Diario de una mujer maltratada
Una v¨ªctima relata el d¨ªa a d¨ªa con el terror ps¨ªquico y f¨ªsico impuesto por su marido
![Soledad Alcaide](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F82e6a88e-8927-4784-b476-a2e826f462af.png?auth=0cc0b2fac1bc78a65724bed1d02be18478095e204a4b1f5981367558965e3ffd&width=100&height=100&smart=true)
El pasado viernes, el Consejo de Ministros aprob¨® un Plan de Medidas Urgentes contra la Violencia de G¨¦nero con el fin de frenar la violencia sexista, que se ha cobrado en lo que va de a?o la vida de 21 mujeres, seis ni?os y cuatro familiares del entorno dom¨¦stico. Una de las mujeres que experimentaron la violencia f¨ªsica a manos del padre de sus hijos peque?os, y que todav¨ªa hoy padece el acoso psicol¨®gico de ¨¦ste, relata c¨®mo es el cruel proceso de anulaci¨®n.
"Me cost¨® aceptar que era una maltratada. He tardado tres a?os en separarme"
"Su madre me dijo que si ¨¦l me pegaba era porque me lo merec¨ªa. Como a ella"
"Te hacen da?o y duele. Pero duele m¨¢s cuando lo piensas. Te duele el alma"
La primera vez que alguien le puso nombre a lo que le ocurr¨ªa fue en la consulta del psiquiatra. Hasta all¨ª hab¨ªa llegado, embarazada de su segundo hijo, por consejo de su m¨¦dico de cabecera, que le hizo todo tipo de pruebas, pero que no pudo encontrar una raz¨®n f¨ªsica para explicar por qu¨¦ no quer¨ªa hacer nada, por qu¨¦ se pasaba los d¨ªas acostada, y, sobre todo, por qu¨¦ al salir del trabajo nunca quer¨ªa volver a casa. "En una sola sesi¨®n me hizo ver la verdad: me dijo que yo era una mujer maltratada. Pero me cost¨® aceptarlo. He tardado tres a?os en separarme".
As¨ª comienza, en el relato de M., el fin de su vida en matrimonio. Su verdadera identidad se oculta por su seguridad, como todo lo que pueda ayudar a que sea reconocida. Tras ese nombre se esconde una de las much¨ªsimas v¨ªctimas de lo que se ha convertido en una de las peores lacras sociales: la violencia machista.
Se atreve a contar su historia porque cree que le puede servir a otras mujeres. Pero el miedo a que su agresor la identifique es tal, que se niega a ser fotografiada de espaldas a la c¨¢mara. Especialmente porque vive en una ciudad peque?a, cerca de su marido, y en su barrio residen otros familiares de ¨¦l. Tambi¨¦n porque, aunque hay una sentencia de separaci¨®n por malos tratos, el juez ha fijado un r¨¦gimen de visitas y, cada 15 d¨ªas, debe dejar con el padre a sus dos hijos de corta edad durante el fin de semana.
"El juez me dijo que esos d¨ªas hubiera siempre alguien conmigo. Vienen unos amigos. Yo salgo a la puerta, pero hay d¨ªas que se pone como quiere", cuenta M. El fin de semana posterior al de Semana Santa, prosigue, al padre le tocaba quedarse con los cr¨ªos, pero se empe?¨® en que no era as¨ª y no quer¨ªa ir a por ellos. "Al final vino y los ni?os le preguntaron: '?D¨®nde vamos, pap¨¢?'. Y les respondi¨®: 'A denunciar a tu madre'. Yo le dije que no ten¨ªa por qu¨¦ decirle eso a los ni?os y se puso a dar voces. Le dije que dejara de gritar en la puerta", contin¨²a. A pesar de todo, el fin de semana siguiente volvi¨® a la casa para tratar de llevarse de nuevo a los ni?os. "Viene buscando jaleo. No le abr¨ª la puerta".
M. ha soportado mucha violencia f¨ªsica y tambi¨¦n la que queda por dentro, la psicol¨®gica. "El psiquiatra me diagnostic¨® secuestro emocional. Yo no hac¨ªa nada, pero nada, si ¨¦l no me lo dec¨ªa. Ni siquiera comprarme unas medias. No sal¨ªa, no ve¨ªa a nadie", explica sentada en el sof¨¢ de su casa. "Me hab¨ªa anulado". Hasta el punto de que, aunque su sueldo era mayor en los empleos que tuvo de la profesi¨®n para la que se prepar¨®, ¨¦l le oblig¨® a abandonarlos uno a uno, porque dec¨ªa que no le conven¨ªan. "O que el jefe o un compa?ero quer¨ªan algo conmigo", apostilla. Al final, encontr¨® un empleo de limpiadora.
