El epitafio
De ni?o, mientras mi padre adecentaba el nicho de mi abuela y le colocaba un ramillete de crisantemos a ambos lados de la l¨¢pida, yo me distra¨ªa entre las tumbas leyendo con curiosidad todav¨ªa inocente los nombres, las fechas y ciertos epitafios que no entend¨ªa del todo. Uno de ellos, labrado sobre la piedra en el camposanto de Alicante, asaltaba furiosamente al m¨¢s sereno con la sentencia "?Qu¨¦ miras? Fui lo que t¨² eres. Ser¨¢s lo que ahora soy". Entiendo que hasta los finados tengan esa voluntad de originalidad que les preserve del olvido e incluso ese empe?o en despertar sensaciones a¨²n despu¨¦s de la muerte. Fieles a su car¨¢cter, los hay que recurrieron al sarcasmo -"Ah¨ª os qued¨¢is. No pienso echaros de menos"-, al eslogan demoledor -"Nac¨ª infeliz. Viv¨ª infeliz. La muerte fue mi alivio"- y otras frases parecidas. El escultor Cristino Mallo, muy aficionado a estos lugares, paseaba con frecuencia por los cementerios de San Justo, el de San Isidro y el de la Almudena de Madrid. Cuenta que en el de Vallehermoso se qued¨® prendado ante la inscripci¨®n de un nicho que dec¨ªa: "El feto Gonz¨¢lez. Sus padres no le olvidan". "Despu¨¦s de la guerra", comentaba el artista, "pas¨¦ por delante del mausoleo de don Juan de Pezuela, virrey del Per¨², y resulta que viv¨ªa una familia dentro, durmiendo en los nichos. Un chico sali¨® de all¨ª a pedirme una peseta y me llev¨¦ un susto de muerte". Bu?uel habla tambi¨¦n de un cementerio en desuso en el que se encontraba la tumba de Larra. Una noche, tras darle diez pesetas al guardi¨¢n, lo visit¨® con un grupo de amigos. "Veo entonces", comenta el cineasta, "un pante¨®n entreabierto, bajo unas escaleras y distingo la tapa de un ata¨²d ligeramente levantada y una cabellera femenina sucia y reseca que asoma por la rendija... Aquella cabellera muerta iluminada por la luna (?sigue creciendo el pelo en la tumba?) es una de las im¨¢genes m¨¢s sobrecogedoras que he visto en mi vida". No sabemos qu¨¦ rezaba el epitafio, pero, la verdad, prefiero algo tan tierno y consecuente como ese "Disculpe si no me levanto" que mand¨® escribir Groucho Marx sobre el m¨¢rmol que cubr¨ªa su memoria, su puro y sus cejas apagadas.
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