Rojas
A sus 86 a?os, el poeta Gonzalo Rojas est¨¢ empezando. Recibi¨® el Premio Nacional de Chile, el Premio Reina Sof¨ªa, el Premio Octavio Paz, y sigui¨® empezando. Recibe ahora el Premio Cervantes, y empieza de nuevo, porque el arte de empezar forma parte de su sabidur¨ªa po¨¦tica. Nada puede acabar del todo quien no quiere darse del todo por acabado. Y vivir es sentirse inconcluso, protagonizar una perpetua disposici¨®n de b¨²squeda. Gonzalo Rojas agradeci¨® su Premio Cervantes, ley¨® su discurso en Alcal¨¢ de Henares y se vino a Andaluc¨ªa, a seguir empezando en la primavera desbordada de Andaluc¨ªa. Ha participado en el Primer Festival de Poes¨ªa de Granada y en una lectura organizada en M¨¢laga por el Centro Cultural de la Generaci¨®n del 27. Lleg¨® como sus libros, con los ojos muy abiertos y la pregunta en la lengua. ?Qu¨¦ se dice cuando se dice yo? ?Qu¨¦ se ama cuando se ama? ?Qu¨¦ recordamos cuando vivimos un recuerdo? Son las interrogaciones de la infancia l¨ªrica, la madurez preguntona de quien ha decidido adoptar ante la vida la actitud infantil de la perplejidad y la b¨²squeda. Gonzalo Rojas huele, escucha, acaricia su infancia en Lebu, inventa su reni?ez, porque mientras escribe no se olvida de aquel muchacho, hijo de minero, que naci¨® en 1917, en una regi¨®n fluvial y en un p¨¢rrafo de la lengua espa?ola con olor a carb¨®n y a madera h¨²meda. Desde que ley¨® a Quevedo en un internado de Concepci¨®n, desde que descubri¨® a los poetas del 27 en una biblioteca de Iquique, desde que decidi¨® caminar por su cuenta los senderos abiertos por Vicente Huidobro, Pablo de Rokha y Pablo Neruda, la poes¨ªa de Gonzalo de Rojas ha sido un acto de resistencia en la perplejidad vital y curiosa de la infancia.
Para seguir empezando al cabo de los a?os, adem¨¢s de la travesura redonda de sus ojos y de la cordillera americana de su sonrisa, este poeta cuenta con una gorra y una capacidad de admiraci¨®n s¨®lo comparable a la impertinencia de su libertad. Habla de Dar¨ªo, Vallejo, Borges, Octavio Paz, recuerda los arcanos del surrealismo y desciende a los desfiladeros de la poes¨ªa con Allen Ginsberg. Pero usa de la libertad para empezar de nuevo y seguir siendo el mismo ni?o que se atreve a escuchar las primeras palabras, y a preguntar con los ojos (que es lo que hacen los poetas cuando cruzan el mundo), y a preguntarse con el o¨ªdo (que es lo que hacen los poetas cuando escriben). Y m¨¢s que respuestas, Gonzalo Rojas logra una disposici¨®n clara de b¨²squeda que reconoce y celebra la plenitud de la vida. La tragedia, el erotismo, la melancol¨ªa, son en el poeta chileno una sintaxis libre que huye de la solemnidad por pudor humano, por instinto de resistencia infantil, por decisi¨®n po¨¦tica. La lengua es un ¨¢mbito flexible, un h¨¢bito de la imaginaci¨®n, un deseo de doblar la esquina cuando menos se lo esperan los argumentos y las palabras. Gonzalo Rojas no quiere llegar del todo a ninguna parte, ya que lo importante es seguir caminando, empezar de nuevo en medio de una mirada o de un verso. Metamorfosis de lo mismo (Visor) es el t¨ªtulo de su poes¨ªa completa. La vanidad de este poeta no descansa en los premios, sino en el orgullo de haber conseguido salvar al ni?o que es, de haberlo convencido para que resista anta las cat¨¢strofes y las usuras del mundo.
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