Todos fil¨®sofos
La sabidur¨ªa es un orden de vivir, dec¨ªa Jaime Gil de Biedma. Y lo cita como invocaci¨®n para su libro Manuel Cruz. Se logra s¨®lo pensando. Los fil¨®sofos helenos as¨ª lo cre¨ªan. Se inventaron la filosof¨ªa para aprender y ense?ar a vivir bien, decentemente. S¨®lo en segundo lugar para entender el cosmos. Con el paso del tiempo ha ido enraiz¨¢ndose la noci¨®n de que la filosof¨ªa es una especialidad m¨¢s, un saber para iniciados, con unas reglas del juego arcanas para legos, distanciada del mundo. Hay buenas razones para ello, como comprobar¨¢ cualquiera que intente adentrarse por los vericuetos de la l¨®gica simb¨®lica o abra un tratado de filosof¨ªa anal¨ªtica. En todo caso lo que comprobar¨¢ es que la mayor parte del contenido de lo que por filosof¨ªa se entiende en la Academia no le va a ense?ar a ser m¨¢s sabio en el orden de vivir.
LA TAREA DE PENSAR
Manuel Cruz
Tusquets. Barcelona, 2004
219 p¨¢ginas. 15 euros
Manuel Cruz reivindica en este amable libro la actividad de pensar, la de cualquiera que, c¨®mo suele decirse, se pare a pensar, como genuina tarea filos¨®fica. Al hacerlo, sin embargo, su empe?o -y el m¨¦rito mayor de La tarea de pensar, a mi juicio- consiste en no diluir en absoluto lo que podr¨ªamos llamar la autonom¨ªa profesional de los fil¨®sofos en la del pensar normal de las gentes. Decir desenfadadamente que cualquiera filosofa (cuando se para a pensar) tiene fundamento, pero podr¨ªa interpretarse como si lo que los fil¨®sofos han hecho a lo largo de la historia fuera banal o innecesario. El rizo que con fortuna riza el autor consiste en atribuir (aristot¨¦licamente) a cualquier ser humano la capacidad de pensar filos¨®ficamente sin menoscabar la competencia y los logros de la filosof¨ªa profesional.
La tarea de pensar no es una introducci¨®n a la filosof¨ªa, dice Manuel Cruz. Tal vez. A m¨ª me parece que lo que es, esencialmente, es una invitaci¨®n seria a la filosof¨ªa. Una invitaci¨®n, esto es, dirigida a aquellos que han tenido poca relaci¨®n con ella, pero en muy buena parte a aquellos que ya tienen alguna. Digo esto ¨²ltimo porque la estrategia de Manuel Cruz ha incluido referirse de cuando en vez a concepciones filos¨®ficas -o a fil¨®sofos- que considera innecesario explicar. En tales casos da por sentado que sabemos de qu¨¦ va la cosa. Eso no convierte el libro en algo oscuro, puesto que tanto el estilo como la argumentaci¨®n son di¨¢fanos, pero s¨ª en una invitaci¨®n bastante abierta pero con alg¨²n criterio restrictivo.
Esto ¨²ltimo aflora con nitidez en sus reflexiones finales, dedicadas al gremio filos¨®fico y al lugar de la filosof¨ªa dentro de la cultura superior, hoy. Unas reflexiones que, sin marginar a los cl¨¢sicos, reivindican a los modernos -Berlin, Canetti, Arendt, Steiner- como parte de lo que deber¨ªan ser los programas acad¨¦micos convencionales. Los razonamientos de Manuel Cruz por incorporar a estos pensadores de la condici¨®n moderna a la ense?anza normal de la filosof¨ªa son convincentes. Merecen que nos los tomemos en serio. Que le hagamos caso. Y no s¨®lo en las Facultades de Filosof¨ªa.
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