Hip¨®tesis, ex¨¦gesis y certezas
La comunidad musulmana en Espa?a se ha comportado con una solidaridad extrema con la sociedad que la acoge. El d¨ªa 12 de marzo me vi confundido en plena manifestaci¨®n, con la asociaci¨®n de comerciantes marroqu¨ªes que expresaban como uno solo su rechazo al terror, viniera de donde viniera. Algunos se negaron en principio a admitir que quienes aparentan ser como ellos, hablando su lengua y conviviendo con sus mismas preocupaciones, puedan resultar asesinos convictos y confesos. Pero cuando las hip¨®tesis se van convirtiendo en certezas, acaban por admitirlo y por sentirse de nuestro lado. Lograr controlar el reflejo comunitario es un primer principio de buena integraci¨®n.
Nuestro papel como sociedad de acogida de una inmigraci¨®n creciente, entre la que el colectivo m¨¢s numeroso lo componen m¨¢s de 350.000 personas procedentes de nuestro vecino pa¨ªs marroqu¨ª, es conseguir una convivencia en armon¨ªa. Para ello es necesario, m¨¢s que nunca, una pol¨ªtica de integraci¨®n de la inmigraci¨®n para evitar su discriminaci¨®n, guetizaci¨®n y marginaci¨®n, ya que es ah¨ª donde se fomenta el resentimiento, que puede llegar a comunitarizarse. Y en casos muy, muy extremos a transformarse en odio y desprecio.
?ste ha sido un atentado pol¨ªtico, que las hip¨®tesis m¨¢s plausibles, ponen en relaci¨®n con la intervenci¨®n espa?ola en la guerra de ocupaci¨®n en Irak. Y por qu¨¦ no, tambi¨¦n por la desafecci¨®n mostrada por el Gobierno hacia el mundo ¨¢rabe. Por ello el atentado del 11 de marzo debe ser interpretado en clave transnacional, y las pistas descubiertas hasta el momento llevan a la red de Al Qaeda. La escenograf¨ªa de comunicados reivindicadores del atentado, la coyuntura en la que se ha producido el mismo, las primeras pistas aportadas por los materiales descubiertos, apuntan a personas conectadas con ese entorno. Pero, precisamente, el perfil que se va dibujando de algunas de las personas presuntamente implicadas, nos hace pensar en que tampoco pueden desconocerse otras claves m¨¢s locales que, a nadie puede ocultarse, llevan a preguntarse por la gesti¨®n realizada en los ¨²ltimos a?os de la inmigraci¨®n y yo dir¨ªa tambi¨¦n que de las relaciones con nuestro vecino del sur.
Una red como Al Qaeda o cualquier otra de este tipo que haya ideado el atentado tiene cerebro, miembros y extremidades. Lo que al parecer se descubre ahora, en primer lugar, son las extremidades, los ejecutores. Islamistas o no en su vida privada, aparecen conexiones con inframundos de hampa, droga y todo tipo de bisness marginales. El medio inmigrante permite m¨¢s juego, m¨¢s movilidad y m¨¢s contactos exteriores que el medio de miseria de arrabal que incub¨® a los autores materiales de otros acontecimientos emparentados como los de Casablanca, hace menos de un a?o. El cerebro de aquel atentado logr¨® llevar a los ejecutores hasta la autoinmolaci¨®n. Siempre es m¨¢s seguro llevarse a la tumba el secreto de la organizaci¨®n, evitando riesgos. No parece haya sido el caso de las bombas de Madrid. Muchos, demasiados cabos sueltos, que al final revelar¨¢n los pecados de la autor¨ªa.
