Alegr¨ªa en las calles de Nueva Delhi
En el n¨²mero 10 de Janpath, la residencia de la familia Gandhi, parec¨ªa que ayer se celebraba una boda. A mediod¨ªa, docenas de hombres bailaban brazos en alto a ritmo de tambor hasta quedar agotados, como se hace en las fiestas indias. Alrededor del cuello pa?uelos con vivos colores verdes, blancos y naranjas, en las manos banderillas, pancartas o paraguas con una mano dibujada, el s¨ªmbolo del Congreso. El ruido de los fuegos artificiales animaba m¨¢s todav¨ªa la fiesta. Entre la multitud, una ni?a vestida de domingo bailaba con su padre encima de un coche junto a un cartel electoral con las fotos de Indira, Sonia y Priyanka Gandhi, tres generaciones vestidas con el sari tradicional y saludando. El calor -Nueva Delhi alcanz¨® a mediod¨ªa 42 grados-, no merm¨® la exhibici¨®n de j¨²bilo colectivo, para eso estaban los vendedores de agua o rodajas de sand¨ªa, que hicieron su agosto.
"Siento decir esto: ella no es India, me gustar¨ªa otro del Congreso como primer ministro", afirmaba Muna, una musulmana, que como tal, est¨¢ contenta de que un partido laico y no marcadamente hind¨² haya ganado. Pero sus palabras reflejan el recelo de parte del electorado del Congreso, el universitario y urbano, por aceptar a un l¨ªder que ha nacido y pasado la mitad de su vida en Italia.
"Tambi¨¦n Teresa de Calcuta era de Europa y para nosotros era india, era nuestra", comenta un compa?ero suyo. "Es una Gandhi, y eso es lo que importa", dice Sushma, desempleada pero con la certeza de que el nuevo Gobierno se va a ocupar de los pobres y de los budistas, como ella.
Temor a un atentado
"S¨®lo tengo un miedo: que haya alg¨²n fan¨¢tico que la mate", dice el jubilado Anoop con su vaso de licor en alto, celebrando la victoria, y recordando con nostalgia tanto los 40 a?os de gobierno del Congreso como las fechas exactas de cuando asesinaron a Indira y a Rajiv Gandhi, la suegra y el ex marido de la posible pr¨®xima primera ministra de India.
Sadiram, de 28 a?os, puso una bandera de India con la cara de Sonia en la verja del parque donde se apoya para planchar cientos de camisas con su plancha de carb¨®n. "Estoy muy feliz", proclamaba euf¨®rico, compartiendo la sonrisa y la emoci¨®n con la barrendera del barrio. "?Qu¨¦ bien! Hemos esperado tanto tiempo", exclamaba Joyce, que dej¨® su pueblo del sur, a 2.300 kil¨®metros, para trabajar como cocinera en una casa en la capital.
Las clases m¨¢s populares, la gente del medio rural celebra el regreso de la familia Gandhi al primer plano pol¨ªtico, despu¨¦s de ocho a?os en la sombra. "Las cosas ir¨¢n a mejor, el Congreso tiene opciones para todos", dice Raj Aneka, el due?o de un mugriento bar donde se come un thali (plato de varias verduras, pan y yogur) por medio euro.
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