El racista enmascarado
"El mejor indio es el indio muerto". "El mejor negro es el esclavo negro". "La amenaza amarilla". "La amenaza roja". El puritanismo que se encuentra en la base de la cultura WASP (blanca, anglosajona y protestante) de los Estados Unidos de Am¨¦rica se manifiesta de tarde en tarde con llamativos colores. A los que arriba se?alo, se a?ade ahora, con el vigor de las ideas simplistas que eximen de pensar, "El Peligro Moreno".
Su proponente es el profesor Samuel P. Huntington, incansable voz de alarma acerca de los peligros que "el otro" representa para el alma de fundaci¨®n, blanca, protestante y anglosajona, de los EE UU. Que exist¨ªa (y existe) una "Am¨¦rica" (pues Huntington identifica a los EE UU con el nombre de todo un continente) ind¨ªgena anterior a la colonizaci¨®n europea, no le preocupa. Que adem¨¢s de Angloam¨¦rica exista una anterior "Am¨¦rica" francesa (la Luisiana) y hasta rusa (Alaska) no le interesa. La preocupaci¨®n es la Am¨¦rica Hisp¨¢nica, la de Rub¨¦n Dar¨ªo, la que habla espa?ol y cree en Dios. ?ste es el peligro indispensable para una naci¨®n que requiere, para ser, un peligro externo identificable. Moby Dick, la ballena blanca, es el s¨ªmbolo de esta actitud que, por fortuna, no comparten todos los norteamericanos, incluyendo a John Quincy Adams, sexto presidente de la naci¨®n norteamericana, quien advirti¨® a su pa¨ªs: "No salgamos al mundo en busca de monstruos que destruir".
Huntington, en su Choque de Civilizaciones, encontr¨® su monstruo exterior necesario (una vez desaparecida la URSS y "el peligro rojo") en un islam dispuesto a asaltar las fronteras de Occidente, rebasando las proezas de Saladino, el sult¨¢n que captur¨® Jerusal¨¦n en 1187, y superando ¨¦l, Huntington, la campa?a cristiana de Ricardo Coraz¨®n de Le¨®n en Tierra Santa cinco a?os m¨¢s tarde. La cruzada antiisl¨¢mica de Huntington Coraz¨®n de Le¨®n defini¨® que ese coraz¨®n era profundamente racista, pero asimismo profundamente ignorante del verdadero kulturkampp dentro del mundo isl¨¢mico. Islam no se dispone a invadir Occidente. Islam est¨¢ viviendo, de Argelia a Ir¨¢n, su propio combate cultural y pol¨ªtico entre conservadores y liberales isl¨¢micos. Es un combate vertical, en hondura, no horizontal, en expansi¨®n.
El explotador mexicano. La nueva cruzada de Huntington va dirigida contra M¨¦xico y los mexicanos que viven, trabajan y enriquecen a la naci¨®n del norte. Para Huntington, los mexicanos no viven -invaden-; no trabajan -explotan- y no enriquecen -empobrecen porque la pobreza est¨¢ en su naturaleza misma. Todo ello, a?adido al n¨²mero de mexicanos y latinoamericanos en los EE UU, constituir¨ªa una amenaza para la cultura que para Huntington s¨ª se atreve a decir su nombre: la Angloam¨¦rica protestante y angloparlante de raza blanca.
?Invaden los mexicanos a los EE UU? No: obedecen a las leyes del mercado de trabajo. Hay oferta laboral mexicana porque hay demanda laboral norteamericana. Si alg¨²n d¨ªa existiese pleno empleo en M¨¦xico, los EE UU tendr¨ªan que encontrar en otro pa¨ªs mano de obra barata para trabajos que los blancos, sajones y protestantes, por llamarlos como Huntington, no desean cumplir, porque han pasado a estadios superiores de empleo, porque envejecen, porque la econom¨ªa de los EE UU pasa de la era industrial a la post-industrial, tecnol¨®gica e informativa.
?Explotan los mexicanos a los EE UU? Seg¨²n Huntington, explotando ¨¦l mismo la infame Proposici¨®n 187 de California que pretend¨ªa excluir a los hijos de inmigrantes de la educaci¨®n y a sus padres de todo beneficio m¨¦dico o social, los mexicanos constituyen una carga injusta para la econom¨ªa del norte: reciben m¨¢s de lo que dan.
