La vida como teatro
El 21 de octubre de 1969, Willy Brandt fue elegido canciller de la Rep¨²blica Federal de Alemania, el primer dirigente de la socialdemocracia (SPD) que llegaba al poder despu¨¦s de casi cuarenta a?os, gracias a una gran coalici¨®n de la que formaban parte, adem¨¢s de los socialistas, los dem¨®crata-cristianos y el peque?o Partido Liberal. Durante cuatro a?os, el antiguo alcalde de Berl¨ªn, convertido en una figura mundial desde el bloqueo que la URSS impuso a la ex capital alemana, llev¨® a cabo una extraordinaria pol¨ªtica de apertura a los pa¨ªses del Este -la Ostpolitik-, incluida la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana, con la que firm¨® un tratado de cooperaci¨®n, al igual que con la URSS.
La pol¨ªtica de reconciliaci¨®n de Brandt tuvo mucho de tit¨¢nica, pues le exigi¨® no s¨®lo vencer las resistencias y temores de su pa¨ªs hacia la Uni¨®n Sovi¨¦tica y sus sat¨¦lites, sino, al mismo tiempo, convencer a sus compatriotas de que se resignaran a la p¨¦rdida definitiva de casi la cuarta parte del territorio oriental alem¨¢n, del que hab¨ªan sido expulsados unos ocho millones de alemanes. Pero el carisma, la habilidad y la inteligencia de Brandt lo consiguieron, a la vez que, en esos cuatro a?os, hac¨ªa verdaderos milagros para sobrevivir a las conspiraciones e intrigas de sus aliados y de sus propios compa?eros de partido. Al final, la ca¨ªda de Willy Brandt, en 1974, se consum¨® debido a un oscuro personaje, gordinfl¨®n, bromista y servicial, que acompa?¨® al canciller como su sombra a lo largo de sus cuatro a?os en el poder.
Se llamaba G¨¹nter Guillaume y, en 1969, hac¨ªa ya trece a?os que hab¨ªa huido de Alemania Oriental, como muchos miles de sus conciudadanos, para refugiarse en la Rep¨²blica Federal. Hab¨ªa trabajado como modesto empleado de una compa?¨ªa de fotocopiados en Frankfurt y dedicado todo su tiempo libre a la socialdemocracia. Su dedicaci¨®n al partido, al que profesaba una lealtad perruna, lo llev¨® a ofrecerse para los trabajos m¨¢s mon¨®tonos e ingratos, con el entusiasmo y la paciencia de un converso. Al subir Willy Brandt al poder a alguien de su entorno se le ocurri¨® llamar a ese joven y laborioso militante y ponerlo en la secretar¨ªa del canciller, para que ¨¦ste no perdiera contacto "con las bases del partido".
En realidad, G¨¹nter Guillaume era un esp¨ªa de Alemania Oriental, uno de los miles de agentes de la constelaci¨®n de informantes que Markus Wolf (Mischa para sus subordinados), el cerebro de los servicios de inteligencia del Este, ten¨ªa filtrados por todas las estructuras de poder en la Rep¨²blica Federal. El regordete, incansable trabajador e inconspicuo Guillaume, result¨® su obra maestra. De pinche de oficina en la secretar¨ªa de Willy Brandt fue, gracias a su diligencia, discreci¨®n y eficiencia, escalando posiciones, al extremo de convertirse, en 1972, en el principal ayudante del canciller: manejaba su correspondencia, organizaba y lo acompa?aba en sus viajes, hac¨ªa de valet y confesor y hasta de alcahuete en las distracciones extramaritales del gobernante. La relaci¨®n fue tan cordial que Willy Brandt y su mujer, Rut, y Guillaume y su esposa, Christel (tambi¨¦n esp¨ªa, inyectada en el Ministerio de Defensa), pasaron juntos un mes de vacaciones, en Noruega, en un periodo en que los servicios de inteligencia de la Rep¨²blica Federal hab¨ªan comenzado ya a recelar del personaje en cuesti¨®n.
