Una romer¨ªa laica
La gente est¨¢ llegando a mansalva esta ¨²ltima noche de feria y las casetas andan de bote en bote. Bueno, la del PP sigue vac¨ªa; tal vez porque no han sabido dise?arla: no han dejado sitio a la gente para bailar y, en vez de facilitar que se re¨²nan los amigos, han dispuesto largas mesas en hileras con banquetas, como en los cuarteles. En la caseta de CiU, las parejas de edad madura bailan la m¨²sica de Glenn Miller junto a la senyera que preside el escenario. Y en la caseta de la UGT se anuncian clases de sevillanas gratuitas.
Hay en la feria, desde el primer d¨ªa, un ambiente claramente popular, como de romer¨ªa laica. Hombres y mujeres van paseando por el real y a la que oyen dos compases de cualquier canci¨®n empiezan a bailar. Algunos tocan las palmas cuando se les ocurre; no porque venga al caso, sino porque se sienten felices. A la vez, los padres van la barra a por raciones de pulpo, chocos y gambas, las abuelas entretienen a sus nietos. Menudean las ecuatorianas con los peluches gigantes que les han tocado en la t¨®mbola. Y verbenean las colombianas que devoran algod¨®n de az¨²car. Y se pasean parejas de novios magreb¨ªes, ella con el pelo tapado con el hijab, que comparten cartuchos de garrapi?adas y se besan en la boca. Y toman fotos los paquistan¨ªes con sus camisas largas, y otros paquis venden flores con una corona de emperatriz, de pl¨¢stico brillante, sobre la frente. Y los asi¨¢ticos de traje rectil¨ªneo admiran sonrientes las atracciones m¨¢s vertiginosas porque saben que hay otro v¨¦rtigo m¨¢s verdadero dentro de cada uno de nosotros. Y r¨ªen con esc¨¢ndalo los negros latinos. Y sonr¨ªen con nostalgia los negros africanos. Y chavales con peinado rasta bailan rumbas hasta el fin de la noche. En la exposici¨®n sobre Garc¨ªa Lorca y Salvador Dal¨ª, un grupo de latinos que han venido a Barcelona a trabajar de peones escucha los discos de la Argentinita.
Mientras la gente hace cola para comprar mazorcas de ma¨ªz asadas, shawarmas y frankfurts, concluye junto a la feria la ceremonia de apertura del F¨®rum. La m¨²sica de las casetas no deja o¨ªr la de este otro acto, que a¨²n no acaba de ser popular porque la inauguraci¨®n era exclusivamente para invitados. Existe una multiculturalidad VIP, como existe una gran cultura de masas. Cuando empiezan los fuegos artificiales del F¨®rum, un peque?o grupo se aparta de la feria y se coloca junto al mar para contemplar los cohetes. Pero la mayor¨ªa de la concurrencia ni se ha dado cuenta. Acaso, con el traj¨ªn, no se han acordado de que hoy s¨¢bado empezaba el tan anunciado F¨®rum. En la playa, tres ancianos trajeados juegan a atrapar las olas con las manos cada vez que vienen a sus pies, y luego con el agua del mar se refrescan la cara. M¨¢s hacia el real, un hombre cualquiera orina contra el toldo de la caseta de la FECAC. Su mujer le espera fumando un cigarrillo.
Se escucha flamenco en la caseta del Centro Cultural Gitano de La Mina. Canta Toni el Gitano: "Yo soy gitana de caracola, yo soy gitano de la nueva ola". Es grande, gordo, de pelo muy largo y barba blanca. Ya no cabe nadie dentro y la gente se aglomera en la puerta. Tiene a todo el mundo hipnotizado. Parece que esta noche se hayan conjurado hombres, mujeres, j¨®venes, viejos... para presentarse en un estado de felicidad colectiva. En la caseta de Sant Adri¨¤ de Bes¨°s est¨¢n bailando corridos mexicanos, y en la del PSUC Viu la muchedumbre se aprieta entre carteles de No a la guerra y baila pose¨ªda el viejo himno de discoteca I will survive. Alzan los brazos y los balancean al comp¨¢s porque saben que est¨¢n vivos. Fuera se forman corros espont¨¢neos de grupos que cantan, tocan las guitarras, las casta?uelas. Hoy hay un especial optimismo entre la multitud, no se sabe bien por qu¨¦. Hay sobre todo muchas ganas de divertirse. Al fondo, las instalaciones del F¨®rum son una masa oscura, como de ciencia-ficci¨®n, unos edificios raros...
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