"Amor es una palabra gastada, pero a¨²n nos eriza"
Sigue ense?ando en la Universidad de Princeton, aunque "s¨®lo un semestre por a?o, para tener m¨¢s tiempo y poder escribir". Tras haber ganado el Premio Pulitzer por Beloved (1988) y el Nobel de Literatura en 1993, Toni Morrison (Chloe Anthony Wofford, en los papeles, nacida en Ohio, EE UU, en 1931, segunda de cuatro hermanos de una familia de clase trabajadora y due?a de una hipn¨®tica melena gris peinada a lo rasta), dice que sue?a "con m¨¢s: m¨¢s y m¨¢s libros". Su nueva novela, publicada por Aret¨¦, se titula Amor, a secas. "Tuve muchas dudas al elegir el t¨ªtulo", confes¨® ayer Morrison en Madrid, donde por la tarde pronunci¨® una conferencia en el Foro Complutense titulada Escribir desde la memoria. "Amor es una palabra peligrosa, manoseada, remanida. Pero al escucharla en boca de mi editor, me eric¨¦. Y una palabra que todav¨ªa es capaz de erizarnos quiere decir algo".
"La imaginaci¨®n puede ser mucho m¨¢s reveladora que un 'reality show"
"Mis mayores influencias son la literatura africana y Flannery O'Connor"
"Hist¨®ricamente, en Estados Unidos nos hemos visto como un pueblo sin pasado"
Amor narra un tri¨¢ngulo pasional entre Bill Cosey, due?o de un hotel de la Costa Este, lugar de encuentro de la gente negra "con dinero y ganas de divertirse" en los a?os cuarenta, y dos mujeres que han vivido para ¨¦l odi¨¢ndose entre s¨ª: Heed y Christine. Ya ancianas, ambas se ven obligadas a convivir.
Novela coral donde a estas voces se suman las de L., vieja cocinera del hotel; Sandler, compa?ero de pesca de Cosey; Junior, la joven ambiciosa que llega a la casa a pedir trabajo y desempolva antiguos rencores. Amor es fiel a los temas, compromisos y preocupaciones de la autora de La canci¨®n de Salom¨®n (1978): el poder de lo femenino, la tensi¨®n entre una comunidad y el que es percibido como diferente, la lucha de los afroamericanos por sus derechos civiles y la memoria, "algo desprestigiado en un pa¨ªs donde todo tiene que empezar hoy". Defensora de Clinton durante el esc¨¢ndalo Lewinsky ("dije que era el primer presidente negro de EE UU, porque se le humillaba como a un afroamericano"), Morrison condena a la Administraci¨®n de Bush por "sectaria, estrecha y fan¨¢tica", por el "desastre de Irak, sus mentiras prefabricadas y sus consecuencias". "Lo hicimos en Panam¨¢, lo hicimos en Granada y as¨ª est¨¢ el mundo".
Pregunta. Amor define en una frase inquietante su idea central: "Cada historia contiene un monstruo". ?Cu¨¢l es el que se esconde en las vidas de sus personajes?
Respuesta. Creo que el monstruo principal es un hombre ya muerto: Bill Cosey. Lo que intento sugerir, m¨¢s all¨¢ de la idealizaci¨®n de Heed y Christine, que lo han endiosado, es que ¨¦l s¨®lo ve¨ªa a las mujeres de su familia como proveedoras. Estaba en otra parte, manteniendo un largu¨ªsimo romance con Celestial. La mujer que dice esa frase, L., enumera otros monstruos: amigos que traicionan, malas madres, padres crueles que han convertido a la joven generaci¨®n que ella condena, la de Junior, en vidas perdidas, sin valent¨ªa ni sue?os.
P. L. es quien abre y cierra la novela. ?Qu¨¦ valor narrativo y simb¨®lico le asigna a ese personaje?
R. Cada cap¨ªtulo aborda la relaci¨®n de alguien con Bill Cosey, pero ninguno de los personajes sabe qui¨¦n era ¨¦l en verdad. L. es la ¨²nica que realmente ha conocido a Bill y que sabe, adem¨¢s, los secretos de todos. En lugar de usar una voz narrativa que explicara qu¨¦ significa cada gesto, imagin¨¦ a alguien que participara de la acci¨®n, pero que pudiera tambi¨¦n mirarla desde fuera. As¨ª naci¨® L. Ha sido testigo de todas esas vidas y expresa en su mon¨®logo las diferentes clases de amor que hay en el libro: apetito, lujuria, amistad trocada en odio, relaciones entre padres e hijos. Tiene una mirada amplia porque su amor no es incondicional. Juzga a la gente, pero no la traiciona ni la abandona. Digamos que es una mujer dura, aunque no te delatar¨ªa a la polic¨ªa...
