Ciutat Vella: la vida a secas
Ciutat Vella interesa y atrae. Frenados los intentos oficiales por someterla sin resistencia a los avances de la reconquista capitalista de la ciudad, lo que fuera la Barcelona premoderna contin¨²a siendo baluarte y muestra de la tendencia natural que lo urbano experimenta hacia la opacidad. Esa elocuencia de los barrios que encerrara la muralla -Raval, G¨°tic, Santa Caterina, Sant Pere, Ribera...- en orden a contemplar los efectos de un vitalismo social casi puro -no siempre amable- ha podido ser captado a trav¨¦s de dos formas emparentadas de dar con las cosas: la etnograf¨ªa y el cine.
Por un lado, dos libros importantes dedicados a analizar los cambios que se est¨¢n produciendo en los barrios del casco antiguo de Barcelona: Los otros y nosotros. Im¨¢genes del 'inmigrante' en Ciutat Vella de Barcelona, de Mikel Aramburu (Ministerio de Educaci¨®n), y La formaci¨®n del espacio p¨²blico. Una mirada etnol¨®gica sobre el Casc Antic de Barcelona, de Nadja Monnet (La Catarata). He ah¨ª sendos an¨¢lisis excepcionales de las transformaciones tanto morfol¨®gicas como socioculturales que desencadena en esa parte de la ciudad la presencia de nuevos vecinos, esa nueva clase obrera procedente de pa¨ªses m¨¢s pobres. Adem¨¢s de describir de manera rigurosa las negociaciones y los conflictos de los que resultan configuraciones identitarias complejas y cambiantes, estos dos trabajos sirven para levantar acta de los problemas derivados de la actual situaci¨®n de la vivienda en la parte antigua de la ciudad, en la que nuevas formas de infravivienda conviven con los ambiciosos programas de esponjamiento e higienizaci¨®n destinados en buena medida a encarecer la zona.
La vida regresa a Ciutat Vella, aunque tal vez no de la manera que quisieran las clases medias bien pensantes
Adem¨¢s, esos dos libros de antropolog¨ªa relatan como los barrios que se extienden a ambos lados de La Rambla son escenario del verdadero multiculturalismo. No del oficialmente promocionado por quienes conciben Barcelona como un mero proyecto empresarial, sino del que resulta de una mara?a de encuentros y encontronazos, de fusiones y malentendidos, que protagonizan seres humanos reales que viven vidas reales, un inmenso e intrincado nudo hecho de pactos y luchas cotidianos cuyos actores est¨¢n de acuerdo en lo m¨¢s importante: convivir a toda costa.
La otra visi¨®n l¨²cida sobre la nueva Barcelona vieja es la que ha venido provista desde la mirada cinematogr¨¢fica. Despu¨¦s de En construcci¨®n, de Jos¨¦ Luis Guer¨ªn, aparece ahora De nens, de Joaquim Jord¨¤, espl¨¦ndido ejemplar de cine de juicios, centrado en el montaje de la supuesta red de pedofilia descubierta en el Raval que Arcadi Espada denunci¨® en su d¨ªa. Ser¨ªa dif¨ªcil encontrar una muestra mejor -tomada justamente de all¨ª, de Ciutat Vella- de c¨®mo se vivisecciona un determinado orden social. La polic¨ªa, la justicia, la prensa, la ciencia -en este caso, la psicolog¨ªa-, la opini¨®n p¨²blica, las inmobiliarias, los partidos, las asociaciones de vecinos..., todos conjuntados -cada cual en su papel- en la tarea de hacer pensable y soportable el desorden social, buscando, encontrando y castigando a quien lo ha de expiar por todos, en este caso el supuesto pederasta.
Ambas miradas sobre Ciutat Vella -la del antrop¨®logo y la del cineasta- nos permiten encontrar en ese enclave una inmejorable ilustraci¨®n de la diferencia entre el centro hist¨®rico que resulta de las pol¨ªticas urban¨ªsticas de tematizaci¨®n de los n¨²cleos antiguos de ciertas ciudades y lo que es un centro hist¨®rico real. Diferencia tambi¨¦n entre centralizaci¨®n y centralidad. El casco viejo monumentalizado de ciudades como Girona, por ejemplo, es un espacio teatral unidimensional, momificado, centro hist¨®rico del que la historia ha huido o ha sido expulsada... Es un centro pol¨ªtica y simb¨®licamente centralizado y centralizador. En cambio, el centro hist¨®rico real -el de Barcelona, todav¨ªa- es un marco de y para la centralidad, en el sentido de que es espacio en el que se pueden distinguir con toda su fuerza las diferentes fases y la actualidad de lo urbano como proceso y de la sociedad como lucha.
No existen centros hist¨®ricos, como tampoco ciudades hist¨®ricas. Todos los centros, todas las ciudades, lo son. El centro hist¨®rico de Barcelona -Ciutat Vella- contin¨²a siendo lo que fue; es decir, centralidad social, puesto que realmente la sociedad est¨¢ ah¨ª. Se puede ir a pasear, a celebrar, a comprar, a esconderse... A recordar y a olvidar. En ese centro est¨¢n los m¨¢rgenes y los marginales, con lo que se vuelve a demostrar que es en los m¨¢rgenes y en los marginales donde se halla el epicentro de lo social. All¨ª pasa o reside lo viejo y lo nuevo, lo s¨®rdido y lo sublime. La pr¨®xima instalaci¨®n en la zona de facultades universitarias tradicionalmente levantiscas augura nuevas y saludables intranquilidades. Por esas calles pulula o merodea el esnob y el clandestino. Espacio desde el que los poderes gobiernan y los contrapoderes conspiran. All¨ª est¨¢ la catedral, el Macba, el Past¨ªs y otros templos en los que pecar o arrepentirse. Y quien vive, para bien o para mal, vive de veras. All¨ª uno se hace una idea de lo debe ser la vida a secas.
Proscenio para aquella misma mezcla demencial de obreros y turistas a la que cantara Gato P¨¦rez. El barrio que fue chino ahora es tambi¨¦n filipino, magreb¨ª, dominicano, paquistan¨ª, nigeriano... Vuelven los colmados tradicionales, aunque el propietario hable en urdu. Las mismas putas -dicho con todo el respeto- contin¨²an donde siempre, aunque hayan mudado de piel. Han cerrado los comercios de gomas y lavajes, pero cada d¨ªa abre un nuevo bar de guiris. Algo es algo. Las bien pensantes clases medias ven frustrado su proyecto de colonizar esos barrios y reclaman una recuperaci¨®n de Ciutat Vella que expulse a esos intrusos que est¨¢n inyect¨¢ndole nueva vida. Pero son ellos -los falsos nost¨¢lgicos que han querido comprar el viejo centro urbano en c¨®modos plazos- los intrusos.
Ciutat Vella. Lugar de lugares y de momentos en los que, si viniera, la se?ora Daloway podr¨ªa descubrir -como en aquel centro de Londres por el que Virginia Wolf la hac¨ªa pasear- c¨®mo, de pronto, "todas las cosas se juntaban". Un espacio viviente.
Manuel Delgado es profesor de antropolog¨ªa en la UB.
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