Cuando Guillaume y Christel fueron arrestados, aqu¨¦l confes¨® de inmediato: "Soy un oficial de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana". El esc¨¢ndalo remeci¨® todo el pa¨ªs y provoc¨® un terremoto pol¨ªtico. Los enemigos de Willy Brandt en la SPD vieron llegada su oportunidad y le clavaron el puntillazo, ayudados, al parecer, nada menos que por el omnisciente y omnipotente Markus Wolf, quien puso en manos de los peri¨®dicos amarillos claves las fotos y los nombres de las aventuras galantes del canciller (obtenidos a trav¨¦s de Guillaume). La insostenible presi¨®n precipit¨® su renuncia. G¨¹nther Guillaume fue juzgado y sentenciado. A los seis a?os de c¨¢rcel, fue canjeado por 30 detenidos en Alemania Oriental. Luego de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn y cuando estaba ya traspasado por el c¨¢ncer que lo matar¨ªa, escribi¨® sus memorias, en las que habla con cari?o y cierta admiraci¨®n de su antiguo jefe y camarada, Willy Brandt.
?A qu¨¦ viene este peque?o resumen hist¨®rico? A que el dramaturgo ingl¨¦s Michael Frayn, autor, entre otras obras de ¨¦xito, de la hilarante comedia Noises Off y de la fantas¨ªa pol¨ªtico-hist¨®rica Copenhaguen, ha llevado al teatro esta extraordinaria aventura con una riqueza de detalles y un poder dram¨¢tico tan persuasivo que la obra, Democracy, tiene al espectador, durante dos horas y media, sumido en una especie de hipnosis l¨²cida. Aunque s¨®lo cuenta con un elenco de diez personajes, el montaje de Michael Blakemore se las arregla para que el escenario sea, a la vez, las atareadas y glaciales oficinas del Palacio Schaumburg, residencia de la canciller¨ªa en Bonn, los caf¨¦s y restaurantes donde una vez al mes se reun¨ªan puntualmente el esp¨ªa y su jefe, un tal Arno Kretschmann -cuya verdadera identidad nunca fue descubierta-, una casa de campo en Noruega, el tren en marcha en el que Willy Brandt recorr¨ªa el pa¨ªs haciendo campa?a, y la tribuna desde la cual, en el Bundestag o en las plazas p¨²blicas, la oratoria del l¨ªder socialista electrizaba a partidarios y adversarios.
A diferencia de Brecht, el teatro de Frayn, aunque pol¨ªtico, no es ideol¨®gico, no est¨¢ concebido para dar lecciones, promover cierta visi¨®n espec¨ªfica de la moral y de la historia, sino para extraer de la realidad pol¨ªtica vivida por ciertos individuos o sociedades, un conocimiento m¨¢s profundo de la vida y la condici¨®n humana. En Democracy transpira, desde luego, una inevitable condena moral de aquel r¨¦gimen que vend¨ªa al Occidente presos pol¨ªticos para poder equilibrar su presupuesto (Alemania Occidental compr¨® la libertad de 33.755 prisioneros por unos tres billones y medio de marcos), pero esto es apenas un efecto lateral de una historia cuya objetivo principal se propone reconstituir, con ayuda de la imaginaci¨®n y la t¨¦cnica teatral, unas conductas y relaciones excepcionales que despliegan ante nuestros ojos la infinita complejidad y los sorprendentes alcances de la aventura humana.
El personaje principal de la obra no es el magn¨ªfico Willy Brandt, pese a su c¨¢lida personalidad y a sus generosos designios de crear una din¨¢mica de reconciliaci¨®n y coexistencia que fuera limando las aristas y odios de la guerra fr¨ªa y atenuando los riesgos de una confrontaci¨®n apocal¨ªptica entre el Occidente y la URSS, aunque, no hay duda, Frayn ha conseguido recrearlo con gran sutileza, sin mitificarlo, por el contrario, equilibrando su talento y sus virtudes con su ingenuidad y sus debilidades, hasta trazar de ¨¦l un retrato impregnado de humanidad. Pero la gran figura de la obra, la que queda sobrenadando en la memoria con una angustiosa fijeza, es G¨¹nter Guillaume. ?C¨®mo puede la fe o el fanatismo convertir a un ser humano, a lo largo de todas las horas, meses y a?os de su vida, en un simulador? Es imposible explicarlo, pero la obra de Michael Frayn lo muestra, d¨ªa a d¨ªa, viviendo en la impostura, en todo lo que dice y hace y hasta seguramente cuando sue?a. Su propio hogar es tambi¨¦n una mentira. No se cas¨® con Christel; lo cas¨® el Partido o su s¨²cubo, Markus Wolf, Mischa, su remoto jefe. Y cuando ¨¦l y su mujer quisieron separarse, hartos de perpetrar esa farsa de a?os, se lo prohibieron porque no conven¨ªa a la misi¨®n. Ellos, obedientes, acataron las ¨®rdenes y aceptaron la vida como teatro.
