Fantasmas
El fanatismo, la desesperaci¨®n y la miseria humana han entrado en contacto con la alta tecnolog¨ªa y ¨¦sa es la carga m¨¢s explosiva. A partir de este principio, nuestra peque?a existencia cotidiana se est¨¢ haciendo soluble con las grandes tragedias: ser sorprendido por la dinamita mientras uno va a comprar el pan o se toma un refresco con los amigos en una terraza comienza a ser una forma cada vez m¨¢s frecuente e improvisada de morir sin historia. Pronto habr¨¢ que aceptarlo como un costumbrismo. En nuestra civilizaci¨®n, el odio y el miedo, la vida y la muerte ya est¨¢n pegados por una delgada l¨ªnea roja, conforman una materia s¨®lida, muy pesada, que, no obstante, flota en el aire y es respirable. La matanza de Madrid ha demostrado que la maldad puede concederte el papel de v¨ªctima, pero tambi¨¦n te da la oportunidad de ser h¨¦roe. Ante la profunda iniquidad del atentado terrorista de Atocha, he aqu¨ª una ciudad que ha estado a la altura de su gloria. A¨²n lleno de l¨¢grimas, Madrid se ha enfrentado a esta gran desgracia colectiva con una madurez incre¨ªble. Polic¨ªas, bomberos, camilleros, ambulancias, taxistas, hospitales, psic¨®logos, m¨¦dicos, donantes de sangre, todos han cumplido con serenidad y rigor un deber profesional sin abandonarse al caos. La gente sencilla, no pudiendo hacer otra cosa que llorar, ha dejado las calles expeditas para que pudieran circular las asistencias, ha permanecido en casa y despu¨¦s ha acudido masivamente a una manifestaci¨®n contra el terrorismo bajo la lluvia, todos con dolor, pese a que muchos pensaban que estaban siendo manipulados. ?Qui¨¦n ha sido?, se preguntan muchos ciudadanos como hormigas perplejas. Cualquier respuesta esconde una trampa saducea para este Gobierno. Si hubiera sido ETA, significar¨ªa que esa banda, lejos de estar acabada, es capaz de realizar una matanza que ha conmovido al mundo. Si ha sido Al Qaeda, significar¨ªa un acto de guerra, de modo que en lugar de un terrorismo tendr¨ªamos dos. Trato de apartar de mi pensamiento la tentaci¨®n de creer que este Gobierno est¨¢ manipulando o racionando la informaci¨®n sobre los responsables de este atentado hasta despu¨¦s de las elecciones. Ser¨ªa demasiada infamia servirse del profundo dolor y de la confusi¨®n de la sociedad para adquirir ventaja en las urnas. Pese a todo, las tragedias sirven para poner a prueba a una ciudad. Una vez m¨¢s, Madrid ha estado a la altura. Ahora s¨®lo queda votar, aunque s¨®lo sea para sacudirse los fantasmas de encima.
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