El Metropolitan despliega la belleza de la ¨²ltima etapa de Bizancio
350 piezas de m¨¢s de 30 pa¨ªses recorren los siglos XIII, XIV y XV del imperio
El museo Metropolitan de Nueva York ha tardado siete a?os en reunir las m¨¢s de 350 piezas de Bizancio: fe y poder, una de las m¨¢s completas y m¨¢s bellas exposiciones sobre los ¨²ltimos siglos del imperio bizantino. Iconos, frescos, mantos, objetos lit¨²rgicos, en su mayor¨ªa producidos por la Iglesia ortodoxa, procedentes de m¨¢s de treinta pa¨ªses, entre ellos Grecia, Bulgaria, Egipto, Francia, Italia y Rusia, ilustran la influencia y el esplendor de una Constantinopla mermada por las luchas pol¨ªticas y las divisiones internas. La muestra podr¨¢ contemplarse hasta primeros de julio.
El t¨¦rmino Bizancio define el imperio creado por Constantino en el 330 y la influencia, mucho m¨¢s extendida, de su poder y su arte. El t¨¦rmino fue acu?ado en 1557 por el erudito medieval Hieronymus Wolf tomando el nombre de la colonia griega asentada en la orilla europea del B¨®sforo que sirvi¨® de emplazamiento a la nueva capital. "Los que vivieron en Constantinopla entre 1261 y 1557 se llamaban a s¨ª mismos romanos y se consideraban descendientes de Augusto y C¨¦sar", asegura la comisaria de la exposici¨®n, Helen Evans. "Nosotros celebramos Bizancio, pero ellos no se hubieran definido as¨ª".
La exposici¨®n empieza en 1261 con la restauraci¨®n del imperio. Algo m¨¢s de medio siglo antes, Constantinopla hab¨ªa ca¨ªdo ante los ej¨¦rcitos de la IV Cruzada. Los conquistadores occidentales se repartieron parte del territorio bizantino (Imperio Latino, Reino de Tesal¨®nica, Principado de Atenas....), mientras que surg¨ªan Estados griegos independientes en Anatolia occidental (Imperio de Nicea), en la costa del mar Negro (Imperio de Trebisonda) y en Epiro (Despotado de Epiro). Fue precisamente el m¨¢s fuerte de estos Estados, el Imperio de Nicea, el que asumi¨® la continuidad de la tradici¨®n imperial, defendiendo con ¨¦xito los territorios bizantinos de Asia Menor frente a los turcos.
En 1261, Miguel VIII logr¨® recuperar Constantinopla y puso fin a la dominaci¨®n latina. Se encontr¨® con una ciudad en ruinas. Su imperio no era m¨¢s que una triste sombra de lo que hab¨ªa sido. Aun as¨ª, el moribundo Imperio Romano de Oriente sobrevivi¨® como pudo hasta el 29 de mayo de 1453, d¨ªa en que las tropas del sult¨¢n turco Mehmet II tomaron Constantinopla al asalto. El Imperio Bizantino hab¨ªa muerto. En su lugar naci¨® el Imperio Otomano con la misma capital, pero bajo otro nombre: Estambul.
Pocos de estos profundos cambios se perciben en las paredes del Metropolitan. Las representaciones religiosas miran a los visitantes con severidad y distancia, pero las im¨¢genes son falsamente familiares. Al igual que la ambig¨¹edad que rodea el t¨¦rmino Bizancio, la impresi¨®n de continuidad no es del todo acertada. Los Cristos de los epitafios (mantos religiosos que se usaban en la misa) y las V¨ªrgenes de los iconos traducen un concepto de la fe mucho m¨¢s pesimista. El tiempo no era lineal y progresivo, sino un constante ir y venir entre un pasado glorioso, m¨¢s cercano a la creaci¨®n, y un futuro incierto.
Estas actitudes se reflejan en el arte. Los artistas no buscaban la novedad y, cuando la encontraban, prefer¨ªan disfrazarla en tradici¨®n. Las im¨¢genes no se conceb¨ªan como meras representaciones. Eran versiones de las "aut¨¦nticas" im¨¢genes de los santos y, como tales, transmit¨ªan la presencia de la divinidad y sus poderes sobrenaturales. Los artistas deb¨ªan producir trabajos que impresionaran a Dios por su autenticidad religiosa, la riqueza de sus materiales y la belleza de su acabado. Deb¨ªan, sobre todo, durar m¨¢s all¨¢ de una vida, hasta el fin del mundo. Tambi¨¦n se usaban como s¨ªmbolos en las batallas. Miguel VIII entr¨® en Constantinopla con una imagen de la Virgen, y en la exposici¨®n se puede ver una incre¨ªble representaci¨®n de Cristo de la catedral de Laon (Francia), una pieza que el propio Vaticano intent¨® conseguir, sin ¨¦xito, para una de sus muestras, hace cuatro a?os.
En un imperio tan deshilachado destacaron dos grandes centros de producci¨®n religiosa: el monasterio de Santa Catalina, en el Sina¨ª, de donde proceden m¨¢s de 40 piezas de la muestra, y los monasterios del Monte Athos, en Grecia. Tambi¨¦n aparecieron muchos santos locales que enriquecieron la tradici¨®n: san Demetrios, en Tesal¨®nica; san Nino, en Georgia; san Sava, en Serbia, y sobre todo los primeros santos nacidos en Rusia, san Bor¨ªs y san Gleb, representados en un icono de mediados del siglo XIV del museo de San Petersburgo.
Tras la ca¨ªda de Bizancio en 1453, su influencia fue mezcl¨¢ndose con la de los conquistadores musulmanes hasta llegar al renacimiento. El Metropolitan ha tenido la brillante idea de concluir la muestra juntando una Virgen de Cambrai (Francia), N?tre Dame de Gr?ce, realizada en 1440, una imagen severa y bella, y una copia realizada 15 a?os m¨¢s tarde por Haynes de Bruselas, en un estilo mucho m¨¢s renacentista, m¨¢s calido, prueba de que el mundo hab¨ªa entrado en otra ¨¦poca.
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