El espejismo de Basora
Las bandas de radicales isl¨¢micos imponen su ley en la principal ciudad del sur de Irak
Basora no es lo que parece. Bajo la suave brisa que mece sus bosques de palmeras junto al Chatt el Arab, se acumula la basura de muchos a?os de abandono por parte del Gobierno central. Limpiar la ciudad de las mafias, la corrupci¨®n y las garras de los extremistas sobrepasa el mandato y las posibilidades de las tropas brit¨¢nicas, que han logrado mantener un nivel de seguridad mayor que en otras zonas del pa¨ªs. Hasta ahora. Crecidos por la inicial ausencia de fuerzas policiales y el progresivo peso alcanzado por sus l¨ªderes religiosos, bandas de radicales isl¨¢micos empiezan a imponer su orden.
La calle Al Watan hace ya muchos a?os que dej¨® de ser el centro de la vida nocturna de la principal ciudad del sur de Irak. La guerra contra Ir¨¢n primero y la beater¨ªa oficial durante el embargo, apagaron las luces de bares y clubes igual que apagaron la vida de Basora. La libertad recuperada con la invasi¨®n no le ha devuelto su antiguo esplendor, sino todo lo contrario. Las Mil y Una Noches, uno de los dos ¨²nicos clubes autorizados en la ¨²ltima etapa de Sadam, fue destruido hace unos meses tras el ataque de unos extremistas que primero mataron a su vigilante egipcio.
Las tiendas de bebidas alcoh¨®licas han cerrado tras el asesinato de tres comerciantes cristianos
No ha sido el ¨²nico acto impune de los radicales. Las tiendas de bebidas alcoh¨®licas que permanec¨ªan abiertas cerraron tras el asesinato de tres de sus propietarios, todos cristianos, los ¨²nicos autorizados a tener licencias para la venta de alcohol. "No es un problema religioso, sino social", dice Estawri Haritounian, pastor de la Iglesia Evang¨¦lica de Basora. "Los chi¨ªes atacan a los cristianos porque no tienen licencias y han iniciado un jugoso negocio de venta clandestina de alcohol y de drogas".
La polic¨ªa local parece compartir esa opini¨®n. "Esos actos vand¨¢licos son obra de bandas que se presentan como si fueran movimientos isl¨¢micos radicales", explica el general Al¨ª al Rubai, vicegobernador para asuntos de seguridad. Al Rubai defiende, con estad¨ªsticas en la mano, que la situaci¨®n ha mejorado en los ¨²ltimos meses a medida que han podido poner agentes del orden en la calle. "Los asesinatos que llegaron a 102 en diciembre se han reducido a 22 en febrero y los secuestros han pasado de 19 a 7", manifiesta.
Pero m¨¢s all¨¢ de los casos concretos de violencia, es el clima lo que est¨¢ cambiando. Los omnipresentes murales con l¨ªderes religiosos enturbantados recuerdan el peso de esos sectores en esta ciudad de casi dos millones de habitantes y ya de por s¨ª conservadora. Imam, de 18 a?os, es una de las muchas universitarias que han decidido ponerse el pa?uelo isl¨¢mico ante la creciente presi¨®n de algunos compa?eros e incluso de desconocidos que la paran por la calle. "En cuanto mejore la situaci¨®n, me lo quito", asegura.
Incluso algunas cristianas han adoptado esta soluci¨®n para tratar de evitarse problemas. "Si no lo hacen, enseguida las se?alan con el dedo diciendo 'es una cristiana, es una prostituta", admite Haritounian. "Las mujeres no son ahora libres de vestir como quieran o de salir; hay milicianos que van a los bancos o las oficinas p¨²blicas exigiendo que se cubran la cabeza". El pastor asegura que es un fen¨®meno nuevo para las 800 familias cristianas que quedan en Basora, unas 4.000 personas. "Con Sadam no ten¨ªamos problemas de este tipo, s¨®lo los generales de todos los iraqu¨ªes", a?ade. Por primera vez, su iglesia, como el resto de las de Basora, ha tenido que poner dos guardas armados por la noche.
A decir de los residentes, la situaci¨®n es fruto de la proliferaci¨®n de partidos pol¨ªticos y religiosos sin ning¨²n control. Hasta 150 diferentes. Muchos de ellos sin apenas base popular, pero la mayor¨ªa con una milicia propia. Las autoridades locales, as¨ª como los militares brit¨¢nicos, reconocen el problema, pero hasta ahora no han podido atajarlo por falta de una fuerza policial que s¨®lo en las ¨²ltimas semanas ha empezado a tomar el control de las calles.
"Los islamistas se han beneficiado de la inestabilidad y la inseguridad", admite el comandante Tim Smith, portavoz de la divisi¨®n bajo mando brit¨¢nico. "Si logramos mejorar en esos aspectos, se reducir¨¢n sus oportunidades", manifiesta. Smith no se muestra especialmente preocupado por la presencia de las milicias. "En esta parte del pa¨ªs, son parte del paisaje", afirma, "no est¨¢n oficialmente reconocidas, pero hemos adoptado una postura pragm¨¢tica, lo que no quiere decir que seamos complacientes".
Impl¨ªcitamente, Smith reconoce que los milicianos de la Organizaci¨®n B¨¢der y del Ej¨¦rcito del Mahdi (los dos principales grupos armados chi¨ªes) han contribuido a mantener la seguridad general. "Las reglas del juego son que no exhiban sus armas", apunta antes de mostrarse convencido de que "entienden su lugar". Tal vez, pero las declaraciones de sus l¨ªderes parecen indicar otra cosa. "Si los brit¨¢nicos trabajaran solos no tendr¨ªan tan buena reputaci¨®n. Son nuestra organizaci¨®n y algunas otras las que garantizan la seguridad", ha declarado Abu Ammar al Mayahi, adjunto al jefe de los B¨¢der en Basora.
Otros son m¨¢s osados. La Organizaci¨®n de las Bases Isl¨¢micas, un grupo circunscrito a Basora que seg¨²n fuentes period¨ªsticas locales cuenta con 400 j¨®venes armados, est¨¢n esperando la salida de los brit¨¢nicos para arrogarse mayores responsabilidades. "Su presencia no ha tra¨ªdo ninguna mejora a Irak", asegura su portavoz, Mohamed al Baach. "Hemos sido nosotros los que hemos prevenido que la gente, sobre todo los j¨®venes, se enfrenten con las tropas brit¨¢nicas", prosigue antes de a?adir que a una orden de sus jefes se acabar¨¢ la calma.
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