Cuando la noche del 16 de mayo de 2003 fue atacada, entre otros objetivos, la Casa de Espa?a de Casablanca, pocos quisieron creer en la relaci¨®n entre este atentado y el papel de nuestro pa¨ªs en la guerra en Irak, queriendo ver en ¨¦l tan s¨®lo un castigo a uno de los locales en los que se consume alcohol en la capital econ¨®mica de Marruecos. El director del CNI espa?ol vol¨® de inmediato a Casablanca a entrevistarse con su hom¨®logo, pero nunca se nos inform¨® de las conclusiones de su viaje. ?Era vergonzante reconocer que est¨¢bamos en el punto de mira del terrorismo transnacional por el empecinamiento de nuestros gobernantes? Puede que la conexi¨®n directa entre los autores de los ataques de Casablanca y los de los trenes de la muerte no termine por establecerse o no exista. La polic¨ªa marroqu¨ª parece que pensaba lo contrario, cuando recuerda ahora que orden¨® busca y captura hace menos de un a?o contra uno de los detenidos de ahora. ?Se sigui¨®, entonces, su pista?
Entre Espa?a y Marruecos, entre sus gobiernos y entre algunos sectores de su opini¨®n, ha habido un malestar de fondo en estos ¨²ltimos a?os que conviene aislar y entender para poder lograr una comprensi¨®n global de lo ocurrido. Cuando poco m¨¢s de un mes despu¨¦s de los atentados del 11 de septiembre, en un contexto internacional confuso, el Gobierno marroqu¨ª retira su embajador de Espa?a, los gobernantes de los dos pa¨ªses concernidos, Espa?a y Maruecos, son incapaces de desactivar la tensi¨®n que se incrementaba desde medio a?o atr¨¢s. Estaban sembrando as¨ª un recelo entre pueblos que algunos elementos, desde la distancia o la cercan¨ªa, han podido y querido explotar. Cuando las investigaciones del juez Garz¨®n llevan a una posible pista marroqu¨ª que conduce a Al Qaeda, un mes despu¨¦s de la retirada del embajador, ?se est¨¢ en condiciones para un seguimiento conjunto del tema, cuando la preocupaci¨®n de los dirigentes espa?oles est¨¢ en si Rodr¨ªguez Zapatero era patriota o no por viajar a Marruecos en esas circunstancias o si, meses m¨¢s tarde, Gonz¨¢lez pretendi¨® entrevistarse con Yusufi o el rey de Marruecos?
Cuando ese clima enrarecido se ha prolongado durante a?o y medio m¨¢s, hasta enero de 2003, la irresponsabilidad, sin duda compartida es, a mi juicio, mucho mayor. Acuerdos de inmigraci¨®n paralizados, sabiendo que es vital, una verdadera v¨¢lvula de escape para los marroqu¨ªes, el poder salir a trabajar al extranjero. Universidades incomunicadas en proyectos comunes, cooperaci¨®n al desarrollo estancada por falta de cauces para permitir su marcha. Aderezado todo ello con una imagen distorsionada de cada uno de los dos pa¨ªses en los medios de comunicaci¨®n del otro. Los espa?oles sabemos de eso, y s¨®lo basta rebuscar en nuestras hemerotecas, en los foros de Internet o en las tertulias de las radios durante ese periodo de tiempo. Tampoco en Marruecos fue mucho mejor nuestra imagen como pa¨ªs en no pocos medios de comunicaci¨®n, acaparando nuestro presidente de Gobierno un protagonismo que contagi¨® negativamente la imagen de sus ciudadanos. ?Era ¨¦ste el clima propicio para una colaboraci¨®n en confianza entre servicios de inteligencia y polic¨ªas de los dos pa¨ªses?
El momento ¨¢lgido de la sinraz¨®n lleg¨® con el episodio de Perejil. Lo menos que se puede decir es que, una vez m¨¢s, ninguno de los dos gobiernos estuvo a la altura de las circunstancias. Ese clima no favorec¨ªa unas relaciones institucionales normales de buena vecindad y colaboraci¨®n. No quiero eludir de la responsabilidad a un Gobierno como el marroqu¨ª que descabez¨® su representaci¨®n diplom¨¢tica en momentos en que m¨¢s necesaria era para evitar la precarizaci¨®n del estatus de una comunidad de conciudadanos por entonces de m¨¢s de un cuarto de mill¨®n de personas.
