De secretos y mentiras pol¨ªticas
El tratamiento informativo dado por el ¨²ltimo Gobierno del Partido Popular a la masacre del 11-M en Madrid, o antes, la oscura y ya olvidada muerte de Kelly, asesor del ejecutivo de Tony Blair, tras el esc¨¢ndalo de la manipulaci¨®n del dossier sobre las armas de destrucci¨®n masiva en Irak, y, por supuesto, las explicaciones mismas de Bush, el premier brit¨¢nico y Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar sobre los porqu¨¦s de la guerra, ponen sobre el tapete de la reflexi¨®n filos¨®fico-pol¨ªtica (precisamente la que debiera hacer el PP en lugar de enrocarse tozudamente en algunas de sus tesis aznaristas), la vieja cuesti¨®n de las "mentiras y los secretos de Estado". En la historia, esta cuesti¨®n se ha respondido, en t¨¦rminos generales, de dos formas diferentes y no es irrelevante ni el momento ni el contexto pol¨ªtico en el que se formulan.
La primera se conoce como el error Maquiavelo, por su autor y porque es incompatible con el sistema democr¨¢tico, incluso en la versi¨®n del florentino que est¨¢ sustancialmente mejor argumentada que la de sus ep¨ªgonos contempor¨¢neos que con toda seguridad no le han le¨ªdo, en concreto sus Discursos sobre la primera d¨¦cada de Tito Livio. Esta respuesta podr¨ªa representarse, de una forma quiz¨¢ algo solemne -y kantiana- pero en todo caso muy gr¨¢fica, del siguiente modo: la ?tica y el Derecho doblando su rodilla ante la pol¨ªtica. Supone, resumiendo mucho, la legitimaci¨®n de la mentira pol¨ªtica y de los secretos de Estado. Los gobiernos, si consideran que est¨¢ en juego la salvaci¨®n de la Patria, est¨¢n autorizados a mentir en todas sus formas y a guardar secreto, tratando a los ciudadanos como menores de edad. Cuando Aznar -y siento compararlo con Maquiavelo (por el prestigio intelectual del segundo, claro)-, repet¨ªa hasta el hartazgo -el ¨²nico que no le oy¨® fue nuestro Zaplana- que las armas de destrucci¨®n masiva, "raz¨®n" principal de la invasi¨®n de Irak, iban a aparecer tarde o temprano, o cuando se empe?aba por boca, entre otros, del mismo Zaplana, siempre impert¨¦rrito, en la autor¨ªa de ETA en contra de las evidencias policiales acerca del atentado brutal de Madrid, de la opini¨®n de la prensa internacional y de toda elemental prudencia, se estaba situando en esta tradici¨®n de la supremac¨ªa de la l¨®gica pol¨ªtica (con min¨²sculas) sobre la ¨¦tica y el Derecho. Dicho con otros t¨¦rminos: con estos dos ejemplos, y con algunos otros como el del Prestige o el del accidente a¨¦reo de los militares espa?oles en Turqu¨ªa, hemos asistido en los ¨²ltimos tiempos a una perversi¨®n de la ¨¦tica de la responsabilidad weberiana por parte del gobierno que pretend¨ªa incluir el desprecio hacia millones de espa?oles y de europeos que nos manifestamos, nosotros s¨ª por sentido de la responsabilidad, contra una guerra ilegal e inicua, imp¨²dica, pero tambi¨¦n contra la falta de informaci¨®n veraz en las horas y d¨ªas posteriores al 11-M, hasta la ma?ana misma de las elecciones. Ellos, y en particular el expresidente Aznar, quisieron ser Churchills revividos, Hombres de Estado, Estadistas de los que la historia s¨®lo nos da uno o dos cada siglo, normalmente incomprendidos por sus coet¨¢neos; nosotros, claro, deb¨ªamos pasar, en este grotesco intercambio de papeles y m¨¢scaras, por los cobardes que ceden al chantaje terrorista o, en el mejor de los casos, por unos ingenuos demagogos de la paz y de los derechos humanos, incapaces de aprehender el profundo (arcano) sentido de la Raz¨®n de Estado, verdaderamente al alcance de muy pocos, casualmente ellos.....
La segunda respuesta podr¨ªa denominarse como el sue?o de Kant vigilado por Rousseau, y es justamente la contraria a la anterior y la ¨²nica compatible al final con la democracia. Arranca de la Ilustraci¨®n (con Condorcet a la cabeza) y se desarrolla a lo largo del Siglo XIX en la mejor tradici¨®n de liberalismo pol¨ªtico que no es naturalmente la del tridente de las Azores, sino la del mismo Kant, la de Mill, la de Bertrand Russell, o incluso la de Kelsen. Es una respuesta que parte del principio de sospecha hacia el poder y que combate la ocultaci¨®n y la oscuridad de la vida p¨²blica (Ilustraci¨®n significa precisamente luz y transparencia). En un primer momento, podr¨ªa representarse, por seguir con la imagen dibujada m¨¢s arriba, como la pol¨ªtica doblando su rodilla ante el Derecho y la Moral, aunque hoy se expresa mejor presentando a estas tres instancias normativas de la mano, siempre que la Pol¨ªtica sea democr¨¢tica (no s¨®lo en su origen, sino tambi¨¦n en su ejercicio p¨²blico, deliberativo e igualitario), la ¨¦tica, laica y plural, y el Derecho, racional y garantista. Es la intuici¨®n de Kant, sin duda inspirada en Rousseau, que nos expone hace m¨¢s de dos siglos en su "art¨ªculo secreto" de La Paz Perpetua: "El Derecho de los hombres debe mantenerse como cosa sagrada, por grandes que sean los sacrificios del poder dominante. En este asunto no se puede partir en dos e inventarse la cosa intermedia (entre Derecho y utilidad) de un Derecho condicionado por la pr¨¢ctica; toda pol¨ªtica debe doblar su rodilla ante el Derecho, si bien cabe esperar que se llegar¨¢ a un nivel, aunque lentamente, en que la pol¨ªtica brillar¨¢ con firmeza".
La victoria el pasado 14 de marzo del PSOE y, muy en particular a estos efectos, de Rodr¨ªguez Zapatero, quiz¨¢ tenga mucho que ver con una identificaci¨®n, consciente o inconsciente, pero poderosa y valiente, de la candidatura socialista con la segunda manera de entender la Pol¨ªtica que he recordado en estas l¨ªneas, y del PP con la primera. El grito de ?No nos falles! a Zapatero y su actitud receptiva constituye un aldabonazo de esperanza para la mayor¨ªa de los ciudadanos que con estas elecciones han demostrado, en contra de los pesimistas, de los esc¨¦pticos o de los agoreros, que sue?an todav¨ªa con ese brillo propio de la pol¨ªtica democr¨¢tica que no puede entenderse sin la ¨¦tica y el Derecho.
Jos¨¦ Manuel Rodr¨ªguez-Uribes es profesor titular de Filosof¨ªa del Derecho y miembro del Grupo de Estudios sobre Ciudadan¨ªa, Inmigraci¨®n y Minor¨ªas de la Universitat de Val¨¨ncia.
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