El precio del absurdo
Edward Estlin Cummings, que firm¨® todos sus libros como e.e.cummings, es uno de los poetas mayores del siglo XX norteamericano. Particip¨® en la Primera Guerra Mundial enrol¨¢ndose como voluntario en ambulancias y por uno de esos malentendidos propios de los tiempos de confusi¨®n que acompa?an a la administraci¨®n de la guerra acab¨® pasando casi tres a?os en prisi¨®n falsamente acusado de traici¨®n. Traici¨®n a no se sabe qu¨¦, pues este libro, creado a partir de la experiencia de esos tres a?os, no lo especifica, es una vaga mala sombra que lo saca de la vida civil y lo mete en ese cuarto de prisioneros que sarc¨¢sticamente denomina La Habitaci¨®n Enorme.
El libro, escrito en plena eclosi¨®n de las vanguardias, se convirti¨® pronto en un "libro de culto". En Espa?a lo dio a conocer Alfaguara hace bastantes a?os sin que tuviera el eco que merece y ahora Espasa lo recoge de nuevo, creo que en la misma y excelente traducci¨®n. Y resulta curioso volver a leer el libro a comienzos del siglo XXI porque sigue tan fresco como el primer d¨ªa. En realidad no es una novela sino una cr¨®nica de su estancia en la prisi¨®n de La Fert¨¦ Mac¨¦. No posee ni la estructura ni el desarrollo dram¨¢tico propios de una novela y el autor, que narra en primera persona y deja ver con toda claridad que es un relato autobiogr¨¢fico, pronto empieza a incorporar al texto a todos los que conviven (habr¨ªa que decir malviven) con ¨¦l en esa horrible estancia que llaman La Habitaci¨®n Enorme. No solamente los presos, tambi¨¦n los carceleros se incorporan a la n¨®mina de personajes. Cummings los va presentando uno tras otro y oblig¨¢ndolos a sobrevivir juntos en un ejercicio literario que opera como si se tratara de una ficci¨®n.
LA HABITACI?N ENORME
E. E. Cummings
Traducci¨®n de Juan Antonio Santos Ram¨ªrez
Espasa. Madrid, 2004
288 p¨¢ginas. 14,90 euros
El relato es, como cabe imaginar,
de una sordidez, crudeza y desolaci¨®n estremecedoras a causa tanto del absurdo de la situaci¨®n en s¨ª (un campo de prisioneros donde se hayan aparcados gentes de todas las nacionalidades que aguardan el fin de la guerra para saber cu¨¢l ser¨¢ no ya su destino sino, antes de, la acusaci¨®n concreta que existe contra ellos y el grado de la pena imponible) como de las condiciones en que se ven obligados a sobrevivir. Eso lo aproxima m¨¢s a una especie de cr¨®nica o documental o relaci¨®n de tipos estrafalarios y miserables que a la construcci¨®n dram¨¢tica de una novela, como dec¨ªa; pero lo que sucede es que Cummings elige un modo de contar que da la vuelta a la cr¨®nica y la convierte en una suerte de relato apasionante de un mundo de ficci¨®n. La elecci¨®n de Cummings es progresar por la v¨ªa de lo grotesco. El relato en clave de grotesco le permite poner la distancia necesaria para relatar que necesita un narrador, no un documentalista y con ello, adem¨¢s, convierte el horror que es esa celda y ese campo en un territorio donde poco a poco van asomando las personas. El humor es un c¨®mplice de lo grotesco y por ah¨ª asoma la vida y la gente. La situaci¨®n es ya grotesca en s¨ª: se nos cuenta un microcosmos con leyes, relaciones, afectos, odios y, en general, vida propia de unas gentes reducidas a lo elemental, pero vida que late fuera de la realidad exterior, del Tiempo y la Historia a la que aunque parezca absurdo, pertenecen y es a la vez autosuficiente en medio de todas sus carencias; y, a todo esto, en la realidad del Tiempo y la Historia se est¨¢ llevando a cabo la m¨¢s in¨²til y da?ina de las guerras: una guerra de posiciones y trinchera que s¨®lo causa exterminio sin beneficio para ninguno de los dos bandos.
Esta situaci¨®n es el relato de la vida en ese microcosmos del horror poblado de seres humanos cuya importancia y calidades sabe mostrar espl¨¦ndidamente el autor; porque Cummings fuerza la escritura a tenor de la situaci¨®n y crea un lenguaje que prescinde de o modifica a su antojo la puntuaci¨®n y que est¨¢, adem¨¢s, constantemente salpicado de frases y expresiones francesas perfectamente trabadas con el ingl¨¦s (en el caso de esta traducci¨®n, con el espa?ol) como, por ejemplo: "Me temo que su surveillant desconfiaba de su balayeur". Adem¨¢s incluye un selecto argot de prisi¨®n. Todo ello tiene el efecto de una verosimilitud extraordinaria y una frescura textual que ayudan a sentir este libro como reci¨¦n escrito. Evidentemente lo que condiciona y ordena todo es la capacidad selectiva del autor en cuanto a los elementos significantes de la vida en la c¨¢rcel y su instalaci¨®n en el sentido global del relato.
?ste es el lugar: "Mientras
tanto, La Habitaci¨®n Enorme se iba llenando poco a poco de luz sucia. Seis figuras barr¨ªan fren¨¦ticamente en el extremo opuesto, chill¨¢ndose entre s¨ª como demonios en el polvo. Una s¨¦ptima corr¨ªa de un lado a otro salpicando con agua de un cubo y envolvi¨¦ndolo todo y a todos con una pesada y blasfema niebla de Gott-verdummers. A lo largo de las paredes (con la excepci¨®n de la de este extremo, que mostraba s¨®lo la puerta), formando ¨¢ngulos rectos con ellas a intervalos de tres o cuatro pies, se alineaban algo as¨ª como cuarenta paillases. En cada una, con media docena de excepciones (cuyos ocupantes no hab¨ªan terminado a¨²n su caf¨¦ o estaban de servicio en el corv¨¦e), yac¨ªa el cuerpo sin cabeza de un hombre cubierto por la manta, que s¨®lo dejaba asomar sus botas". La larga cita busca situar el modo y el escenario. En medio de este espect¨¢culo grotesco poco a poco va emergiendo el absurdo de una guerra que se libra fuera y los mantiene dentro y el texto va cobrando un aire antibelicista y bell¨ªsimamente literario, de una expresividad arrolladora y absorbente, conducido por la mirada de aquel joven razonablemente disparatado que era Cummings y que llegar¨ªa a ser un formidable inventor de lenguaje y expresi¨®n en sus poemas siempre arriesgados, siempre experimentales y siempre tan llenos de verdad como la de este emocionante libro. Lleg¨® el final de la Gran Guerra, lleg¨® la liberaci¨®n del autor y lleg¨® La Habitaci¨®n Enorme a convertirse en un cl¨¢sico contempor¨¢neo.
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