La haima, bazar de ideas
?Qu¨¦ bien suena la inicial aspirada! Pero la Academia la recoge con j y Pompeu Fabra la ignora. La jaima del desierto, que se alza junto a la humedad mediterr¨¢nea, constituye una estructura posmoderna y at¨ªpica, de m¨®dulos m¨²ltiples y techos multicolores. No se parece a la jaima del jalifa que ve¨ªamos en los No-Do antiguos, cuando Espa?a era un imperio vestido de caqui. Tampoco huele a excrementos de camello, como aquellos rincones de la Feria de Muestras de nuestra pubertad, que quer¨ªan reconstruir un rinc¨®n t¨ªpico del Protectorado en una parcelita de Montju?c. Es una jaima pulcra y con aspecto de artefacto hollywoodiense, en la que no podemos imaginarnos una reuni¨®n de jefes tribales. Ni siquiera a la megaloman¨ªa de Gaddafi, que viaja con su jaima a cuestas, se le hab¨ªa ocurrido levantar un castillo de lonas como el que ofrece el F¨®rum a dos pasos de nuestro lago continental, como met¨¢fora del oasis sahariano. Se trata de una jaima desfolclorizada y glamourosa, que quiere demostrar que Al-Andalus ha progresado mucho en los ¨²ltimos cinco siglos.
He recorrido la jaima sin encontrarme con bedu¨ªnos embozados ni con bailarinas del vientre. Un espacio tan grande podr¨ªa servir para cualquier cosa. Podr¨ªa ser mezquita, pues ya se sabe que se puede improvisar en un garaje o en una carnicer¨ªa, ubicuidad que preocupa mucho a nuestros funcionarios de seguridad. Pero me dicen que albergar¨¢ a ONG y agencias de la ONU. La jaima aspira a ser un bazar de ideas en vez de un zoco de mercaderes. Esperemos que, bajo su funda cor¨¢nica, tambi¨¦n quepan las reivindicaciones de la moderna condici¨®n femenina.
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