Esto es falso. California destina mil millones de d¨®lares al a?o en educar a los hijos de inmigrantes. Pero si no lo hiciese -atenci¨®n, Schwarzenegger-, el Estado perder¨ªa diecis¨¦is mil millones al a?o en ayuda federal a la educaci¨®n. Y el trabajador migrante mexicano paga veintinueve mil millones de d¨®lares m¨¢s en impuestos, cada a?o, de lo que recibe en servicios.
El inmigrante mexicano, lejos de ser el lastre empobrecedor que Huntington asume, crea riqueza al nivel m¨¢s bajo pero tambi¨¦n al m¨¢s alto. Al nivel laboral m¨¢s humilde, su expulsi¨®n supondr¨ªa una ruina para los EE UU. John Kenneth Galbraith (el norteamericano que Huntington no puede ser) escribe: "Si todos los indocumentados en los EE UU fuesen expulsados, el efecto sobre la econom¨ªa norteamericana... ser¨ªa poco menos que desastroso... Frutas y legumbres en Florida, Tejas y California no ser¨ªan cosechadas. Los alimentos subir¨ªan espectacularmente de precio. Los mexicanos quieren venir a los EE UU, son necesarios y a?aden visiblemente a nuestro bienestar" (La naturaleza de la pobreza de masas).
En el nivel superior, el migrante hispano, nos dice Gregory Rodr¨ªguez de la Universidad de Pepperdine, tiene el m¨¢s alto n¨²mero de asalariados por familia de cualquier grupo ¨¦tnico, as¨ª como la mayor cohesi¨®n familiar. El resultado es que, aunque el padre llegue descalzo y mojado, el descendiente del migrante alcanza niveles de ingreso comparables a los del trabajador asi¨¢tico o cauc¨¢sico. En la segunda y tercera generaci¨®n, los hispanos son, en un 55%, due?os de sus propias casas, comparados con el 71% de hogares blancos y el 44% de hogares negros.
A?ado a los datos del profesor Rodr¨ªguez que s¨®lo en el condado de Los ?ngeles el n¨²mero de negocios creados por migrantes hispanos ha saltado de 57.000 en 1987 a 210.000 el a?o pasado. Que el poder adquisitivo de los hispanos ha aumentado en un 65% desde 1990. Y que la econom¨ªa hispanoamericana en los EE UU genera casi cuatrocientos mil millones de d¨®lares -m¨¢s que el PIB de M¨¦xico.
?Explotamos o contribuimos, se?or Huntington?
El balcanizador mexicano. Seg¨²n Huntington, el n¨²mero y los h¨¢bitos del migrante mexicano acabar¨¢n por balcanizar a los EE UU. La unidad norteamericana ha absorbido al inmigrante europeo (incluyendo a jud¨ªos y ¨¢rabes, no mencionados selectivamente por Huntington) porque el inmigrante de anta?o, como Chaplin en la pel¨ªcula hom¨®nima, ven¨ªa de Europa, cruzaba el mar y siendo blanco y cristiano (?y los jud¨ªos, y los ¨¢rabes y ahora los vietnamitas, los coreanos, los chinos, los japoneses?) se asimilaban enseguida a la cultura anglosajona y olvidaban la lengua y las costumbres nativas, cosa que debe sorprender a los italianos de El Padrino y a los centroeuropeos de The Deer Hunter.
No. S¨®lo los mexicanos y los hispanos en general somos los separatistas, los conspiradores que queremos crear una naci¨®nhispanoparlante aparte, los soldados de una reconquista de los territorios perdidos en la guerra de 1848.
Si di¨¦semos vuelta a esta tortilla, nos encontrar¨ªamos con que la lengua occidental m¨¢s hablada es el ingl¨¦s. ?Considera Huntington que este hecho revela una silenciosa invasi¨®n norteamericana del mundo entero? ?Estar¨ªamos justificados mexicanos, chilenos, franceses, egipcios, japoneses e hind¨²es a prohibir que se hablase ingl¨¦s en nuestros respectivos pa¨ªses? Estigmatizar a la lengua castellana como factor de divisi¨®n pr¨¢cticamente subversiva revela, m¨¢s que cualquier otra cosa, el ¨¢nimo racista, ¨¦ste s¨ª divisor y provocativo, del profesor Huntington.
