He venido para amarte
El mundo es un sitio supercontradictorio. En ese campo, Buenos Aires machaca el patio. Estoy sentado junto a una ventana en La Biela, un bar muy tradicional de la distinguida zona de La Recoleta. Se acerca un atildado caballero que parece que se dispusiera a jugar un partido de tenis en el country club. Zapatillas y calcetines blancos inmaculados, bermudas beis y polo amarillo. Un Rolex. Es un vendedor de Hecho en Buenos Aires, el equivalente de La Farola. Mientras le compro un ejemplar le comento mi impresi¨®n y ¨¦l me cuenta su vida. Lo perdi¨® todo en la crisis del 2002. El peluco es un Rolex trucho (falso).
Un cliente fijo de La Biela es Jorge Luis Borges, en formato escultura a escala natural. Con ¨¦l se sienta una dama que no da se?as de inmutarse por la presencia del mu?eco. No se hablan.
A los argentinos les fascinan los estancieros, propietarios de explotaciones rurales que pueden ser m¨¢s extensas que un peque?o pa¨ªs europeo
La Ciudad Judicial era un proyecto moderno, seguro y consensuado, que dignificaba el servicio de la justicia
En la capital del pa¨ªs con los mejores jugadores de polo hay muchas tiendas que venden monturas, tacos, fustas y cascos. Pero no est¨¢n s¨®lo en los barrios altos. Uno camina por las anchas veredas de ¨¢rboles descomunales, sorteando las baldosas rotas y los desperdicios, y de pronto le llega el noble aroma del cuero. Esas talabarter¨ªas se dividen en aut¨¦nticas, que venden b¨¢sicamente admin¨ªculos para polo, y las otras, que exponen un par de cositas, pero en realidad se dedican a los art¨ªculos gauchescos m¨¢s menudos, como mates, facones, ponchos, tabas y botas de carpincho. Asimismo ofrecen una amplia gama de bisuter¨ªa y complementos inspirados en los antiguos habitantes de la pampa. Los compran los cada vez m¨¢s abundantes turistas y tambi¨¦n los lugare?os, que parecen querer recalcar, con su indumentaria gauchesca, el renacido orgullo de los que han tocado fondo cayendo desde muy arriba. Es eso y es lo de siempre: los argentinos viven fascinados por el estilo de vida de los estancieros, los grandes propietarios rurales cuyas explotaciones agr¨ªcola-ganaderas pueden ser m¨¢s extensas que un peque?o pa¨ªs europeo.
Palermo Viejo, o Palermo Hollywood, como tambi¨¦n se lo conoce, es un barrio de casas bajas en el que conviven los personajes desconchados con la mayor sofisticaci¨®n imaginable. Los restaurantes, bares, dise?adores de ropa y estudios de arquitectura son realmente cool, o sea, superguay. No desentonar¨ªan en Londres, Par¨ªs, Nueva York o Barcelona.
Hace a?os, los exquisitos alfajores Havanna se consegu¨ªan en Mar del Plata y en un solo lugar de Buenos Aires. Sol¨ªa ir especialmente para saborear uno de dulce de leche y otro de chocolate, en ese orden. Actualmente las cafeter¨ªas Havanna abundan como las sucursales de La Caixa en Catalu?a y ¨¢rea de influencia. Es un sue?o hecho realidad, pero ya advirti¨® Oscar Wilde que tuvi¨¦semos cuidado con lo que so?amos, ya que puede cumplirse. No s¨®lo los planes de adelgazamiento vuelan por los aires, sino que, para colmo, es tan f¨¢cil conseguir un alfajor que ya no molan lo mismo.
Los argentinos son a los helados lo que los franceses a los quesos. Es normal o¨ªr conversaciones tipo "en Zanett¨ªn de Lomas de Zamora tienen una frutilla a la crema de la reconcha de la lora", o "el durazno de Freddo ya no es lo que era", o "?vos probaste el sambay¨®n de P¨¦rsico?". La helader¨ªas son centros de peregrinaci¨®n casi religiosa; los rebosantes cucuruchos se lamen en silencio, con los ojos cerrados, como rezando. Existen 14 variedades de chocolate, 12 de dulce de leche: unos 70 gustos es lo habitual.
Los taxistas de todo el mundo son gente muy peculiar. Los de Buenos Aires -Baires para los amigos- abarrotan el cuadro. Lo sean o no, todos parecen soci¨®logos o antrop¨®logos. Ellos mismos sacan el tema, con esa extraversi¨®n t¨ªpicamente porte?a. Explican los motivos de la crisis y los caminos para superarla, enumeran las trampas que acechan a la vuelta de la esquina y radiograf¨ªan a los l¨ªderes pol¨ªticos como mir¨¢ndolos desde arriba. Curiosamente, siempre tienen raz¨®n. La profundidad de sus an¨¢lisis no est¨¢ re?ida con la conducci¨®n temeraria entre los desbocados colectivos, que son como ballenas rabiosas coleteando en un mar atiborrado.
Remontando una avenida cualquiera, en un barrio ni muy rico ni muy pobre, entro a comprar unos zoquetes (calcetines) de colores raros para mi colecci¨®n. El tendero, al verme con una guitarra en bandolera, se lanza a hablar y no hay quien lo pare. "Yo le dije a mi hijo que si se dedicaba a la m¨²sica le esperaba una vida de miseria, a menos que tuviera talento. Ahora est¨¢ embarcado pescando calamares y gana 20.000 pesos. Aparece poco por su casa...". El hombre le da al bla-bla-bla con ah¨ªnco. Me concentro en los calcetines. En cada caj¨®n que abre el tendero locuaz hay un cart¨®n con una frase escrita a mano. Son m¨¢ximas filos¨®ficas. Al salir cojo un ejemplar gratuito del peri¨®dico Hastinapura, subtitulado Diario para el alma.
As¨ª es Buenos Aires: loca, intensa, inolvidable. Elijo una frase de la primera p¨¢gina de Hastinapura: "?Dios m¨ªo, solo he venido para amarte!".
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