Atocha: magnitud 8 de la escala Ritcher
La sacudida fue sentida por todos los que de alguna manera est¨¢bamos pr¨®ximos al epicentro de la desgracia. Todos y cada uno de los ciudadanos de este pa¨ªs se vieron m¨¢s o menos afectados por la desgracia que hizo temblar las vidas y el esp¨ªritu. Y las ondas llegaron a superar, incluso, la geograf¨ªa espa?ola. La madre Europa, conmocionada, miraba incr¨¦dula lo que estaba pasando.
A¨²n estamos reponi¨¦ndonos de esta desgracia, provocada por desalmados, cuando sentimos alguna peque?a r¨¦plica de ese terremoto, producto de la miseria humana y de los que de manera indecorosa e imp¨²dica son capaces de manejar el dolor de todos. De nuestros muertos, de nuestros heridos y de nuestros vivos.
La incapacidad que algunos demuestran para valorar la magn¨ªfica base sobre la que est¨¢ construida nuestra casa, producto del trabajo de la historia m¨¢s reciente, y a la que hemos dotado de unos cimientos capaces de resistir sacudidas de esta ¨ªndole es un insulto al trabajo de todos y la inteligencia.
Llevamos d¨¦cadas trabajando en algo que no termina nunca, ya que de manera permanente podremos a?adir, reformar o variar la arquitectura, e incluso modificar alguna de sus partes profundamente. No dejar¨¢ de ser nuestra casa, patrimonio de todos, propiedad de nadie y a cuyo orden asignaremos a aquellos de entre nosotros, de sus habitantes, seg¨²n convenga para su mejor gobierno, a la vez que nosotros y no los designados aprobaremos las normas e instrucciones para su organizaci¨®n.
Esa fortaleza de la construcci¨®n, esa capacidad de dotarla de gobierno seg¨²n y como convenga, nos hace capaces, y libres, para quitar y poner a quienes la dirigen y, si fuera necesario, para que sus nombres no aparezcan nunca en el libro de visitas, de manera que las p¨¢ginas de la historia silencien, si fuera necesario, su paso.
Es importante que seamos capaces de mantener sus fachadas limpias de quienes utilizan la pared para hacer pintadas insultantes, acusatorias e improcedentes. ?stos deben saber que la pintura no s¨®lo no afecta a la estructura, sino que es f¨¢cil de borrar. Incluso podremos dejar esa huella y que el tiempo, magn¨ªfico se?or, la mantenga para escarnio de sus autores y como ense?anza, a la vez que la va diluyendo al paso de las generaciones.
Nuestros muertos y nuestros heridos necesitan tranquilidad y nuestra presencia callada. Los int¨¦rpretes deben callar, una vez m¨¢s.
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