Josefina Aldecoa bucea en su memoria y rescata sus mejores y peores recuerdos
'En la distancia' reflexiona sobre su infancia, su carrera docente y literaria y su vida amorosa
La experiencia ha sido intensa. Josefina Aldecoa (La Robla, Le¨®n, 1926) prefiere ocultarse tras la ficci¨®n que escribir sobre su persona, sensaciones y vivencias. La escritora acaba de publicar En la distancia (Alfaguara), una reflexi¨®n sobre su vida y la generaci¨®n literaria a la que se conoce como la del medio siglo. "Bucear en tu vida es muy duro, aunque el balance sea positivo. He llorado lo que he querido; soy el miembro m¨¢s mayor de la familia y he perdido a muchos seres queridos", confiesa la autora, que ha tratado de huir del g¨¦nero autobiogr¨¢fico y de la onom¨¢stica.
"No est¨¢bamos alcoholizados, pero beb¨ªamos mucho. Ser joven era muy duro"
"El franquismo fue una losa. Es de las pocas cosas que no perdono"
Sentada en su cuarto, en la casa de sus padres, con el r¨ªo Manzanares de fondo, Josefina contaba 22 a?os cuando fue tomada la foto que ilustra la portada de su nuevo libro. Ahora, unas d¨¦cadas despu¨¦s, la escritora interrumpe su visita a una de las clases del madrile?o colegio Estilo, fundado por ella en 1959 seg¨²n los principios de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, para atender a los periodistas.
En la distancia se inicia con una infancia feliz, donde el contacto con la naturaleza desembocar¨ªa en el despertar de los sentidos a la belleza. Nieta, hija y sobrina de maestras, la escritora y pedagoga vuelve al desv¨¢n de sus abuelos, al cuarto donde se guardaban las manzanas y a la manta de colores donde se tumbaba, para recordar los primeros cuentos y las novelas de aventuras. "La lectura sigue siendo una de mis principales pasiones; creo que podr¨ªa prescindir de escribir, pero nunca podr¨ªa separarme de la lectura", asegura rotunda. Desde el principio, tambi¨¦n la pol¨ªtica form¨® parte de su historia. Contaba cinco a?os cuando se proclam¨® la Rep¨²blica: "Recuerdo con nitidez algunas escenas; la alegr¨ªa, las voces, las banderas".
Historia de una maestra recoge an¨¦cdotas y experiencias autobiogr¨¢ficas como la retirada de los crucifijos en las escuelas, y es real todo lo que refleja recuerdos hist¨®ricos y el ambiente. Buena parte de su obra literaria ha seguido esa t¨®nica, pero adem¨¢s de impregnar su trabajo literario, la pol¨ªtica y muy especialmente todo lo que tiene que ver con una actitud cr¨ªtica y de defensa de la libertad, han marcado su vida, aunque nunca ha militado en ning¨²n partido. "La pol¨ªtica es una profesi¨®n y una entrega, y yo ya tengo dos dedicaciones plenas: la literatura y la educaci¨®n, y las administro como quiero", a?ade.
Al poco de llegar a Madrid con su familia, la escritora en la que luego se convertir¨ªa qued¨® impactada a los 18 a?os con dos novelas: La familia de Pascual Duarte, de Cela, y Nada, de Carmen Laforet. "?Me deslumbraron! La obra de Cela estaba llena de una literatura negra y dura que nada ten¨ªa que ver con el imperialismo y el color de rosa que primaba en la ¨¦poca, y la de Laforet mostraba una desolaci¨®n con la que me identificaba totalmente. Hasta el t¨ªtulo era bueno; Nada expresaba lo que era vivir ese momento". Se matricul¨® en la Facultad de Filosof¨ªa y Letras, y se especializ¨® en Pedagog¨ªa. Acababa de regresar de un viaje a Londres donde pas¨® unos meses cuando conoci¨® a Ignacio Aldecoa en el caf¨¦ Gij¨®n: "Estaba sentado al fondo, en un div¨¢n. Me lo presentaron Rafael S¨¢nchez Ferlosio, Jos¨¦ Mar¨ªa de Quinto y Alfonso Sastre".
