Mudarse de vida
La construcci¨®n del nuevo hospital La Fe obliga a una familia a dejar la casa y los campos que cultiva desde hace d¨¦cadas
Miguel Tom¨¢s se muda hoy. Dejar¨¢ la casa en la que naci¨® hace 53 a?os y los campos de hortalizas que ha trabajado durante d¨¦cadas por un piso en la avenida de Ausi¨¤s March de Valencia. Las apisonadoras ya rondan su casa desde hace tiempo, impacientes por aplanar un terreno que ocupar¨¢ el entorno del nuevo hospital La Fe cerca de la estaci¨®n de la Font de Sant Llu¨ªs.
Miguel cargaba ayer por la ma?ana colchones, somieres y otros enseres en su vieja furgoneta, pero no podr¨¢ salvar de las m¨¢quinas lo que m¨¢s le importa: su vida dedicada al campo, el trabajo al aire libre, y sus animales. Su jaca Casta?a no puede vivir en el piso que ha empezado a pagar con el anticipo de la expropiaci¨®n forzosa de sus propiedades. Tampoco se acostumbrar¨¢n a esas cuatro nuevas paredes los tres perros que ahora vigilan su casa; ni Miguel, ni su madre, Carmen, de 93 a?os, ni su hermana, de 55 a?os y mismo nombre, ni su sobrina Susana, de 24. "He vivido y trabajado aqu¨ª toda la vida, y a¨²n no s¨¦ lo que voy a hacer", se lamenta Miguel, mientras su madre cocina en un horno de le?a la comida de los perros. "Desde los 10 a?os es agricultor, nos empe?amos para comprar la casa y los campos, y ahora nos echan", cuenta la anciana.
La rutina diaria de esta familia de agricultores empez¨® a resquebrajarse en junio del a?o pasado, cuando la Generalitat les comunic¨® que su casa y sus nueve hanegadas ocupaban el espacio destinado al nuevo hospital La Fe. Miguel Tom¨¢s firm¨® el acta de ocupaci¨®n previa -"nos dijeron que con firma o sin ella nos iban a tirar"-, y cobr¨® el dep¨®sito correspondiente y ayudas para pagar un alquiler, pero la familia rechaz¨® las alternativas de realojo ofrecidas por la Generalitat. "Les pedimos que nos hicieran una casa cerca, yo hubiera pagado la diferencia", recuerda Miguel. Al recurrir la valoraci¨®n definitiva, s¨®lo ha cobrado el anticipo, y le cuesta aceptar que deber¨¢ salir hoy de su casa sin saber qu¨¦ cobrar¨¢ finalmente. "?Por qu¨¦ no pagan lo que vale ahora la tierra?", se pregunta el agricultor ante los altos precios que ofertan los constructores por hanegadas pr¨®ximas a las suyas y fuera del ¨¢mbito p¨²blico de La Fe. "Pagan una miseria, ya ver¨¦ si con lo que piden ahora puedo comprar tierra en otro sitio", a?ade Miguel.
Los plazos para abandonar la casa se han agotado y una resoluci¨®n judicial respalda el desalojo previa notificaci¨®n. "Vinieron el lunes pasado con las m¨¢quinas, sin avisar", explica Miguel, que consigui¨® una pr¨®rroga hasta hoy para trasladarse a su nuevo piso, que a¨²n no est¨¢ terminado. "El constructor es comprensivo. Nos ha dicho que entremos y ya lo arreglaremos", a?ade Miguel. Se resiste a vender su jaca, que de momento dejar¨¢ atada a un ¨¢rbol, igual que a los perros.
Su hermana Carmen, abatida, a¨²n no acepta que tendr¨¢ que irse: "Te rompen la vida. Pens¨¦ que al menos podr¨ªamos pasar aqu¨ª el verano. En el piso voy a sentirme encerrada como en una jaula". Paquita, hermana tambi¨¦n, vive en Pinedo, pero su hija Susana decidi¨® dedicarse al campo con sus t¨ªos, y "ahora se quedar¨¢ sin trabajo".
La sentencia del desalojo tambi¨¦n pende sobre Vicenta Tom¨¢s Llavata, de 71 a?os (prima hermana de Miguel), y su marido, Manuel Raga, de 72. Su casa est¨¢ a pocos pasos y ya ha recibido la visita de la polic¨ªa. Vicenta explica, entre sollozos, que en los primeros planos del hospital su casa "se libraba". No quiere imaginar el d¨ªa en que el reportaje fotogr¨¢fico que ha hecho de su hogar, habitaci¨®n por habitaci¨®n, sea la ¨²nica forma de mostrar la casa de toda su vida.
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