"Tampoco me dejaba ser madre. No me dejaba ni llevar a los ni?os al cole, ni recogerlos. No me lo permit¨ªa. No ten¨ªa contacto f¨ªsico con ellos. Los acostaba a las ocho, antes de que yo llegara del trabajo", prosigue.
"Al principio de separarme, cuando dejaba a los ni?os en el colegio, ten¨ªa la sensaci¨®n de que los abandonaba". Para los tres ha sido dif¨ªcil recuperar la relaci¨®n: "Me ten¨ªan desvalorizada y no me obedec¨ªan. No quer¨ªan ba?arse y, si nos sent¨¢bamos a comer, no quer¨ªan". Todav¨ªa hoy, sus hijos, cuando se enfadan con ella porque les rega?a, le gritan "gorda", "guarra", "mierda". "No son insultos de ni?o. Pero ellos no tienen la culpa, es lo que han visto", apunta. Y detalla c¨®mo poco despu¨¦s de tener a uno de sus hijos, con la pelvis abierta por el parto, su marido la oblig¨® a tener relaciones sexuales a pesar de que no pod¨ªa moverse. Como ella se negaba, tom¨® al beb¨¦ en brazos y la golpe¨®. "Casi siempre que me pegaba cog¨ªa a un ni?o en brazos. Eso me crispaba: ?qu¨¦ necesidad hay de que vean? El mayor ha visto mucho".
Con su marido, la familia apenas se relacionaba con otras personas, m¨¢s que los allegados de ¨¦l. "Mi familia, no, porque eran malos", cuenta. "Me lo llegu¨¦ a tragar, que se met¨ªan en mi vida. Mis padres ven¨ªan a verme por la ma?ana, cuando no estaba ¨¦l. A mis hijos no los ve¨ªan jam¨¢s".
Hasta el punto era su alienaci¨®n, que cuando supo que era una mujer maltratada reclam¨® ayuda, pero para ella. Cre¨ªa que el problema era suyo y que ¨¦l cambiar¨ªa, si ella cambiaba. As¨ª entr¨® en una organizaci¨®n de mujeres y comenz¨® a ir a terapia de grupo, con otras que estaban en su situaci¨®n. "Al principio yo escuchaba y callaba. Pero empec¨¦ a decirme: 'Eso me pasa a m¨ª. Eso tambi¨¦n. Eso me pasa'. Y te das cuenta de que ¨¦l no va a cambiar y que si quieres vivir con ¨¦l, tienes que vivir as¨ª. A todas nos pasa lo mismo. Ellos siempre hacen lo mismo: te machacan, hasta que te anulan. Luego esperan a que est¨¦s un poco mejor y, entonces, otra vez. Yo siempre he estado bien, mal, bien, mal...".
M. asegura que anularse hasta destruirse no es de un d¨ªa para otro, sino que es un proceso. Y pone otro ejemplo de su miedo. "Un d¨ªa se le quem¨® la cocina cuando hac¨ªa la cena de los ni?os. Se llen¨® la casa de humo. Al llegar del trabajo, me asust¨¦. Quer¨ªa ver a los ni?os para ver si estaban bien. No me dej¨®. ?Qu¨¦ impotencia no saber si estaban vivos o muertos! No dorm¨ª en toda la noche. Ahora lo pienso y, f¨ªjate qu¨¦ tonta, que es abrir la puerta para ver si mis hijos respiran. Pero no me atrev¨ª. No pod¨ªa, era m¨¢s el miedo que le ten¨ªa a ¨¦l. Y te resignas. Mucha gente me dice: '?Y por qu¨¦ no entraste?'. Pero qu¨¦ f¨¢cil es decirlo".
M. tuvo la suerte de que su psiquiatra le indicara el camino. "Yo intent¨¦ separarme de mutuo acuerdo. Quer¨ªa acabar cuanto antes y pensaba que as¨ª ser¨ªa m¨¢s r¨¢pido". El matrimonio acudi¨® a un bufete de su ciudad.