Hablar una segunda (o tercera o cuarta lengua) es signo de cultura en todo el mundo menos, al parecer, en el Ed¨¦n Monoling¨¹e que se ha inventado Huntington. Establecer el requisito de la segunda lengua en los EE UU (como ocurre en M¨¦xico o en Francia) le restar¨ªa los efectos sat¨¢nicos que Huntington le atribuye a la lengua de Cervantes. Los hispanoparlantes en los EE UU no forman bloques impermeables ni agresivos. Se adaptan r¨¢pidamente al ingl¨¦s y conservan, a veces, el castellano, enriqueciendo el aceptado car¨¢cter multi¨¦tnico y multicultural de los EE UU. En todo caso, el monoling¨¹ismo es una enfermedad curable. Much¨ªsimos latinoamericanos hablamos ingl¨¦s sin temor de contagio. Huntington presenta a los EE UU como un gigante tembloroso ante el embate del espa?ol. Es la t¨¢ctica del miedo al otro, tan favorecida por las mentalidades fascistas.
No: el mexicano y el hispano en general contribuyen a la riqueza de los EE UU, dan m¨¢s de lo que reciben, desean integrarse a la naci¨®n norteamericana, aten¨²an el aislacionismo cultural que a tantos desastres internacionales conduce a los Gobiernos de Washington, proponen una diversificaci¨®n pol¨ªtica a la que han contribuido y contribuyen afroamericanos, los "nativos" ind¨ªgenas, irlandeses y polacos, rusos e italianos, suecos y alemanes, ¨¢rabes y jud¨ªos.
El peligro mexicano. Huntington pone al d¨ªa un a?ejo racismo antimexicano que conoc¨ª sobradamente de ni?o, estudiando en la capital norteamericana. The Volume Library, una enciclopedia en un solo tomo publicada en 1928 en Nueva York, dec¨ªa textualmente: "Una de las razones de la pobreza en M¨¦xico es la predominancia de una raza inferior". "No se admiten perros o mexicanos", proclamaban en sus fachadas numerosos restoranes de Tejas en los a?os treinta. Hoy, el elector latino es seducido en espa?ol champurrado por muchos candidatos, entre ellos Gore y Bush en la pasada elecci¨®n. Es una t¨¢ctica electorera (como la proposici¨®n migratoria de Bush hace unas semanas).
Pero para nosotros, mexicanos, espa?oles e hispanoamericanos, la lengua es factor de orgullo y de unidad, es cierto: la hablamos quinientos millones de hombres y mujeres en todo el mundo. Pero no es factor de miedo o amenaza. Si Huntington teme una balcanizaci¨®n hisp¨¢nica de los EE UU y culpa a Latinoam¨¦rica de escasas aptitudes para el gobierno democr¨¢tico y el desarrollo econ¨®mico, nosotros hemos convivido sin separatismos nacionalistas desde el alba de la Independencia.
Acaso nos une lo que Huntington cree que desune: la multiculturalidad de la lengua castellana. Los hispanoamericanos somos, al mismo tiempo que hispanoparlantes, indoeuropeos y afroamericanos. Y descendemos de una naci¨®n, Espa?a, incomprensible sin su multiplicidad racial y ling¨¹¨ªstica celt¨ªbera, griega, fenicia, romana, ¨¢rabe, jud¨ªa y goda. Hablamos una lengua de ra¨ªz celt¨ªbera y enseguida latina, enriquecida por una gran porci¨®n de palabras ¨¢rabes y fijada por los jud¨ªos del siglo XIII en la corte de Alfonso el Sabio.
Con todo ello, ganamos, no perdimos. El que pierde es Huntington, aislado en su parcela imaginaria de pureza racista angloparlante, blanca y protestante -aunque su generosidad la extienda, graciosamente, al "cristianismo". Porque seguramente Israel e islam son peligros tan condenables como M¨¦xico, Hispanoam¨¦rica y, por extensi¨®n, la propia Espa?a de hoy, culpable seg¨²n Huntington de indeseables incursiones en antiguos territorios de la Corona.
Pregunta ociosa: ?cu¨¢l ser¨¢ el siguiente Moby Dick del Capit¨¢n Ajab Huntington?
Carlos Fuentes es escritor mexicano.
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