'Blues' de Irak
La primera semana de abril fue muy dura para los estadounidenses. Justamente un a?o antes, americanos e iraqu¨ªes hab¨ªan derribado triunfalmente la estatua de Sadam Husein en Bagdad. Un a?o despu¨¦s, se extend¨ªa por Irak un levantamiento contra Estados Unidos, acompa?ado de turbas iraqu¨ªes que mutilaban a estadounidenses muertos y lanzaban gritos de odio al ej¨¦rcito de ocupaci¨®n. Chi¨ªes y sun¨ªes, enemigos mortales desde antiguo, parec¨ªan unirse ante las fuerzas de ocupaci¨®n. Un a?o de errores de c¨¢lculo y de criterio por parte de Estados Unidos que parece haber llevado a Irak a un caos que raya en la anarqu¨ªa. La contundente afirmaci¨®n del senador Kennedy, "Irak es el Vietnam de George Bush", cristaliza sentimientos en Estados Unidos y remueve poderosos recuerdos. "El fracaso no es una opci¨®n" hab¨ªa sido uno de los clich¨¦s favoritos del Pent¨¢gono, pero Pat Buchanan, un aislacionista de la vieja escuela, afirma hoy: "Lo que Faluya y los atentados chi¨ªes nos est¨¢n diciendo es que el fracaso es ahora una opci¨®n". Un respetado diplom¨¢tico profesional, Morton Abramowitz, antiguo embajador en Turqu¨ªa y Tailandia, pregunta "?Importa Irak?" en The National Interest, una sobria revista conservadora. "La posici¨®n estadounidense como potencia preeminente en el mundo", alega el embajador Abramowitz, "puede soportar una retirada anticipada de Irak. El mundo seguir¨¢ dependiendo de nosotros de forma muy importante... Las fuerzas de Estados Unidos est¨¢n excesivamente dispersas y una retirada podr¨ªa mejorar nuestra posici¨®n general de poder y nuestra capacidad de acci¨®n con respecto a Osama Bin Laden y otros grupos terroristas". A fin de cuentas, ?socav¨® gravemente la posici¨®n de Estados Unidos en el mundo la retirada de Vietnam?
Vietnam e Irak se diferencian en aspectos esenciales. En Vietnam, los estadounidenses nos metimos en una guerra civil ya en curso; en Irak impusimos la guerra al pa¨ªs por razones que resultaron ser falsas. Pero Vietnam e Irak s¨ª se parecen en el efecto atolladero, en la falta de experiencia hist¨®rica y conocimiento de la cultura, y en la sistem¨¢tica arrogancia e ignorancia que nos conduce a los atolladeros. Los especialistas en pol¨ªtica exterior estadounidenses aplaudieron la asignaci¨®n a Bagdad de sir Jeremy Greenstock, el muy admirado embajador brit¨¢nico en Naciones Unidas. Se supon¨ªa que Greenstock, un arabista, iba a trabajar estrechamente con la Autoridad Provisional de la Coalici¨®n. Seg¨²n The New York Times, Greenstock, una vez completado su periodo de servicio, "no hizo ning¨²n secreto a su vuelta a Londres de su desesperaci¨®n ante lo que hac¨ªa, o no hac¨ªa, el principal mando estadounidense en Bagdad, L. Paul Bremer III". Mientras tanto, est¨¢ teniendo lugar una batalla de libros por la conquista de las mentes y los corazones del pueblo estadounidense. Against All Enemies, una acusaci¨®n a la Administraci¨®n de Bush escrita por Richard Clarke, director de antiterrorismo de los presidentes Clinton y Bush, que ocupa el n¨²mero uno de la lista de The New York Times de los libros de no ficci¨®n m¨¢s vendidos. El segundo es Deliver Us from Evil, de Sean Hannity, un experto televisivo que define el "mal" como liberalismo. El cuarto, sexto, s¨¦ptimo, octavo y d¨¦cimo libros de la lista son anti-Bush; el noveno y decimocuarto son antiliberalismo. Un nuevo candidato, que avanza hacia el primer puesto, es Worse than Watergate: The Secret Presidence of George W. Bush, de John W. Dean, el que fuera asesor del presidente Richard M. Nixon.
Claro que 2004 es el a?o en que los estadounidenses se complacen en el rito cuatrienal de elegir presidente. La situaci¨®n hoy es que aproximadamente el 45% del electorado, seg¨²n la mayor¨ªa de las encuestas, adora a George W. Bush; y aproximadamente el 45% le detesta. La mayor¨ªa de este 90% ha llegado a una conclusi¨®n y es muy improbable que cambien de voto. El 10% restante est¨¢ formado por independientes indecisos, principalmente de los barrios residenciales, econ¨®micamente conservadores pero culturalmente tolerantes. El resultado de noviembre depender¨¢ en parte de este 10%. Tambi¨¦n depender¨¢ de la asistencia a las urnas de la base que apoya a cada candidato. La base de Bush descansa en la derecha religiosa, la de Kerry en la izquierda antiempresarial. El dilema al que se enfrenta cada candidato est¨¢ en que la postura que adopte para complacer a su base podr¨ªa disgustar al 10% indeciso. As¨ª pues, el presidente Bush, preocupado por su base, busca la reafirmaci¨®n de la derecha religiosa proponiendo una enmienda a la Constituci¨®n estadounidense que proh¨ªba el matrimonio homosexual. Muy probablemente esto le perjudicar¨¢ entre el 10% indeciso que piensa que el Gobierno no debe inmiscuirse en las vidas privadas y que la Constituci¨®n no se debe sobrecargar con la definici¨®n del matrimonio. El senador Kerry tiene un dilema similar. Se enfrenta al reto de Ralph Nader, el cruzado antiempresarial que hace cuatro a?os quit¨® votos suficientes a los dem¨®cratas como para que fuera derrotado Al Gore y hacer que saliera elegido George Bush. Pero al desplazarse hacia la izquierda para defenderse de Nader, el senador Kerry se arriesga a contrariar al 10% de indecisos que son, en su mayor¨ªa, de opiniones moderadas.
