La soledad de Rajoy
La sesi¨®n de investidura primero, y el casi sucesivo debate sobre la retirada de las tropas nos ha inyectado una buena dosis de vida parlamentaria. Estamos empezando a calmar el mono de hemiciclo acumulado a lo largo de la anterior legislatura. Si esto sigue con la misma intensidad y con el mismo perfil argumentativo, no cabe ninguna duda de que estamos asistiendo al tan esperado retorno de la pol¨ªtica. Eso ya es una noticia en s¨ª misma. El cambio ya ha empezado. Y all¨ª donde se esperaba, recuperando al Parlamento.
Lo que no se ha transformado es la situaci¨®n de soledad del PP. Antes gobernaba contra todos y ahora se opone a todos. Es probable que esta situaci¨®n se deba al principal objeto del ¨²ltimo debate, la precipitada retirada de las tropas de Irak, cuesti¨®n sobre la que hab¨ªa un amplio consenso entre todas las fuerzas pol¨ªticas (con excepci¨®n de quienes propiciaron su env¨ªo, claro est¨¢). A medida que se vaya pluralizando el elenco de temas, sobre todo aquellos que afecten a la regulaci¨®n de las comunidades aut¨®nomas, el ejercicio de la oposici¨®n se har¨¢ tambi¨¦n m¨¢s amplio. Es lo normal, dada la actual composici¨®n de las C¨¢maras, y habr¨¢ de ser bienvenido en aras de esa vuelta de la pol¨ªtica y del discurso plural. Es incluso probable, como ya hab¨ªa anunciado Rajoy en su respuesta al discurso de investidura, que en alg¨²n momento haya m¨¢s coincidencia entre el partido del Gobierno y el principal partido de la oposici¨®n que entre ese mismo Gobierno y algunos de esos grupos que hoy lo apoyan. El tiempo lo dir¨¢.
La soledad del PP no es, sin embargo, id¨¦ntica a la soledad de su l¨ªder. En gran medida, porque ha de combatir en dos frentes, el derivado de su cualidad de l¨ªder de la oposici¨®n y la necesidad de afirmarse como l¨ªder de su partido. En estos momentos de estreno, el combate en los dos frentes se ha jugado en el mismo campo, el ejercicio de la labor de oposici¨®n al Gobierno. Mediante un buen rendimiento en esta tarea gana puntos en su afirmaci¨®n sobre el partido. Una de las sorpresas del debate de investidura fue, precisamente, su excelente actuaci¨®n como parlamentario, que contrast¨® vivamente con su taciturna imagen durante la campa?a electoral. Y no se trat¨® s¨®lo de una cuesti¨®n de imagen y de dominio de las formas y t¨¦cnicas parlamentarias; supo enhebrar tambi¨¦n un discurso con garra que nos aventuraba a todos una situaci¨®n ideal en democracia: tener un buen Gobierno y una buena oposici¨®n.
La situaci¨®n ha cambiado despu¨¦s de este ¨²ltimo debate. No porque estuviera mal en su vertiente parlamentaria, sino porque fue inevitable reconocer en ¨¦l el peso de la herencia aznarista. ?Por convicci¨®n propia o porque se estaba examinando tambi¨¦n ante su propio partido, seguramente propicio a no desviarse en nada respecto de la senda trazada por el antiguo l¨ªder? Puede que influyera el objeto de la discusi¨®n, que imped¨ªa marcar una distancia clara respecto a sus posiciones anteriores. Las dudas surgen, sin embargo, si analizamos estos hechos a la luz del nuevo protagonismo de Aznar, reacio a apartarse de la esfera p¨²blica y representante aparente de los intereses del partido republicano estadounidense en Europa. ?Sigue teniendo una similar capacidad de condicionar y disminuir a Rajoy como la que demostr¨® durante la campa?a electoral?
Ah¨ª no acaban los problemas de Rajoy. Basta escuchar algunos de los principales programas radiof¨®nicos de la derecha medi¨¢tica, y leer muchos de los art¨ªculos de sus supuestos apoyos potenciales para llegar a la evidencia de que se le est¨¢n cortado de forma sistem¨¢tica todos los puentes para emprender un giro al centro. Quiz¨¢ sea el efecto natural de la rabia contenida por el inesperado resultado electoral. Temo, sin embargo, que obedece al hecho de que esa derecha dura, bien atrincherada en el PP, se resiste a dejar de mandar. Es una derecha sin perspectivas de ¨¦xito electoral en un pa¨ªs como el nuestro, que Rajoy har¨ªa bien en comenzar a arrinconar. Si quiere hacerlo, ?podr¨¢ conseguirlo?
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