Gato por liebre
En M¨¦xico, Venezuela y otros pa¨ªses de Hispanoam¨¦rica, los etarras suelen cubrir sus acciones con una piel de oveja. Definen la suya como una patri¨®tica lucha por la independencia del Pa¨ªs Vasco o se hacen llamar con toda inocencia movimiento separatista, y hay quienes en ese lado del Atl¨¢ntico, tan lejano a sus sangrientas acciones, se tragan el cuento. Lo s¨¦ de sobra, pues alguna vez que escrib¨ª en varios diarios latinoamericanos un informe titulado Espa?a frente al terrorismo de ETA, no faltaron lectores extraviados que enviaron cartas de protesta. Apoy¨¢ndose en las simpat¨ªas que en ellos suscitan los movimientos independentistas, ETA a veces logra venderles gato por liebre, escamoteando con astucia su car¨¢cter de movimiento terrorista.
Algo parecido buscan de su lado las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). En d¨ªas pasados, le enviaron una misiva al presidente Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, en la cual, adem¨¢s de felicitarlo por su triunfo, le dicen que tambi¨¦n ellos luchan contra la guerra, la pobreza, las desigualdades y los privilegios. Lo que naturalmente omiten recordar es que una cosa es buscar esos objetivos con votos y otra, muy distinta, con atentados y explosivos.
Estoy seguro de que tanto los militantes del PSOE como los del PP, unidos en un pacto por la libertad y contra el terrorismo abierto ahora a otros grupos pol¨ªticos, sabr¨¢n ver, tras la enga?osa piel de oveja de semejante carta, las orejas del lobo. No en vano espa?oles y colombianos tienen el mismo problema dentro de casa. Y si alguna comunidad sinti¨® como propio el drama del 11 de marzo, ¨¦sa fue la colonia colombiana de Madrid.
Sin embargo, no estoy seguro de que la misma percepci¨®n la tengan otras naciones de Europa, pese a que la Uni¨®n Europea declar¨® terroristas a las FARC, al Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n Nacional (ELN) y a las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia). En los pa¨ªses escandinavos, por ejemplo, predomina a¨²n la visi¨®n rom¨¢ntica del guerrillero latinoamericano como un rebelde, heredero del Che Guevara, que lucha al lado de los pobres contra gobiernos autoritarios. Por obra de esa idea descarriada, el Sendero Luminoso de Per¨² no fue nunca considerado oficialmente como una organizaci¨®n terrorista, desv¨ªo escandaloso de la realidad si se tiene en cuenta que en ese pa¨ªs la Comisi¨®n de la Verdad pudo establecer que los senderistas produjeron no 35.000 muertos, como se ha dicho, sino 70.000, en su inmensa mayor¨ªa pobres y desvalidos campesinos.
Estragos a¨²n peores los est¨¢n ocasionando las FARC en Colombia. Su persistencia no se debe a apoyo popular alguno, sino a dos factores muy distintos: al narcotr¨¢fico, que las provee de recursos millonarios y, por otro lado, a la hasta hace poco debilidad o ausencia del Estado en muchas regiones. De esa relaci¨®n pecaminosa y de sus v¨ªnculos con el IRA y ETA hablan hoy personajes tan irreprochables y bien informados como el juez Baltasar Garz¨®n, el ex presidente uruguayo Julio Mar¨ªa Sanguinetti y escritores como Mario Vargas Llosa, Jean-Fran?ois Revel, Guy Sorman o Bernard-Henry Levy.
Por su parte, personalidades espa?olas que han visitado Colombia, sean de derecha o de izquierda, han podido comprobar 1a pasmosa similitud de lo que ocurre all¨ª con lo que se vive en el Pa¨ªs Vasco. Dirigentes pol¨ªticos, catedr¨¢ticos o periodistas viven bajo la misma amenaza terrorista. Los procedimientos de las FARC y de ETA son los mismos. As¨ª, el atentado sufrido en Barranquilla el 14 de abril de 2002 por Uribe V¨¦lez, cuando era candidato, result¨® id¨¦ntico al perpetrado contra Aznar e1 19 de abril de 1995, entonces tambi¨¦n aspirante a la presidencia del gobierno de su pa¨ªs: un coche bomba colocado en su trayecto. De igual modo, el paquete bomba que el 15 de mayo de 2001 le amput¨® el dedo pulgar de su mano derecha al periodista Gorka Landaburu y lo dej¨® ciego del ojo izquierdo, era igual al que el 14 de diciembre de 2002 le estall¨® en las manos al presidente del Senado colombiano, Germ¨¢n Vargas Lleras, y al que me fue enviado a m¨ª el 24 de marzo de 1999, y del cual me salv¨¦ por milagro. Tambi¨¦n en Colombia, como ocurri¨® en Espa?a el 11 de marzo, de los atentados selectivos se ha pasado a los ataques contra la poblaci¨®n civil.