P. Gran parte de la novela es pura evocaci¨®n. ?Qu¨¦ poder asigna a la memoria en su literatura?
R. Esencial. La mayor¨ªa de mis libros son recolecciones del pasado, del sentido del pasado como un camino hacia el futuro. Todos tenemos que negociar con el pasado. En EE UU la memoria es y ha sido un gran problema. Hist¨®ricamente nos hemos visto como un pueblo sin pasado. Todo empieza ahora: "Si eres inmigrante, ven a esta tierra nueva. Empieza tu vida de nuevo". Lo mismo sucede con los afroamericanos: no hay relaci¨®n con ?frica, est¨¢ reprimida u oprimida. La inclinaci¨®n a luchar para recuperar el pasado es muy reciente en EE UU, comenz¨® en los a?os cincuenta. Pero siempre ha sido una excepci¨®n y ¨¦sa es una falla poderosa, una honda distorsi¨®n de la vida y de la historia.
P. Algunos autores, David Lodge entre ellos, explican el ¨¦xito actual de lo autobiogr¨¢fico a partir de una p¨¦rdida de autoridad de la ficci¨®n. ?Coincide con esa lectura?
R. No, para m¨ª las memorias tambi¨¦n son ficci¨®n. Recordar es un proceso de selecci¨®n, hay que definir los hechos, darles forma. Dos personas que han vivido lo mismo no lo recuerdan del mismo modo. Aprecio la literatura biogr¨¢fica, pero no creo que la ficci¨®n haya perdido autoridad, aunque s¨ª es cierto que la gente profesa un raro respeto hacia aquello que se presenta como vivencia. Siento, sin embargo, que las buenas novelas perduran y que la imaginaci¨®n puede ser mucho m¨¢s reveladora que un reality show.
P. Otra idea perturbadora de Amor: el odio puede convertirse en un arte. ?La pasi¨®n es el motor de sus novelas?
R. Siempre imagino situaciones en las que se dirimen pasiones colosales. B¨¢sicamente, porque no me interesa la vida normal, aburrida, como es, en verdad, la m¨ªa (se r¨ªe). En las novelas necesitas lo excepcional para encarnar el debate que quieres plantear. Imagino gente que es capaz de tener sentimientos extremadamente poderosos, aunque s¨®lo para los libros.
P. Desde su primera novela, Ojos azules (1970), la cr¨ªtica ha marcado claves de lectura de su obra: su manejo de la oralidad, su compromiso con el universo femenino y afroamericano... ?Cu¨¢les son para usted las se?as de su estilo?
R. He conseguido algunos logros en el uso del lenguaje: la mezcla de lo coloquial y lo culto, para hacer una tercera lengua elocuente, viva, bella, que tiene gotas de realidad y de sangre. Siempre he intentado que el lector olvide que lo que tiene entre las manos es un libro. He ambicionado cierta intimidad, que la lengua lo incluya en el relato, lo tire hacia adentro. Me gusta imaginar la posibilidad de que no haya distancias entre el acto de leer y la revelaci¨®n de la escritura. Creo, adem¨¢s, que hay un estilo propio en el modo de dosificar, de retener la informaci¨®n para que el rompecabezas se resuelva morosamente y el suspenso se mantenga hasta la ¨²ltima p¨¢gina.
P. Al recibir el Nobel en 1993 dijo que ese premio "cambiaba el campo de lo entendido hasta entonces como gran literatura".
R. Yo sent¨ªa que era un reconocimiento a la literatura vista hasta entonces como marginal y ex¨®tica: la escrita por mujeres y especialmente por afroamericanos como yo. Sent¨ª que esas obras entraban en el mainstream [corriente dominante] y se institucionalizaban como competitivas. La literatura comenzaba a marchar como las mujeres y los negros est¨¢bamos marchando y eso me hizo feliz.
P. ?Qu¨¦ huellas han dejado en usted Faulkner y Virginia Woolf, citados entre sus influencias?
R. Me fascinaron por razones diferentes: Faulkner fue uno de los pocos escritores de EE UU que entendi¨® la relaci¨®n entre el pasado y el presente, incluyendo la realidad afroamericana. De Woolf me apasionaron la voz depurada y la moderna mirada femenina. Creo, sin embargo, que mis influencias mayores son la literatura africana y Flannery O'Connor, una autora que pod¨ªa mirar algo y verlo tal como era, m¨¢s all¨¢ de que fuera placentero o terrible, con esa intimidad arriesgada que le hac¨ªa escudri?ar la desnudez del alma humana sin esconder sus miserias, pero sin ceder una pulgada de belleza. Para ella nada era depresivo u opresivo, simplemente estaba all¨ª y hab¨ªa que contarlo, sin perd¨®n ni disculpas.
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