?Segunda vuelta?
Esta semana se ha cumplido un mes desde la toma de posesi¨®n del Gobierno salido de las elecciones de marzo, y la pr¨®xima se inicia la campa?a electoral para las europeas del 13 de junio. Esta proximidad hace que las elecciones sean vistas por el PSOE como la ocasi¨®n para refrendar una victoria obtenida en circunstancias excepcionales, y por el PP como la oportunidad de corregir aquel resultado una vez pasado el impacto emocional bajo el que se celebraron.
Las elecciones europeas suelen ser vistas bien como prolongaci¨®n de la tendencia marcada por las legislativas anteriores, bien como anticipo de lo que puede ocurrir en las siguientes. Pero los an¨¢lisis realizados en cualquiera de esas claves no siempre se han confirmado. En las de 1994,
el PP sac¨® 10 puntos al PSOE, que gobernaba sin mayor¨ªa absoluta desde el a?o anterior.
Pero en las generales de 1996 esa distancia se redujo a un punto. Inversamente, en las europeas de 1999 (coincidentes con locales y auton¨®micas en 13 comunidades, circunstancia que no se da ahora) los socialistas redujeron la diferencia a cuatro puntos (y tres esca?os), pero un a?o despu¨¦s el PP gan¨® por mayor¨ªa absoluta.
En los dos meses transcurridos desde las elecciones, el PSOE ha doblado (de 5 a 10 puntos) su ventaja respecto al PP, seg¨²n el ¨²ltimo sondeo del CIS. El PSOE intenta rentabilizar el clima de expectativa positiva que abre todo cambio, y en particular la identificaci¨®n del p¨²blico con la principal decisi¨®n pol¨ªtica del nuevo Gobierno: la retirada de las tropas de Irak, apoyada por el 77% del electorado seg¨²n el mismo sondeo. Seguramente mucho tiene que ver con ello el deterioro de la situaci¨®n en el pa¨ªs asi¨¢tico, y en particular la degradaci¨®n que reflejan las im¨¢genes de torturas ahora conocidas. Es l¨®gico que muchos ciudadanos vean con alivio que nuestro pa¨ªs se haya desligado de cualquier relaci¨®n con esa situaci¨®n.
En su intento -ut¨®pico en todo caso- por evitar que ese asunto, y todo lo relativo a Irak, ocupe un lugar central en la campa?a, el candidato popular, Mayor Oreja, ha reaccionado de la peor manera posible: amenazando con desvelar lo que sabe sobre los GAL. Con ello ha situado definitivamente en primer plano del debate nacional el asunto en principio exterior de las torturas de los soldados estadounidenses a prisioneros iraqu¨ªes. Resulta particularmente contradictorio que esa menci¨®n a los GAL se plantee en un discurso en favor de hablar, antes que de Irak, "de lo que interesa realmente a los espa?oles". El asunto de los GAL -ocurrido hace 20 a?os- no puede ir m¨¢s a contrapelo de lo que hoy preocupa a la ciudadan¨ªa.
Tampoco ha hilado muy fino el presidente extreme?o, Rodr¨ªguez Ibarra, al replicar que puestos a discutir de guerra sucia habr¨ªa que hacerlo de "los 43 asesinatos de miembros de ETA" producidos cuando Mayor era delegado del Gobierno en el Pa¨ªs Vasco. Lo fue entre julio y diciembre de 1982, y en ese periodo no hubo ning¨²n episodio de guerra sucia.
Se puede discutir de todo, pero ser¨ªa deseable rigor y un compromiso de los candidatos por evitar caer en esa dial¨¦ctica de amenazas cruzadas.
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