Recordemos dos ejemplos atroces. El 7 de febrero de 2003, un coche bomba convirti¨® en un infierno de fuego y sangre al club El Nogal de Bogot¨¢, un centro social y cultural cuyos socios son empresarios grandes o peque?os, dejando un saldo de 36 muertos y 140 heridos. Las FARC lograron disfrazar de fabricante de invernaderos para flores a un modesto entrenador de squash, introducirlo como socio a fin de ganarse la confianza de contertulios y porteros, para que cuatro meses despu¨¦s pudiese perpetrar el atentado colocando en los garajes del club su propio coche cargado de explosivos. Obedeciendo a una escalofriante ense?anza del IRA -la llamada bomba humana de que habla Rogelio Alonso-, las FARC no vacilaron en liquidar a su propio agente, accionando la carga a control remoto antes de que ¨¦l pudiese abandonar el club.
No son los privilegiados las ¨²nicas v¨ªctimas del terrorismo en Colombia. Si no, que lo digan los habitantes de Bojay¨¢, un mis¨¦rrimo puerto de pescadores en el departamento del Choc¨®, cuando el 2 de mayo de 2002 un cilindro repleto de explosivos, disparado por las FARC, pulveriz¨® la iglesia donde se hab¨ªan refugiado 40 ni?os con sus madres y abuelos. Todos ellos murieron.
Bicicletas bomba, caballos bomba, minas antipersonales, atentados y secuestros son los m¨¦todos usuales de las FARC o del ELN. ?Qu¨¦ nombre tiene eso? Uno muy simple: terrorismo. El fil¨®sofo franc¨¦s Andr¨¦ Glucksmann lo llama tambi¨¦n nihilismo y sostiene, en su ¨²ltimo libro, que es un fen¨®meno que amenaza hoy a toda Europa. Es el derecho de matar en nombre de Al¨¢, de una causa nacionalista o de un supuesto proyecto revolucionario. Los objetivos pueden ser distintos, pero los m¨¦todos usados son los mismos.
Invitada a Bogot¨¢ el pasado noviembre para intervenir en un foro sobre terrorismo, la admirable Edurne Uriarte sostuvo all¨ª que a este flagelo s¨®lo se le derrota con firmeza del Estado y con movilizaci¨®n ciudadana. Las dos cosas las propicia en Colombia el presidente Uribe V¨¦lez. Con resultados, por cierto: los asaltos a poblaciones han disminuido en un 80% en el ¨²ltimo a?o, los secuestros en un 34% y los homicidios en una proporci¨®n similar. La r¨¦plica de las FARC ha sido el terrorismo urbano en sitios tales como bares y discotecas.
Claro, no faltan quienes se olvidan del terrorismo para denunciar como peligrosa la pol¨ªtica de seguridad del presidente Uribe. La realidad es que un c¨¢ncer no se combate con aspirinas. Y lo cierto, adem¨¢s, es que las medidas antiterroristas tomadas en Colombia son p¨¢lidas al lado de las adoptadas en Espa?a, el Reino Unido o en Francia. Autoridad es una cosa y autoritarismo, otra. S¨®lo que los ap¨®stoles de un marxismo petrificado o los sacerdotes que hacen una mala interpretaci¨®n de la Teolog¨ªa de la Liberaci¨®n suelen confundir los dos conceptos. A nadie se le ocurre en Espa?a hacer lo mismo. Gobierno y oposici¨®n entienden que con el terrorismo no cabe di¨¢logo. Ni ETA ni las FARC les pasan gato por liebre. Por fortuna.
Plinio Apuleyo Mendoza es escritor y periodista colombiano y embajador de Colombia en Portugal.
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