Lo notable es que Guillaume no era un monstruo de frialdad, un fundamentalista sin alma. Parece haberse encari?ado de verdad con Willy Brandt, un hombre admirable, cuyos discursos lo emocionaban y cuya personalidad le hac¨ªa vibrar ¨ªntimas fibras. Por eso, ser su valet, su secretario, su consejero, su celestino, su sirviente, su amigo, para ¨¦l fue muy f¨¢cil. Y, sin embargo, en ning¨²n momento dud¨® de lo que hac¨ªa, es decir, traicionar minuto a minuto a aquel jefe cuya confianza y amistad hab¨ªa conquistado y al que, finalmente, terminar¨ªa hundiendo en la derrota y el descr¨¦dito. Porque ¨¦l, como lo dijo al ser arrestado, "era un oficial de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana", un agente de Mischa. Eso formaba ya parte de su naturaleza. La transubstanciaci¨®n de G¨¹nther Guillaume en un bloque de arcilla que Markus Wolf modelaba seg¨²n las necesidades del r¨¦gimen comunista es tan misteriosa como el despegue de los m¨ªsticos de su envoltura carnal al encuentro de la divinidad, ese vuelo en que sin dejar de ser lo que son, se vuelven otros, lejanos e incomprensibles para el com¨²n de los mortales.
Supongo que esos creyentes cargados de explosivos que se hacen volar en pedazos y vuelan con ellos a decenas de inocentes en nombre de su religi¨®n, son de la misma estirpe que G¨¹nther Guillaume. Inofensivos a primera vista, tranquilos, sumidos en mediocres rutinas, desdoblados de s¨ª mismos, representando la cordialidad, la idiotez, la mediocridad, y, al mismo tiempo, sin distraerse un segundo, con todos sus sentidos alertas, preparados para enfrentar la gran prueba que les permitir¨¢, antes de entrar en la c¨¢rcel o en la muerte, mostrar al mundo y a s¨ª mismos, en una espantosa carnicer¨ªa, esa verdadera personalidad que han ocultado a lo largo de toda su existencia, para hacer avanzar una fe, una ficci¨®n inhumana, una utop¨ªa.
No es nada f¨¢cil combatir, desde el realismo y el pragmatismo que caracterizan a la sociedad democr¨¢tica, a creyentes inflexibles decididos a cualquier cosa para destruirla, tipo G¨¹nther Guillaume. As¨ª como este olvidable empleadillo al que algunos testigos recuerdan como un objeto o una silla m¨¢s de la oficina del canciller, se las arregl¨® para destruir al poderoso Willy Brandt, una pandilla de fan¨¢ticos dispuestos a encender un infierno y perecer en ¨¦l, pueden provocar inconmensurables trastornos y sufrimientos en las sociedades m¨¢s avanzadas, como se vio el 11-S y el 11-M. Este contexto da retroactivamente al personaje de Democracy una siniestra actualidad. De ah¨ª el acertado t¨ªtulo de la obra: por m¨¢s pr¨®spera y fuerte que sea una sociedad democr¨¢tica, siempre ser¨¢ vulnerable ante la ofensiva invisible de esas gotas incansables que horadan la piedra: las ideolog¨ªas y religiones capaces de fabricar actores como G¨¹nther Guillaume.
? Mario Vargas Llosa, 2004. ? Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario El Pa¨ªs, SL, 2004.
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