del Gobierno nos iba a tocar hacer maletas esa tarde. Pero entonces es que cesaron los grandes aplausos; los que aplaud¨ªan ya eran s¨®lo los 50.000 que hab¨ªa acarreado el padre Carballo, y el resto de la plaza comenz¨® a protestarle al Papa.
Despu¨¦s me enter¨¦ de que la orientaci¨®n de la revoluci¨®n en todo el pa¨ªs hab¨ªa sido de no decir ninguna consigna pol¨ªtica, tan s¨®lo gritar vivas al Papa y aplaudir lo que dijera. Se pensaba que lo que dir¨ªa ser¨ªa de car¨¢cter pastoral; eso hab¨ªa asegurado repetidas veces el Vaticano.
Si uno ve los v¨ªdeos de la misa puede comprobar que hubo un cambio progresivo en la gran mayor¨ªa de la plaza, dejando de aplaudir primero, y protestando m¨¢s y m¨¢s despu¨¦s, conforme se van dando cuenta que el Papa al hablar de la unidad de la Iglesia est¨¢ hablando contra la revoluci¨®n y contra los cristianos y los sacerdotes de la revoluci¨®n. Y que por tanto no fue, como muchos dijeron despu¨¦s, un ataque al Papa hecho premeditadamente por los sandinistas; sino que el Papa atac¨® primero a la revoluci¨®n, el pueblo se mantuvo confuso y dudoso como veinte minutos, y despu¨¦s reaccion¨® contra el Papa.
Repetidas veces el Papa hab¨ªa dicho que Nicaragua era su "segunda Polonia". Y ¨¦se fue un gran error, porque Nicaragua no era Polonia. ?l cre¨ªa que hab¨ªa un r¨¦gimen impopular, rechazado por la gran mayor¨ªa cristiana, y que su presencia beligerante provocar¨ªa una sublevaci¨®n del pueblo contra los comandantes de la Direcci¨®n Nacional y la Junta de Gobierno que estar¨ªan presentes en la plaza. Que bastaba que ¨¦l hablara contra la revoluci¨®n sandinista, y tendr¨ªa el respaldo masivo de esa plaza. Y el Papa lleg¨® a Nicaragua a desestabilizar la revoluci¨®n. Si el Papa no hubiera estado equivocado, la noticia mundial ese d¨ªa habr¨ªa sido que el pueblo de Nicaragua rechazaba la revoluci¨®n. Y ciertamente ¨¦se hubiera sido el derrumbe de la revoluci¨®n sandinista, como yo lo llegu¨¦ a temer esa tarde. Pero como el pueblo defendi¨® su revoluci¨®n y rechaz¨® al Papa, la noticia mundial fue "el agravio que se hizo al Papa en Nicaragua". El pueblo le falt¨® el respeto al Papa, es verdad, pero es que antes el Papa le hab¨ªa faltado el respeto al pueblo.
La paz
Primero las madres de los 17 muchachos muertos comenzaron a pedirle al Papa una oraci¨®n por sus hijos, y ¨¦l no les hizo caso. Y despu¨¦s se acercaron al altar, y empezaron a pedirlo a gritos. Otros ped¨ªan una oraci¨®n por la paz, y despu¨¦s eran muchos coreando la consigna "?Queremos la paz!", lo que hizo que el Papa respondiera a la multitud gritando: "La primera que quiere la paz es la Iglesia"; y m¨¢s tarde, porque las protestas del pueblo iban creciendo, cogi¨® el micr¨®fono y grit¨® a todo pulm¨®n: "?S i l e n c i o!".
Lo que irrit¨® m¨¢s al pueblo, que no estaba acostumbrado a que sus dirigentes le gritaran jam¨¢s "?Silencio!". A partir de entonces el irrespeto fue total. El Papa quer¨ªa decir las palabras de la consagraci¨®n, las del momento m¨¢s solemne de la misa, y no pod¨ªa por las consignas que la multitud gritaba: "?Queremos la paz!", y despu¨¦s: "?Poder Popular!" y "?No pasar¨¢n!". Hab¨ªa tambi¨¦n vivas al Frente Sandinista, mientras los miles de la derecha que estaban en la parte delantera de la plaza lanzaban vivas al Papa. En uno de los v¨ªdeos se oye a una mujer que grita: "?No es un Papa de los pobres; miren c¨®mo se viste!". Dos o tres veces m¨¢s el Papa tuvo que volver a gritar silencio. Por primera vez en la historia moderna un Papa era humillado por la multitud. En los v¨ªdeos se le ve desconcertado por lo que est¨¢ pasando, y varias veces da muestras de vacilaci¨®n y que est¨¢ a punto de dejar el altar. Al final de la misa, la bendici¨®n papal apenas la pudo hacer, despu¨¦s de iniciarla tres veces, ante una multitud que ya estaba cantando el himno del Frente Sandinista.
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