Pero, ?no ser¨¢ la guerra el elemento decisivo? Al fin y al cabo, es la guerra del presidente Bush. No hubo un clamor popular pidiendo una guerra contra Irak. Si no hubi¨¦ramos ido a la guerra, no le habr¨ªa importado a casi nadie. Es m¨¢s, casi nadie se habr¨ªa percatado siquiera. ?Por qu¨¦ estaba el presidente Bush -como han testificado tanto Richard Clarke como el ex secretario del Tesoro Paul O'Neill- tan obsesionado con Irak? Yo no creo que fuera por razones mezquinas. Es muy probable que Bush comparta la fantas¨ªa neoliberal de que la victoria de la democracia en Irak democratizar¨¢ todo el mundo isl¨¢mico y le dar¨¢ a ¨¦l un lugar en la historia. Otras razones: petr¨®leo, Israel, la b¨²squeda de nuevas bases para reemplazar a Arabia Saud¨ª, el deseo de vengar el intento de Sadam Husein de asesinar a su padre, liberar a Irak de un tirano monstruoso, son beneficios secundarios comparados con la hist¨®rica misi¨®n para la que ha sido elegido por el Todopoderoso. Para llevar a cabo esta misi¨®n, Bush ha transformado la base de la pol¨ªtica exterior de Estados Unidos. Durante el casi medio siglo de la Guerra Fr¨ªa, la pol¨ªtica exterior estadounidense se bas¨® en contenci¨®n m¨¢s disuasi¨®n. Bush desech¨® aquello. La nueva base de la pol¨ªtica exterior de Estados Unidos es la guerra preventiva. Como ha dicho el presidente Bush: "Debemos asumir la batalla con el enemigo... y hacer frente a las peores amenazas antes de que surjan". Y en un esti
-lo m¨¢s dram¨¢tico: "Frente a la clara evidencia de peligro, no podemos aguardar a la prueba final, el arma humeante que puede llegar como una nube en forma de seta".
La raz¨®n inmediata de que Bush abriera la caja de Pandora en Oriente Pr¨®ximo e invadiera Irak fue su certeza moral de que Sadam Husein ten¨ªa armas de destrucci¨®n masiva y de que estaba trabajando en estrecha colaboraci¨®n con Osama Bin Laden y Al Qaeda. Estas convicciones resultaron ser una falsa ilusi¨®n. Este desenlace final perjudica mucho la credibilidad de Bush y la de Estados Unidos, nos ha metido en un embrollo espantoso en Irak y ha desviado atenci¨®n, recursos y poder¨ªo militar de la guerra que deber¨ªa haber sido la prioridad principal de la Administraci¨®n de Bush: la guerra en Afganist¨¢n contra Al Qaeda y el terrorismo internacional. Mientras tanto, Afganist¨¢n es otro embrollo. Bush eligi¨® la guerra equivocada en el lugar equivocado y en el momento equivocado. Es dif¨ªcil predecir la influencia de la guerra en las elecciones. En las crisis internacionales el instinto estadounidense es cerrar filas en torno a la bandera y el presidente, por lo menos durante un rato. Hasta ahora la protesta contra la guerra no ha sido generalizada, pero Faluya se ha comparado con la ofensiva Tet del Vietcong en 1968, que puso en marcha un proceso que expuls¨® a Lyndon B. Johnson de la Casa Blanca. La influencia de la guerra depende del ¨¦xito de la ocupaci¨®n estadounidense en detener la desintegraci¨®n de Irak y lograr la estabilidad en alguna medida. Depende de la posible captura de Osama Bin Laden. Depende del posible juicio de Sadam Husein. Depende de toda clase de variables imprevisibles. Como sol¨ªa decir Harold Wilson: "En pol¨ªtica, una semana es mucho tiempo". Seis meses es una eternidad. Puede suceder cualquier cosa. En una democracia, los dirigentes electos deben asumir sus responsabilidades. La guerra de Irak fue un asunto de decisi¨®n presidencial, no de necesidad nacional. El recuerdo avivado de Vietnam trae a la memoria a un joven teniente, muy condecorado, llamado John Forbea Kerry, que a su vuelta de Vietnam hizo una pregunta conmovedora al Comit¨¦ de Relaciones Exteriores del Senado, el 22 de abril de 1971: "?C¨®mo se le pide a un hombre que sea el ¨²ltimo en morir en aras de una equivocaci¨®n?".
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