Pedro Salinas o el poder de seducir
La canadiense Jean Cross Newman ampl¨ªa su biograf¨ªa de 1982 con las cartas 'prohibidas'
"Me hechiz¨® su ingenio, su viveza al contar an¨¦cdotas. Nos excitaba, nos embobaba, era un hombre fascinante". Jean Cross Newman (Canad¨¢, 1924) cuenta que se enamor¨® de Pedro Salinas (1891-1951) siendo estudiante. Luego se cas¨® con otro ("un periodista") y tuvo tres hijos, pero hoy, m¨¢s de medio siglo despu¨¦s, ya octogenaria, a¨²n l¨²cida y dulce, sigue pegada al "poderoso im¨¢n" del poeta del 27.
Casi 60 a?os con Salinas. Despu¨¦s de investigar durante tres d¨¦cadas, Cross public¨® en ingl¨¦s Pedro Salinas y su circunstancia (1982), amena y detallada biograf¨ªa del poeta que incluye
decenas de testimonios de primera mano, cientos de lecturas, cartas y poemas, y que narra con aguda claridad sus pasos por Espa?a, sus viajes a Par¨ªs o Londres, su traum¨¢tico exilio en Estados Unidos y Puerto Rico
El gran fallo, admite Cross, fue que, pese a la muy significativa iron¨ªa del t¨ªtulo que puso, "la familia del poeta me sugiri¨® que omitiera la circunstancia clave, el nombre de Katherine Whitmore. Y yo lo hice". Su libro, pues, naci¨® incompleto: no hab¨ªa ni una referencia a la mujer que fue amante, musa y amor plat¨®nico de Salinas entre 1932, cuando "un flechazo" los uni¨® en Madrid siendo ella estudiante y ¨¦l profesor, y 1947.
Pero 20 a?os despu¨¦s de editar su libro, salieron a la luz las cartas de los amantes semisecretos (Tusquets, edici¨®n de Enric Bou, 2002). Y Cross pens¨® en volver a Salinas, reescribir su historia y explicar del todo (o casi) esa vida exagerada, que mezcl¨® pasi¨®n, poes¨ªa, magia, compromiso y dolor.
Cuando la editorial P¨¢ginas de Espuma le pidi¨® que tradujera su biograf¨ªa al espa?ol, Cross, ya cansada, dud¨® "mucho". La nueva versi¨®n deb¨ªa incluir otras dos correspondencias cruciales, que tampoco se conoc¨ªan cabalmente cuando se public¨®, en Puerto Rico, la primera edici¨®n: las que se cruz¨® con su gran amigo Jorge Guill¨¦n (Tusquets, 1992), y las enamoradas ep¨ªstolas juveniles que el autor de La voz a ti debida escribi¨® a su primer gran amor, su esposa Margarita Bonmat¨ª, entre 1912 y 1915 (edici¨®n de Soledad Salinas, Alianza, 1984).
Finalmente, decidi¨® hacerlo. Se vino a Espa?a, investig¨® en la Residencia de Estudiantes, ley¨® y desentra?¨® cientos de cartas, reescribi¨® muchos pasajes y redact¨® entero el cap¨ªtulo dedicado a la poes¨ªa amorosa incluyendo su muy humana "circunstancia".
A estas alturas, Cross ha dedicado m¨¢s de la mitad de su vida a Salinas (ya hizo su tesis doctoral sobre ¨¦l), y quiz¨¢ pase a la historia como su tercer amor. Desde luego, el cari?o con que lo recuerda, la pasi¨®n que pone al hablar de sus clases, sus frases, sus gestos, la comprensi¨®n de sus dificultades, sus errores y los sentimientos cruzados del hombre y el poeta parecen algo m¨¢s que afinidad.
?Lo son? "?Seguro! Le conoc¨ª en Vermont, durante un curso de verano, y me hechiz¨®. Hablaba sobre la generaci¨®n del 98 y era muy divertido, a los americanos nos fascinaba. Contaba an¨¦cdotas de los personajes que estudi¨¢bamos, nos excitaba. Ten¨ªa una forma de ser que cautivaba, un don de gentes incre¨ªble. Pero me parece que cuando me enamor¨¦ de verdad fue cuando le¨ª bien su poes¨ªa, despu¨¦s de su muerte. ?Fue m¨¢s bien un enamoramiento p¨®stumo!".
Cross recuerda a un hombre ocurrente, ir¨®nico, atento a peque?os detalles en los que nadie se fijaba, con mucho sentido del humor, ingenioso jugador de palabras como "cocacolonizaci¨®n". Y en cambio, como poeta lo define como "prof¨¦tico, lleno de alma, capaz de anticipar la desolaci¨®n y la deshumanizaci¨®n del siglo XX".
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