Tras los atentados de Casablanca algunas pistas conduc¨ªan a medios de la inmigraci¨®n marroqu¨ª en Espa?a. Casablanca y Madrid revelan que nuestros dos pa¨ªses est¨¢n en el mismo barco. No se trata, de ninguna manera, de encontrar el recurso f¨¢cil de achacar estos atentados a las malas relaciones entre Espa?a y Marruecos, aunque sin duda ¨¦stas puedan haber contribuido a predisponer a una minor¨ªa a expresar su desprecio hacia nuestros ciudadanos y, desde luego, es leg¨ªtimo preguntarse si las malas relaciones pueden haber entorpecido una franca cooperaci¨®n policial. Aunque hemos respirado con alivio cuando, tras el atentado, la colaboraci¨®n entre servicios de seguridad ha sido inmediata.
No. Este atentado tiene otras razones, ante todo, pol¨ªticas, con su disfraz religioso, cometido, seg¨²n las hip¨®tesis m¨¢s veros¨ªmiles, por una organizaci¨®n que se encubre detr¨¢s del islam-religi¨®n. Digo se encubre, porque el islam para esa organizaci¨®n (si estamos hablando de grupos en la ¨®rbita de Al Qaeda) es un pretexto y sus m¨®viles son, en realidad, pol¨ªticos. No mezclemos la teolog¨ªa en esto, le recordaba Juan Goytisolo a Jean Daniel en estas mismas p¨¢ginas. No creamos que es en la ex¨¦gesis de los textos sagrados donde vamos a encontrar luz, sino confusi¨®n.
Algunos, por el hecho de que el cerebro de Al Qaeda diga hablar en nombre del islam y haya lanzado una guerra santa contra los poderes que sojuzgan u ocupan pa¨ªses musulmanes, parten del a priori de que es en los textos fundacionales del islam donde se halla la explicaci¨®n al terror. Tengo en mente muy especialmente el art¨ªculo de Antonio Elorza 'Yihad' en Madrid, porque es una buena prueba de c¨®mo se quieren encontrar las explicaciones en el dogma y en cierta interpretaci¨®n de la doctrina isl¨¢mica que, a nosotros occidentales, por nuestra seguridad, nos corresponder¨ªa hacer abandonar. Las citas cor¨¢nicas extra¨ªdas de no se sabe qu¨¦ traducci¨®n que recordaba en su art¨ªculo, resultan bien diferentes seg¨²n la traducci¨®n sea de Julio Cort¨¦s o de Abdelghani Melara Nav¨ªo y, no digamos, de Jacques Berque. Si las traducciones son diametralmente diversas, las interpretaciones tambi¨¦n pueden serlo. Naturalmente que una interpretaci¨®n sesgada de textos sagrados, alimentada en circuito cerrado en determinados medios, puede llevar al sue?o de la raz¨®n y producir monstruos. Pero no es en la religi¨®n donde encontraremos la explicaci¨®n. Como la democracia en Irak, el aggiornamento del islam no se producir¨¢ desde afuera y por la fuerza.
A ra¨ªz de los atentados de Casablanca publiqu¨¦ en estas p¨¢ginas un art¨ªculo en el que insist¨ªa en que "la lucha contra este terrorismo que cunde por el mundo isl¨¢mico debe afrontar, junto a los s¨ªntomas, las causas que lo fundamentan y lo nutren. Para desarmar al terrorismo hay que desmontar sus argumentos, deshacer su montaje simb¨®lico". Recordaba la necesidad internacional de afrontar con coraje injusticias "originarias" como la de Palestina-Israel, a la que se ha a?adido a lo largo de todo este a?o el polvor¨ªn de Irak. Y conclu¨ªa entonces que "mientras no se ayude con todas las fuerzas que cada pa¨ªs tenga en su mano a resolver esos problemas (...) seguiremos asistiendo a carnicer¨ªas monstruosas como la del 16 de mayo" pasado. Esos pretextos van a seguir sirviendo de caldo de cultivo para actos execrables como el del 11-M. Mientras no se desactiven, la violencia aqu¨ª, en Gran Breta?a o en otros contextos seguir¨¢ siendo una desgraciada (e injusta) posibilidad. Eso es lo que nos dice el metalenguaje del terrorismo. Y entenderlo no es, de ning¨²n modo, ceder a su chantaje.
Bernab¨¦ L¨®pez Garc¨ªa es catedr¨¢tico de Historia del Islam en la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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