Aqu¨ª el relato lo contin¨²a la letrada que representa a M., quien tambi¨¦n permanece en el anonimato para evitar que ella sea identificada. "Hicimos un convenio regulador de mutuo acuerdo. ?l vino a mi despacho y parec¨ªa un padre amant¨ªsimo, muy preocupado por sus hijos y compungido porque no quer¨ªa la separaci¨®n. Con todos mis a?os de experiencia, debo decir que es de las pocas veces que me he sentido enga?ada", explica. Se refiere a que el marido de M. acept¨® en un principio las condiciones, pero luego se neg¨® a acatarlas. Fueron a la v¨ªa contenciosa y se pidieron medidas urgentes. "Hace a?os que los jueces no entran en el fondo de los casos, pero pudimos acreditar los malos tratos y tiene una sentencia que los reconoce", contin¨²a la letrada. Aunque ha sido recurrida. "?l ha pedido la custodia de los ni?os, porque dice que estoy loca", afirma M.
Y se salta el r¨¦gimen de visitas: todos los d¨ªas va al colegio a ver a sus hijos, aunque los profesores le han dicho que es perjudicial para los cr¨ªos. "A ¨¦l le da igual, porque est¨¢ enfermo. ?l lo ve normal porque es lo que vio en su casa. Su madre me dijo que si ¨¦l me pegaba era porque me lo merec¨ªa. Como a ella le hab¨ªan hecho antes", cuenta M. Tampoco su propia madre acaba de entender bien que se haya separado. Aunque fue decisivo que viera la pel¨ªcula Te doy mis ojos, de Ic¨ªar Bolla¨ªn. Al salir, su madre le dijo a M.: "Parece que la han hecho para ti".
M. nunca se atrevi¨® a denunciar a su marido antes de separarse, aunque lo ha tenido que hacer despu¨¦s. Pero s¨ª lo hizo un m¨¦dico que la trat¨® en Urgencias, cuyo parte le ha servido para la separaci¨®n. "No s¨¦ ni c¨®mo fui al m¨¦dico. No me dejaba salir de casa. Ese d¨ªa me torci¨® el cuello. Pero cuando pude salir estuve una hora dando vueltas con el coche. Me fum¨¦ un paquete entero. Y me dije que si no le denunciaba en ese momento, nunca lo har¨ªa", recuerda. "Necesitas mucho tiempo para hacer eso. Incluso separada, le tienes miedo".
Despu¨¦s ha habido otras agresiones. Como el d¨ªa en que fue a recoger sus cosas a la casa y le hizo un esguince en la mu?eca. "El dolor... Te hacen da?o y te duele, claro. Pero duele m¨¢s cuando lo piensas. Cuando te preguntas: ?qui¨¦n es ¨¦l para hacerme esto?, ?qu¨¦ derecho tiene? Te duele el alma, es un dolor de dentro. Es algo que no he logrado superar. Pero tengo que pensar que ya no me lo va a hacer, que tengo que vivir mi vida. Que olvidar".
![Una mujer maltratada posa de perfil, el pasado febrero.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/EH2M7AO67XFT6T2S6V25M246WE.jpg?auth=3f07984bc5fc601589122a30d63154284eefb91c336a1cfcb902c77924228c32&width=414)
Si el entorno denunciara...
M. explica que tiene en casa los papeles para solicitar la orden de alejamiento, pero no lo ha hecho porque cree que no sirve para nada m¨¢s que para "encabronar" a¨²n m¨¢s a su marido. "Ahora me basta con evitar el contacto, porque ¨¦l me busca. Le encanta rega?ar conmigo, porque cuanto m¨¢s me humilla, ¨¦l se pone m¨¢s alto", explica.
En su opini¨®n, la violencia sexista se atajar¨ªa antes si el entorno pudiera denunciar. "Los m¨¦dicos, los especialistas, alguien que est¨¦ m¨¢s capacitado que t¨², deber¨ªan captar antes lo que te pasa y denunciar. Hay se?ales. Cuando me quitaba la camiseta, mis compa?eras me dec¨ªan: 'No nos digas que es un golpe, porque tienes la marca de los dedos en el brazo", cuenta. "Incluso he pensado en los vecinos: qu¨¦ rabia que no fueran capaces de llamar a la polic¨ªa. Me hubieran salvado muchas veces".
Tambi¨¦n cree que se hubiera separado antes con un "empuj¨®n". "En la asociaci¨®n me dec¨ªan: cuando se vaya a trabajar, te vas con los ni?os. Pero no pod¨ªa. Si me hubieran acompa?ado, lo hubiera hecho. Es que, primero, est¨¢s hecha una in¨²til, no tienes fuerza. Y, luego..., te cagas de miedo".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
![Soledad Alcaide](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F82e6a88e-8927-4784-b476-a2e826f462af.png?auth=0cc0b2fac1bc78a65724bed1d02be18478095e204a4b1f5981367558965e3ffd&width=100&height=100&smart=true)