Desde aquel momento, Ignacio y Josefina, a la que sus amigos comparaban con Mirna Loy, iniciaron una relaci¨®n que s¨®lo se rompi¨® con la muerte del escritor, v¨ªctima de un infarto, en 1969. "He visto a pocos que no se rebelen ante la muerte de un ser querido". La depresi¨®n profunda que supuso para ella su fallecimiento -"La sensaci¨®n de vivir en una nebulosa d¨ªa tras d¨ªa, avanzando casi a tientas con la inseguridad de un convaleciente de una grave enfermedad"- se fue atenuando con el tiempo gracias a su entrega y trabajo en el colegio Estilo, uno de los escasos centros de la ciudad donde se practicaba la coeducaci¨®n.
La relaci¨®n con su marido, sus cuentos, sus novelas, los viajes que realizaron juntos, especialmente a Nueva York, y el nacimiento de su hija Susana ocupan las mejores y tambi¨¦n m¨¢s duras p¨¢ginas de En la distancia. A trav¨¦s del libro se descubre tambi¨¦n a un grupo de escritores j¨®venes, a los que luego se conoci¨® como "la generaci¨®n del medio siglo", dispuestos a sobrevivir en un mundo casposo y represivo. Como miembro de esa generaci¨®n, a la que pertenecen tambi¨¦n sus amigos Jes¨²s Fern¨¢ndez Santos, Ana Mar¨ªa Matute, Carmen Mart¨ªn Gaite, S¨¢nchez Ferlosio y Alfonso Sastre, se siente maltratada. "Para entender una literatura hay que comprender las condiciones hist¨®ricas en las que se ha producido; despectivamente, han llegado a etiquetarla como literatura de la berza. Algunos escritores y cr¨ªticos de los sesenta despreciaban el realismo y hemos tenido que esperar a los noventa para que se produzca una reacci¨®n justa, de reflexi¨®n y memoria", cuenta en¨¦rgica. "A Ignacio llegaron a tacharle de franquista porque colaboraba con el diario Arriba, ignorando lo que escrib¨ªa y lo complicada que es la vida de un escritor que empieza. Las clandestinidades siempre son sucias", concluye.
En 1958, dos amigos, Rafael Azcona y Fernando de Castro, les descubrieron Ibiza, donde el matrimonio verane¨® durante a?os. "A la isla empezaban a llegar los primeros hippies de oro, los ni?os mimados de Estados Unidos. Ten¨ªan una revista, Black Saturday. Beb¨ªan como descosidos por los bares soleados. Absenta por la ma?ana y ginebra o whisky por la tarde y noche. Todos beb¨ªamos, era nuestro East of Eden, un Ed¨¦n real y vigoroso al que hab¨ªamos llegado desde la oscuridad", escribe En la distancia.
No son las ¨²nicas p¨¢ginas por donde navegan el alcohol y la literatura. "Los Aldecoa, ya se sabe, vida y literatura y gastando lo que no tienen", dijo de ellos un conocido. Los amigos tambi¨¦n dec¨ªan que estaban aldecoholizados. "Ignacio era una persona muy curiosa y llena de vida; donde estaba siempre llevaba la voz cantante. Era el centro de atracci¨®n estuviera donde estuviera; entonces no hablaba ingl¨¦s, pero le recuerdo en Nueva York recitando poemas de Lorca y el p¨²blico mir¨¢ndole como si entendiera todo lo que dec¨ªa", recuerda. "No est¨¢bamos alcoholizados, pero fuimos una generaci¨®n que beb¨ªamos mucho. Ser joven en ese momento era muy duro, no se pod¨ªa hacer nada, todo estaba prohibido. Los foros eran los caf¨¦s y las tabernas".
Conoci¨® la Rep¨²blica, fue ni?a de la guerra, pedagoga durante el franquismo y escritora en la transici¨®n y en la democracia, pero lo m¨¢s duro para ella fueron los a?os oscuros de la dictadura. "El franquismo fue una losa", argumenta. "Es de las pocas cosas que no perdono. Iba a cumplir cincuenta a?os cuando son¨® el tel¨¦fono en mi casa. Final de cap¨ªtulo, pens¨¦ nada m¨¢s conocer la noticia. Los cuarenta a?os de la dictadura cayeron sobre m¨ª como una losa. Demasiado tarde para los que ¨¦ramos ni?os en 1936".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.