Faraones
Debo ser uno de los pocos alicantinos que, al d¨ªa de hoy, a¨²n no ha visitado la muestra sobre los faraones que se exhibe en la sala de la Lonja del Pescado de Alicante. Me dispongo a hacerlo de inmediato. Por nada del mundo quisiera perderme una exposici¨®n que todos califican de extraordinaria. Por lo que he le¨ªdo en la prensa -los diarios se han mostrado generosos-, se exhiben en ella piezas de un enorme valor, habitualmente imposibles de ver fuera de Egipto. Estoy convencido de que, a¨²n privada de esa singularidad, ser¨ªa igualmente un ¨¦xito. Y lo mismo suceder¨¢ cuando viaje a Valencia en los pr¨®ximos meses, seg¨²n est¨¢ previsto. El atractivo que las antiguas civilizaciones ejercen sobre el p¨²blico es inagotable.
Esta valoraci¨®n tan positiva de la exposici¨®n no me impide, sin embargo, mostrarme en desacuerdo con las declaraciones efectuadas por Pedro Romero. En contra de lo que asegura el concejal de Cultura del Ayuntamiento de Alicante, yo no creo que Faraones marque un antes y un despu¨¦s en la cultura en la ciudad. M¨¢s que a una realidad, esas palabras de Romero responden a la pasi¨®n del gobernante que pretende trocar en extraordinario cualquier asunto que le ocupe. Como ignoro lo que el porvenir deparar¨¢ a la ciudad, no s¨¦ si Faraones supondr¨¢ un punto de inflexi¨®n para el futuro. Desde luego, es seguro que no lo supone para el pasado. Conozco bien lo sucedido en Alicante y puedo asegurar que, bajo el mandato de Pedro Romero, la cultura municipal no ha existido. Es cierto que se han cubierto las calles profusamente de esculturas, que se ha hecho esto o lo de m¨¢s all¨¢, pero siempre de un modo inconstante, arrebatado, sin planificar.
Bastar¨ªa desgranar lo exhibido durante estos a?os por la Lonja del Pescado para confirmar mis argumentos. Desde que Eduardo Zaplana inaugurara la sala, asegurando que se trataba de uno de los espacios culturales m¨¢s importantes del Mediterr¨¢neo, no recuerdo haber visto en ella una exposici¨®n memorable. Todos los magn¨ªficos prop¨®sitos que declararon las autoridades al calor de la inauguraci¨®n y en la efervescencia de los discursos han desaparecido sin dejar rastro. Ya conoc¨ªamos la tendencia a la hip¨¦rbole del ex presidente de la Generalidad, pero no imaginamos entonces que la programaci¨®n de la Lonja del Pescado ser¨ªa tan irrelevante. Si Faraones llama hoy la atenci¨®n del alicantino es, precisamente -y al margen de su valor- por tratarse de la primera muestra de importancia que llega a la ciudad.
En lugar de esta exhibici¨®n desacostumbrada, yo hubiera preferido una mayor normalidad. Es decir, hubiera deseado que la Lonja del Pescado programara con regularidad exposiciones de inter¨¦s, que es lo que suele hacerse cuando uno tiene una pol¨ªtica cultural y piensa en el ciudadano. Por desgracia, no ha sido as¨ª. De este modo, Faraones es un brillante accidente que no dejar¨¢ ning¨²n poso en la ciudad. Cuando dentro de unas semanas se desmonte la exposici¨®n y se empaqueten las obras, la Lonja del Pescado volver¨¢ a su poquedad de siempre. Y as¨ª continuar¨¢ hasta que una propuesta imprevista, una casualidad, una ocurrencia, la saquen de su aton¨ªa y la devuelvan a la actualidad por unos d¨ªas. Durante los ¨²ltimos nueve a?os, ¨¦sta ha sido la forma de actuar del gobierno municipal.
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